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¿Un príncipe Felipe solitario? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el agosto 7, 2013 por admin6567
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No es extraño que el príncipe Felipe de señales evidentes de un cierto cansancio.

 

Probablemente el hijo de SM el Rey Juan Carlos sea uno de los más preocupados por el futuro de la monarquía en España. Lo cierto es que, en los últimos tiempos, parece que a la familia real le están creciendo los enanos, incluso cuando parece que don Juan Carlos se va a apuntar un tanto, al conseguir que el rey de Marruecos, Mohamed VI, indultara a unos presos españoles que estaban encerrados en las cárceles marroquíes, vuelve el cenizo y resulta que entre ellos aparece un sujeto condenado por pederastia, organizando el gran lío ya que, el monarca alahuí, presionado por el descontento de su pueblo, ha debido rectificar, retirándole la gracia del indulto que le había otorgado. El resultado de toda esta historia todavía está pendiente de que los juristas españoles y marroquíes se aclaren sobre cómo se debe solucionar una situación tan anómala, ya que el pederasta ya ha sido puesto a disposición de la Justicia en España y ahora le queda al juez Andreu el "marrón" de decidir lo que se debe hacer con él.

Sin embargo, al príncipe Felipe se le ve preocupado, triste, pensativo, correcto en su papel institucional, pero sin aquel desparpajo, vitalidad y dinamismo del que hacía gala tiempos atrás. Por supuesto que, el caso de su cuñado Urdangarían, sin duda, ha sido un mazazo para toda la familia real; y el hecho de que su hermana, la infanta Cristina, esté pasando por el Vía Crucis de verse asomada al precipicio de una imputación, de la que se ha venido librando hasta ahora, pero que está pendiente de lo que la instrucción del juez Castro pudiera aflorar en relación a este feo asunto de venta de favores, ocultación de beneficios e incumplimiento de sus obligaciones fiscales –que sigue pendiente sobre el matrimonio Urdangarín, sin que se sepa cual va a ser el resultado de este juicio, que ya parece que se va prolongando demasiado en el tiempo debido, seguramente, a la gran cantidad de documentación, peritaciones, pruebas y demás diligencias a las que se ha debido enfrentar el juez instructor del caso –; es obvio que no pueden ser ajenos a este aparente deterioro de la imagen de don Felipe de Borbón.

Es cierto que don Juan Carlos, una vez superada su última operación, de la que es evidente que todavía no está restablecido del todo, ha emprendido la tarea de intentar recuperar el prestigio que la monarquía había perdido como consecuencia de una serie de desgraciados acontecimientos que han hecho que el barómetro de la simpatía hacia la monarquía haya descendido en picado entre la ciudadanía española; lo que ocurre es que, SM el Rey ya empieza a tener una edad respetable; que le es cada vez más difícil ocultar sus ataques de mal genio y, es evidente, que el conseguir, una vez más, hacerse con la simpatía de los españoles, recomponer su imagen y aparecer, junto a los suyos, como una familia ejemplar; por mucho que ponga voluntad en ello le va a resultar una misión imposible.

Es muy probable que don Felipe observe con angustia que sus esfuerzos en dar la sensación de normalidad; que sus intentos de que las diferencias con su esposa, la princesa Leticia, no trasciendan y su objetivo de mantener recto el timón en su camino hacia la sucesión de su padre, en medio de la marea cada vez más encrespada de los problemas familiares que le acosan, resultan infructuosos y le alejan de un reinado pacífico y sin sobresaltos; en el supuesto caso, todavía por ver, de que logre suceder en el trono a su padre, don Juan Carlos.

Nadie desconoce ya las discusiones familiares del príncipe con la princesa respecto a las repetidas negativas de ésta a ir de vacaciones a Mallorca. De hecho, ha sido el príncipe quien, en solitario, se ha trasladado a la isla para interesarse por el devastador incendio de Andraix y Estallenchs. La excusa: "alguien tenía que ocuparse de las niñas" suena a hueca y poco convincente y pone en evidencia que, no se sabe por qué motivos, a la princesa Leticia no le gustaba trasladarse a Mallorca ¿Acaso por no tener que encontrarse con su suegra? O ¿pensaba que no le convenía que la viesen con la infanta Cristina? Puede ser, sin duda, que a los mallorquina, tradicionalmente simpatizantes de la monarquía, que siempre han tenido a gala que los Reyes pasasen parte de sus vacaciones en Marivent; no les haya sentado bien que trascendiera el rechazo de la princesa a trasladarse a Mallorca aunque, seguramente por imposición de su esposo, el príncipe, haya acabado por transigir. No está la Monarquía española en condición de perder apoyos, aunque sólo sean unos cuantos cientos de miles, ni le conviene al Príncipe dar la sensación de que su esposa le causa más problemas de los mínimos que se le puedan tolerar a una princesa consorte.

Seguramente a su AR, el Príncipe Felipe, sus asesores de imagen le recomendaron que intentase dar una apariencia de mayor empaque, más seriedad y mayor respetabilidad al dejarse la barba, por cierto ya entrecana; con la idea de ocultar su imagen un poco aniñada de un joven todavía inmaduro al que sería peligroso cargarle el peso de la corona. Sin embargo, vean por donde, creemos que en este momento, en las actuales circunstancia contribuye a resaltar el aspecto tristón, demodé (recuerda a un monarca decimonónico) y, por supuesto, muy alejado a la imagen de persona enérgica, fresca y juvenil en condiciones de revitalizar a una vieja institución que, cada día que pasa, aparece a la vista de las nuevas generaciones como una mera imagen de un pasado trasnochado.

Es una verdadera lástima que el Rey y la Reina estén dando este perfil desagradable de que no soportarse mutuamente, de tal manera que, el comportamiento de don Juan Carlos con su esposa, doña Sofia, el claro distanciamiento que existe entre ellos, el poco respeto y cariño que emana de su, cada vez más distante, relación en ocasiones trasciende a las personas de su entorno y, sin duda, a los ciudadanos que tienen ocasión de contemplar los bufidos que, en público, el Rey le dedica a su esposa que mucho hace, y yo le doy un gran mérito, con contenerse y evitar hacer una escena pública que acabara de dar al traste con la ya deteriorada imagen que le ha quedado a don Juan Carlos, después de la famosa cacería de elefantes y de sus consecuencias devastadoras para la familia real.

No es extraño que el príncipe Felipe de señales evidentes de un cierto cansancio. Es una persona joven que me temo va a tener que madurar, si es que ya no lo ha hecho, para afrontar las consecuencias de uno de los pocos errores juveniles que cometió, cuando el ímpetu de la juventud se impone a la reflexión, se niega a escuchar los consejos e ignora las limitaciones que, por su condición de heredero de la corona, tiene la obligación de haber tenido en cuenta, antes de haber contraído un matrimonio morganático con una señora, todo lo respetable que se quiera y todo lo culta que se pudiera pedir, pero con dos inconvenientes: estaba divorciada y no estaba acostumbrada a guardarse su opiniones para sí misma ni a someterse a las obligaciones estrictas de esposa del heredero de la corona. Y todo esto, para no sacar a relucir que no pertenecía a ninguna persona de sangre azul de las monarquías europeas.

Desde mi republicanismo, no puedo evitar, sin embargo, estar entristecido por el evidente ocaso de una tradición milenaria. Esperemos que, sobre todo, prevalezca el interés de Estado, lo mejor para los españoles y lo más conveniente para España. O así es, señores, como contemplo el estado de nuestra monarquía.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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