JOSÉ ONETO (Publicado en Republica.com, aquí)
Tal como ocurrió hace un año, en la Diada de 2012, que puso en marcha el proceso de la llamada autodeterminación de Cataluña, un proceso que superó a todos los partidos políticos, este miércoles cientos de miles de ciudadanos han salido, de nuevo, a la calle, a las carreteras, a las autopistas, a la ocupación de los 86 pueblos previstos, para cogidos de la mano, en una “cadena humana” de 480 kilómetros desde Le Pertus (Girona), en la frontera con Francia, hasta Alcanar (Tarragona) en el límite con la Comunidad Valenciana, pedir directamente la independencia de Cataluña. En esta ocasión no han reclamado siquiera un referéndum, han exigido la independencia, superando, de nuevo, los planteamientos de los partidos políticos.
Quienes han salido a la calle no son solo los militantes o simpatizantes de los partidos, o los nacionalistas, sino muchos integrantes de esa sociedad civil que poco a poco ha sido convencida de la bondad de una separación de España, sin que desde España se haya hecho la mínima pedagogía de que no solo es imposible esa conversión en un nuevo Estado dentro de Europa, sino que peligra la estabilidad política y económica, de España y de Cataluña. Probablemente el único que ha intentado esa pedagogía ha sido el ministro Ruiz Gallardón cuando, hace unos meses, ante el empresariado catalán afirmó: “España no es el problema ni la independencia la solución” y que la secesión sería una tragedia para Cataluña y para España, hasta el punto que no podríamos permanecer en el euro, con lo cual se generaría una situación crítica con un retroceso económico que sería muy difícil de superar. “No puede concebirse una España sin Cataluña, sería una realidad radicalmente distinta”.
La pregunta que horas después del éxito de esa “cadena humana” se plantean dentro y fuera de España, es si esta nueva manifestación masiva traduce una corriente de fondo independentista que nadie podría frenar a medio plazo, si responde solamente a una agenda política o, por el contrario, cuenta con el apoyo mayoritario de la sociedad civil y resulta, hasta cierto punto, imparable.
Por lo pronto hay que decir que el objetivo principal de la convocatoria realizada por la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), y financiada por la Generalitat, es transmitir al mundo la idea de que Cataluña quiere ser independiente, que quiere separarse de España, igual que las Repúblicas bálticas se separaron de la Unión Soviética, enterrando el pacto Molotv-Ribentrop, aunque aquí, no hay ningún yugo comunista o nazi que se cierna sobre el pueblo, sino un descontento con el trato que, según los nacionalistas, España le da a Cataluña.
Esa “cadena humana” que se ha extendido desde las playas de Castellón hasta los Pirineos, en las que han participado cientos de miles de personas, movilizadas en un millar de autobuses y todos los medios de transportes, trasmitida en directo por las televisiones autonómicas y locales catalanas, con un despliegue de medios técnicos, desconocidos hasta ahora, con más de ochocientos fotógrafos levantando acta de cada tramo de la “cadena” y con periodistas, enviados especiales, y observadores de todo el mundo, ya ha producido el primer impacto mediático en Europa y otros continentes y, completado, además, con un artículo del Presidente de la Generalitat Artur Mas en The New York Times, y un análisis en The Guardian, firmado por su hombre de confianza, Francesc Homs, (“España ha defraudado a Cataluña y ahora debe dejarla partir”), en el que hace un peculiar análisis de la historia del conflicto y se lamenta, sobre todo, de que Mariano Rajoy no actúe como lo ha hecho el primer ministro británico David Cameron, aceptando un referéndum sobre la independencia de Escocia.
Más espeso e ideológico, Artur Mas, le cuenta a los lectores norteamericanos del New York Times, que la historia de Cataluña se remonta a cientos de años cuando las tribus íberas negociaban con los griegos y los cartagineses, a lo largo de la costa mediterránea hasta que una cultura catalana identificable, se desarrolló en la Edad Media y se fue reforzando a lo largo del tiempo, pese a la “pérdida de soberanía catalana tras la Guerra de Sucesión española de 1714 y la posterior supresión recurrente de nuestro gobierno, escuelas, lengua y valores”.
Pero no se para ahí el Presidente de la Generalitat, sino que a continuación les cuenta que existen cinco formas legales distintas dentro de la legislación española (?) para autorizar un referéndum. Canadá garantizó a Quebec el derecho a celebrar dos referéndums separados y cuenta con protecciones dentro de Canadá debido a esto. Recientemente, Gran Bretaña dio a Escocia el derecho a decidir sobre su futuro el pasado año en un referéndum sobre la independencia. “Pero pese a todos nuestros esfuerzos por buscar este derecho civil básico -concluye-, España se niega”. Lo que no aclara es que, constitucionalmente, es imposible porque en ese referéndum tendrían que participar todos los españoles, y no solamente los catalanes, en tanto la soberanía nacional reside en el pueblo español.