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¿Cómo, una declaración llena de lagunas, basta para exculpar a la Infanta? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el febrero 10, 2014 por admin6567
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"Los apellidos famosos, en vez de enaltecer, rebajan a quienes no saben llevarlos" F. de la Rochefoucauld

 

Es posible que se trate de una extraña manifestación de stress o quizá sea un síntoma de la locura colectiva que parece que se ha apoderado del pueblo español, de sus instituciones, políticos, tribunales y gobernantes; pero, les puedo asegurar que hay ocasiones en las que me siento como si se me quisiera empotrar a la fuerza, se me embutiera a presión dentro de un cono gigante, de modo que mi cerebro acabara reducido al tamaño de la mina de un lápiz y mis posaderas y sexo se acoplaran a la parte de más ancha de la circunferencia de la base. De esta guisa me siento incapaz de razonar, de sentirme consciente de mi yo, de mis habilidades para relacionarme y de mis posibilidades, como miembro de la humanidad, de disponer de mi futuro. Una simple peonza manejada por fuerzas poderosas capaces de hacerla girar sobre su vértice, convertido en un mero cerebro de mosquito, simplemente entregada a sus instintos más bajos e incapaz de resistirse a la vorágine de aquel girar sin fin. Un efecto, sin duda, de impotencia, de desesperación y de pérdida de fe en la humanidad.

Yo no sé si existen en este país logias masónicas capaces de manejar los hilos de la política, las finanzas, la economía y la sociedad en su más amplio sentido; no sé, tampoco, si a nivel mundial se mueven grandes grupos de presión, poderosos monopolios de influencias o cárteles de señores de la guerra, que pueden influir en el comportamiento de las grandes magnitudes financieras o económicas, influir en las guerras, provocar levantamientos o hundir regímenes cuando a ellos les conviene o forma parte de sus proyectos de control de la Humanidad. Pero, lo que si puedo tener la percepción de aquellos acontecimientos que ocurren a mi alrededor, algunos de los cuales me parece vivirlos en sueños y otros que son tan reales que es imposible sustraerse a su irrefutable condición de entelequia.

No sé si, en la redacción del Código Penal, que parece que, el Gobierno, está elaborando, se van a dar redacciones nuevas a los artículos que traten de las circunstancias atenuantes o las eximentes, modificativas de responsabilidad penal en el caso de la imputación de algún tipo de delitos; lo que si recordamos es que una de las primeras reglas que se enseñan en la facultad de Derecho es que: "La ignorancia de la Ley no exime de su cumplimiento". Y nos referimos a todo ello por la inusual alegría de los abogados de la infanta Cristina, cuando finalizó su comparecencia para declarar ante el juez Castro. Parece que la propia infanta dio por hecho que había salido exonerada de las acusaciones que se le han formulado en cuanto a su participación en las sociedades Noos y Aizoon, en las que participaba en compañía de su esposo, el señor Urdangarín.

Sin embargo, tanto la acusación popular Manos Limpias como el resto de las acusaciones, con la salvedad del fiscal señor Horrac que, en su papel de "defensor" de la infanta, parece que sigue convencido de su inocencia de doña Cristina; siguen considerando que las contestaciones de la declarante han adolecido, en su gran mayoría, de falta de concreción; de generalización; de escurrir el bulto, amparándose en su absoluta fe en lo que hacía su marido; en alegar que no recordaba o que ignoraba algo que, sin duda, perecía razonable que debiera saber. Parece ser que esta pantomima de la defensa ya debiera de haber sido preparada de antemano, en las numerosas reuniones de la infanta con sus abogados, celebradas en la semana que ha precedido a su declaración ante el señor Juez. Como ciudadanos de a pie, que pretendemos ir atando cabos sobre este asunto, podemos pensar que lo que se está preparando es que, aunque el juez Castro decidiera imputarla, el previsto recurso de la defensa ante la Audiencia de Palma, como ya sucedió en la primera ocasión, volverá a descartar el procesamiento de la infanta, declarando improcedente la iniciación del juicio contra ella.

Sin embargo, no sabemos si, cuando se ha preparado un minucioso interrogatorio y el declarante se limita a alegar que no sabía, que no pensaba, que todo lo delegaba en su marido o que no veía nada de extraño; sin aportar información que ayudara a contrarrestar las imputaciones que se le hacían o dar datos que desmintieran los hechos ilícitos que se le atribuían o citar testigos o pruebas que desmontaran las acusaciones; no se puede decir que, como han argumentado los letrados Roca y Silva, "todo ha quedado aclarado" y que " no hay nada que impida que se exima a la Infanta de las acusaciones que pesan sobre ella". Y es que, señores, todo este asunto empieza a desprender un tufillo de componenda, empezando por las declaraciones de los peritos de Hacienda, cuando primero se reconoció que las facturas en litigio eran falsas y después, contra toda lógica, se aceptó que "aunque lo fueran" erandesgravables; por la actitud del Gobierno evidentemente favorable a la exculpación de la infanta y por todos aquellos medios de comunicación y tertulias de aquellos monárquicos que, antes de que se hayan acabado las diligencias del juez Castro, ya vienen afirmando que no hay nada que inculpe a la infanta, argumentando que todo se debe a una campaña de los antimonárquicos.

Resulta absurdo que todo se atribuya a una conjura judeo-masónica de los republicanos para desprestigiar a la monarquía, cuando ya es innecesaria, porque ha sido ella misma la que, a través de una serie de errores, decisiones equivocadas y matrimonios poco meditados, se ha ido segando la hierba debajo de sus propios pies. Ha sido la propia institución monárquica la que ha conseguido que su popularidad se viniera abajo y ahora, en unos momentos en los que su prestigio está más bajo, difícilmente las campañas que pueda llevar a cabo la Casa Real, el Gobierno o todos los monárquicos que todavía quedan en España, van a poder levantar a una institución que, a todas luces, ha quedado desfasada; en un siglo en el que se impone una modernización del país. Y conste que esto lo dice una persona de derechas, enemiga del comunismo, de los separatismos y de educación cristiana.

Lo peor que le puede pasar a la Casa Real es que la ciudadanía pueda percibir que se están moviendo influencias, se apela a encubrir actuaciones o se pretende cargarle toda la culpa al señor Iñaki Urdangarín, para así librar a la infanta de la parte que la pudiera corresponder en esta trama. Es muy probable que el yerno del Rey sea el que organizase el negocio en compañía de su socio, el señor Torres; es muy probable que la infanta se enterase más tarde de la ilegalidad de los negocios de su marido, pero en el 2006 SM el Rey ya le llamó la atención a su yerno y, desde aquel momento, reconocido por la propia Cristina, ella ya debió de insistir ante su marido para que le hiciese caso a su suegro. El hecho de que siguieran en sus trece y que ella se lucrase del incremento de la fortuna que consiguieron a través de la corrupción, el tráfico de influencias y la utilización del nombre del Rey para chantajear a las instituciones, con el fin de que pagaran por sus servicios; no se puede camuflar, obviar o negar, manifestando no estar al corriente de lo que sucedía en ambas sociedades cuando recibían dinero de ellas que les ayudaba a mantener un tren de vida superior a sus posibilidades con las ayudas de la Casa Real.

Un asunto que se ha alargado demasiado; que ha sido tratado, por ser quien es, con excesiva deferencia y que, el pueblo español, tiene el derecho a exigir una verdadera igualdad ante la Ley; todo ello sin que se deje de mantener la presunción de inocencia de la infanta. O así es como valoro yo, señores, esta complicada cuestión.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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