"La formulación de un problema es más importante que su solución." Albert Einstein.
Verán ustedes, si una persona que milita o siente simpatías por un partido será, seguramente, porque comparte sus postulados, acepta sus reglas y comulga con sus principios básicos; que son los que cimientan la propia existencia de la formación a la que se ha adherido. Si esta misma persona, fuere porque ha cambiado de opinión o porque anduviera equivocada al hacer su elección o porque se sintiese incómoda adaptándose a algunas de las reglas o principios del partido; no puede, no debe pretender ni tan siquiera intentar hacer que los valores o las reglas de la formación a la que pertenece o por la que siente simpatía cambien ni que el resto de miembros renuncien a sus criterios morales o éticos, sólo porque ella prefiriese que fueran otros. Tiene dos oportunidades de salir dignamente de esta situación: o bien darse de baja o adaptarse, si es que considera que las ventajas que tiene, permaneciendo bajo la disciplina de la formación, superan a los inconvenientes con los que deberá convivir.
A veces, señores, nos admiramos de que, incluso en los casos de directivos de las formaciones políticas, los haya que han medrado en ella a pesar de no compartir alguno o varios de sus valores fundamentales. Seguramente es porque piensan que se puede iniciar una reforma desde dentro, que permita cambiarlo o, acaso, que permaneciendo agazapado y fuera de las discusiones que se puedan producir sobre el tema, pasará inadvertido o, incluso, que el beneficio político, económico, de prestigio o de poder le compensa de tener que "tragar" con el sapo al que se ve obligado tolerar. Y es que, precisamente ahora que, después de dos años de postergación; después de que se haya permitido que el retraso les costase, probablemente, la vida a más de 200.000 fetos y de que las clínicas abortistas se hayan puesto las botas mediante una legislación laxa, permisiva y absolutamente amoral; el PP se haya puesto las pilas y haya acometido la reforma del aborto, sacando una nueva ley que sin contentar a todos aquellos que abominamos de tamaña masacre, sin embargo, se debe reconocer que, en comparación con la vigente Ley del Aborto socialista, existen importantes diferencias que pueden reducir sensiblemente aquellos abortos que dependían de una manera absoluta de la sola voluntad de la mujer, incluso en el caso de niñas.
Llegado a este punto, cuando, como era de esperar, los partidos de Izquierdas se han llevado las manos a la cabeza esgrimiendo su viejo eslogan de que las mujeres pueden disponer como quieran de su cuerpo, aunque ello suponga destruir a un ser viviente, indefenso y completamente inocente de la frivolidad con la que ejercieron el sexo sus progenitores que, ni siquiera, tomaron las más elementales precauciones para evitar que ello sucediera. No obstante esta reacción, por esperada, a nadie le puede llamar la atención; a pesar de que quizá, por la forma en la que se está llevando a cabo la protesta por socialistas y comunistas y la virulencia y falta de actitud democrática de aquellos que nos impusieron su propia ley, debiera de hacernos pensar en si estamos o no en un país democrático.
Pero no es de la oposición parlamentaria y extra parlamentaria de lo que queremos hablar; a lo que nos queremos recibir, lo que nos escandaliza, lo que está agotando la paciencia de afiliados y votantes del PP es que, a la hora de la verdad, cuando una ley sobre el aborto quiere poner un poco de sensatez sobre el tema, resulte que, entre los propios miembros de la cúpula de la antigua formación del señor Fraga Iribarne, están apareciendo topos, caciques autonómicos o señoras, algunas de ellas que se han caracterizado por hablar demasiado, equivocarse, mostrar su zafiedad en público y expresarse más como miembros del PSOE que como pertenecientes al PP.
Si la señora Celia Villalobos quiere continuar poniendo de los nervios por su cerrazón, incultura y ordinariez a los simpatizantes del PP, debiera dimitir y, si no, el señor Rajoy debiera de ponerla de patitas en la calle; porque es un verdadero desdoro para el partido. Ahora se sale con sus opiniones progresistas sobre el aborto para sembrar cizaña y darles gusto a los socialistas que ven con placer como, por primera vez, existe una discusión seria sobre una votación en el partido del Gobierno. Lo mismo podemos decir del señor Monago que no se sabe si por miedo a que los comunistas le retiren el apoyo o porque los populares se equivocaron a elegir a una persona de sus antecedentes para el cargo que ocupa, parece ser que se ha convertido en el enfant terrible entre los presidentes de autonomías del PP.
El que Rajoy, con su típica actitud paternalista, pretenda poner paz, zanje la cuestión y manifieste de forma ambigua que la ley es "equilibrada", no impide que, entre los seguidores y votantes se produzca la extraña sensación de que, aquel partido donde, desde el presidente al último afiliado, estaban convencidos de que los principios que defendía aquella Alianza Popular y los que, en la actualidad, su heredero el PP, seguían siendo los mismos; ahora se sientan traicionados, engañados y ajenos a las decisiones que se están tomando por la Dirección del partido. Nadie puede quitarnos de la cabeza que el nuevo equipo de la cúpula del partido ha traído ideas propias que no coinciden, precisamente, con las que la mayoría de los miembros de la base siguen manteniendo.
Ni es el momento para "hacer méritos", ni para cambiarse la camisa, ni para dar sensación de ruptura y mucho menos para dales ánimos y argumentos a los separatistas que sólo están esperando la ocasión de percibir debilidad en el Gobierno, para aprovecharse de ella y forzar una escisión del resto de España.Sí, señor Rajoy, la prioridad debe ser la economía y muchos compartimos esta idea, pero ello no debe significar que, fijarse solamente en el tema económico, signifique ir dando bandazos, cada uno de los cuales significa la pérdida de una serie de votos, como se viene demostrando en las sucesivas encuestas de intención de voto que se van sucediendo.
No se trata de que, la mayoría absoluta que el pueblo le concedió para que pusiera fin a los desmanes del señor Rodríguez Zapatero y sus seguidores, sólo sirva para dejar muchas cosas como estaban, sin aprovechar la ocasión (difícilmente repetible) que los españoles les ofrecieron votándoles mayoritariamente el 20N.
Estos significativos signos de resquebrajamiento de la unidad del PP, no son más que el reflejo del desencanto que, a nivel de la calle, viene cundiendo entre todos aquellos antiguos y fieles seguidores del PP, especialmente en la sufrida clase media, que habiendo puesto todas sus esperanzas de recuperación y de un cambio que nos devolviese a una situación, si no igual a la del año 2007, al menos una en la que se recobrase la paz, la concordia entre los españoles y una garantía de trabajo y seguridad; tienen que admitir que la mayoría absoluta no ha servido para nada y que todo, salvo la economía, sigue estando tan mal como antes.
Creo que, señor Rajoy, a usted no le queda otra opción que hacer un importante cambio de su ejecutivo; apartar a muchos de sus asesores y consejeros, y dedicarse a enterarse de verdad de qué es lo que está ocurriendo en esta España, amenazada por el separatismo y por la incompetencia de quienes la gobiernan. Al menos, señores, este es mi pronóstico de lo que nos espera a los españoles.
Miguel Massanet Bosch