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El sofisma de la izquierda hipócrita y fracasada (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el abril 14, 2014 por admin6567
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"La humildad de los hipócritas es el más grande y el más altanero de los orgullos."

Martin Lutero


Hoy en día, en esta España de la LOGSE , de las manifestaciones diarias, del desprecio por las leyes que garantizan la convivencia y de los personajes callejeros que pretenden imponer al resto de la ciudadanía sus particulares ideas de cómo debe ser la sociedad, cuáles deben ser sus principios rectores y quienes han de ser sus dirigentes; no, por supuesto, los elegidos legítimamente en las urnas por el pueblo soberano, sino los que a ellos, una minoría progresista forjada en el lumpen de una autoproclamada "clase cultural selecta", les parecieran ser los defensores una hipotética libertad, tanto en cuanto a supuestos derechos personales como en lo relativo a las mismas relaciones con el resto de la sociedad; lo que lleva implícito que, lo que para uno pudiera considerarse derechos legítimos en el ejercicio de su libre albedrío para otros, los que tuvieran que soportar los excesos y las molestias de aquel, pudieran considerarse que chocaban con lo que estimaran ser el propio derecho al ejercicio de sus propias libertades.

En este país son muchos los que creen que, el simple hecho de haber nacido, ya supone que el resto de la sociedad tiene la obligación de hacerse cargo de sus necesidades. Es cierto que nuestra Constitución establece una serie de derechos que todo ciudadano puede reclamar, que garantizan un mínimo de asistencia y protección para todos los españoles, pero es obvio que se refieren a casos extremos en los que el presunto beneficiario no tenga posibilidad de trabajar por causas ajenas a su voluntad y no se deban a la propia incuria y falta de interés en hacerlo, achacables al propio sujeto.

Por desgracia, a pesar de los esfuerzos de los distintos gobiernos para que todos los españoles alcancen un determinado nivel cultural; es evidente que existe una gran parte de nuestra ciudadanía que piensa que ilustrarse es algo que no les compete, que prefieren dedicarse a ver programas televisivos o partidos de fútbol en lugar de leer libros, estudiar, interesarse por publicaciones de carácter científico o de divulgación cultural, escribir o leer periódicos, más allá de lo que son las informaciones deportivas. Por ello, podemos decir que una gran parte de los españoles son susceptibles de ser arrastrados por cualquier agitador que sepa tocar con habilidad temas sociales en los que, más que un examen profundo de las causas que dan lugar a una determinada situación económico social de la nación, se centran en tópicos, argumentos fácilmente asimilables por una audiencia que prefiere no tener que pensar demasiado y que se deja conducir, con facilidad, por cualquiera oportunista avispado que les regale los oídos hablándoles del reparto de la riqueza y, en especial, cuando este reparto se les ofrezca sin tener que esforzarse para conseguir beneficiarse, sin dar golpe al agua, de una parte de lo que otros se han ganado con su conocimiento, habilidad, arte, esfuerzo y trabajo.

Así tenemos que, en España, la izquierda y la extrema izquierda, acompañadas durante los últimos años por los nacionalismos excluyentes; se ha valido de su dominio de los medios de comunicación, de sus infiltrados en la enseñanza y de sus sindicatos en las empresas, para conseguir adeptos, precisamente de entre esta parte, parte numerosa, de la sociedad, que siempre está dispuesta a enfrentarse a los empresarios, el orden y el progreso; buscando en las actitudes reivindicativas, revolucionarias, igualitarias y demagógicas, el medio de establecer un tipo de igualdad basado, estrictamente, en una distribución paritaria, absurda e inviable, de los bienes y recursos generados por la sociedad; sin que se valore el derecho preferente a poseerlos de aquellos que, con sus conocimientos, sus facultades, sus esfuerzos, sus sacrificios, sus privaciones y su inteligencia, han contribuido a crearlos, producirlos, perfeccionarlos y generalizarlos para que el resto de ciudadanos puedan también disfrutar de ellos.

Esta España de la izquierda tiene sus propios caciques, sus millonarios, sus hipócritas que simulan preocuparse por los pobres y desamparados, desde posturas privilegiadas. Es muy curioso que, quienes presumen de ser ateos, quienes no creen en lo trascendente y reducen sus aspiraciones al período enmarcado entre el nacimiento y la muerte de las personas; censuren las injusticias existentes entre pobres y ricos; entre poderosos y necesitados o entre inteligentes y tontos. Resultan más censurables, más farsantes y falsos santurrones aquellos que, fingiendo preocuparse por los que carecen de bienes, poseyendo ellos fortuna, poder o fama; estando convencidos de que la muerte es el final de todo y, no obstante, no ponen de su parte lo necesario para que, aunque sea a cargo de su propia fortuna, mediante sus aportaciones y sacrificios, remediar en lo posible las necesidades de los que están pasando apuros; sabiendo que, al "no existir nada después de la muerte", no van a tener quien haga justicia; como es el caso contrario de aquellos que tienen creencias, que esperan y tienen fe en que, después de esta vida, habrá otra en la que serán compensados y premiados de acuerdo con sus conductas, virtudes y méritos, conseguidos con sus sacrificios, sus privaciones y su enfermedades.

Cuando escuchamos a los líderes de quienes sostienen que el mundo debe ser igualitario, sin las grande diferencias, sin pobres ni ricos; al estilo del que sostenían los grandes vudús del comunismo bolchevique ( lo que no les impedía vivir como millonarios y disfrutar de todos los vicios y privilegios de los que hubiera podido gozar cualquier "asquerosos capitalista"), no podemos dejar de preguntarnos si no se sienten avergonzados de acusar a las derechas, a los empresarios, a los banqueros y a los millonarios de ser el azote de los desheredados de la fortuna, cuando saben positivamente que, entre ellos, entre los suyos, los hay a los que les sentaría como un guante aquello que critican a los ricos y poderosos con los que se ensañan.

Es notable que este antisistema, refugiado en la Cuba del señor Fidel Castro, Willy Toledo, haya escrito un libro titulado "Razones para la rebeldía" en el que pone de chupa de domine a muchos de sus compañeros de la farándula, acusándoles de "panda de cobardes" y en el que se duele de que "compañeros de profesión" como Imanol Arias y Emilio Aragón que "han pasado a ser empresarios y, por tanto, quieren ganar mucho dinero y, para conseguirlo explotan al personal" ¿Duro, no? Pues no se pierdan lo que dice de Felipe González. Según él: "el PSOE forma parte de la estrategia que diseño la CIA a la muerte de Franco" y añade: "Buscaron a un líder y encontraron a Felipe González, que ha servido de lacayo del capital desde el primer día que fue elegido para liderar el país, amigo íntimo de la criminal familia real marroquí y consejero de Gas Natural, donde cobra un pellizco de 126.500 euros anuales". Quizá se haya olvidado de la "estrecha relación" de Felipe con el hombre más poderoso del Mundo, el millonario mexicano, Carlos Slim. Ya se sabe "quien se arrima a…".

Claro que los hay que, cuando se han convertido en millonarios, han roto el carné de PC como ha sido el caso de Ana Belén (una de las más furibundas comunistas) y su marido Victor Manuel. También se refiere a Alejandro Sanz al que también tacha de millonario egoísta encausado por evasión de impuestos. En fin, ustedes mismos pueden juzgar a esta pléyade de "izquierdistas" de boquilla, que si bien protestan de la derecha no, por ello, renuncian a darse la gran vida, aunque hayan millones de personas que pasan hambre a las que pudieran ayudar. Y así es, señores como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos, asqueados, las miserias del comunismo hipócrita.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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