
El expresidente de Sacyr, Luis del Rivero, protagonizó a finales de 2004 una rocambolesca operación de asalto al BBVA. Una constructora importante, pero de segunda fila en comparación con varios competidores, pretendía quedarse con uno de los mayores bancos de Europa. En seguida se supo que Del Rivero contaba con el apoyo del gobierno de Rodríguez Zapatero, que pretendía descabalgar a Francisco González (entonces y todavía hoy máximo responsable de la entidad), que a su vez había alcanzado la presidencia con el apoyo del Partido Popular tras la fusión de los antiguos bancos de Bilbao y Vizcaya con el conglomerado público Argentaria.
Por entonces, Sacyr había crecido como la espuma al calor de la burbuja inmobiliaria. Sus dificultades actuales explican en parte el papelón que está haciendo en Panamá. Pero cuando en 2009 ganó el concurso para la ampliación del canal la crisis ya se había manifestado en toda su crudeza. Del Rivero ganó el concurso, tal y como ha recordado el diputado de UPyD Carlos Martínez Gorriarán, con una oferta que en España podría haberse rechazado por baja temeraria. Además, contó con el apoyo decidido del gobierno socialista, tanto en forma de un aval público (que fue censurado por el Tribunal de Cuentas) que podríamos terminar pagando todos los españolescomo mediante las gestiones realizadas por altos cargos del Ejecutivo. No está mal que un gobierno trate de lograr contratos importantes para empresas nacionales, pero sí que muestre claras preferencias por ciertas corporaciones aparentemente afines. Tampoco es muy edificante que se eliminara a Panamá de la lista de paraísos fiscales para facilitar que Sacyr pudiera traerse su beneficios de vuelta a España.
¿Es Del Rivero un hombre del PSOE? No. Es un típico ejemplar del gran empresariado español. Se ha hecho rico haciendo negocios en sectores muy politizados en los que las relaciones con los partidos son fundamentales. Como su objetivo no es otro que lograr contratos, ha tenido también buena sintonía con el PP. O al menos un trato frecuente, hasta el punto de reunirse 11 veces en menos de un año con Luis Bárcenascuando éste todavía era el tesorero de la formación y llevaba su famosa contabilidad B, en la que Del Rivero aparece como un generoso donante. Diversificación del riesgo, podríamos llamarle a este proceder. O también, colocar los huevos en diferentes cestas. O, más ajustadamente, vincularse con las dos caras del bipartidismo. En el mundo de los negocios españoles, lo natural es la bigamia.
Hay un detalle muy significativo que ilustra esta bigamia. En julio de 2007, Del Rivero presionaba a Zapatero para que consiguiera la obra del canal para una empresa española (que terminó siendo la suya). Apenas dos meses antes, pagaba – presuntamente – 200.000 euros para financiar la campaña de Dolores de Cospedal a la presidencia de Castilla-La Mancha. Ayer se supo, gracias a la investigación del caso Gürtel, que Del Rivero y su socio y antecesor en Sacyr, José Manuel Loureda, tenían en 2006 cuentas en Suiza.
Así funcionan las cosas en nuestro país. Para hacer negocios no ha sido tan necesario el talento o el conocimiento como los contactos. El retrato del bipartidismo no está completo sin sus satélites empresariales, a los que les unen intereses comunes y puertas giratorias. De estas relaciones vergonzantes han surgido la mayoría de los casos de corrupción. ¿Qué se puede hacer? Desde luego depurar responsabilidades, evitar la impunidad, promulgar una auténtica Ley de Transparencia, mejorar los mecanismos de control y las incompatibilidades, despolitizar la justicia… Y sólo cuando todo esto se haya hecho se debería crear una web para presumir de la marca España, porque sólo entonces habrá motivos.