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El juego incongruente del optimismo exagerado y el pesimismo destructivo (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el mayo 2, 2014 por admin6567
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"El cuerpo político lo mismo que el humano, comienza a morir desde el momento de su nacimiento y lleva en si mismo las causas de su destrucción" J.J. Rouseau.

 

Se dice que el hombre es el único ser de la humanidad capaz de volver a tropezar con la misma piedra. Vean como la raza humana ha ido dando tumbos desde que se tiene noticia de su implantación, como un animal racional, en la Historia de este planeta llamado Tierra; sin embargo, no ha sido capaz de sacar provecho de las veces que se ha equivocado, de las guerras a las que ha tenido que enfrentarse, de las enfermedades que lo han venido diezmando ni de las bofetadas que la vida le ha ido propinando, en su largo y espinoso peregrinaje a través de la Historia de la Humanidad. Y ¡así nos va!

Estamos en unos momentos en los que nuestra nación pasa por una etapa especialmente dura, tanto en el aspecto económico como en el social, en la que nos tenemos que enfrentar a circunstancias adversas, no sólo debidas a nuestros numerosos problemas internos, sino también por lo que respecta nuestra relación con nuestros vecinos y colegas, el resto de países con los que integramos la UE. Por una parte, nos hemos visto obligados a aceptar las directrices que se nos han impuesto desde Bruselas y por la otra, la necesidad de ajustarnos a una serie de ajustes internos, dolorosos y especialmente lacerantes para una parte de la ciudadanía, la más débil económicamente; con la única finalidad de evitar tener que pasar por el trance humillante de vernos obligados a ser objeto del rescate por parte de la CE ( cuyas consecuencias hubieran sido todavía más duras y seguramente difíciles de aceptar, por lo que hubiera supuesto la privación o disminución de muchos de los beneficios sociales de los que venimos disfrutando, tales como recortes de las pensiones; copago de la asistencia sanitaria; mayor libertad de despido y una reducción radical en cuanto a las indemnizaciones por reducción de plantillas)

Las consecuencias han sido que, entre los parados que se fueron gestando durante la infumable dirección del señor Rodríguez Zapatero y su equipo de gobierno; que consiguieron dejar a España a las puertas del crack económico y abocada a una inevitable intervención de Europa para rescatarnos y los que, la inercia originada por el cierre de cientos de miles de empresas y autónomos, ha acumulando a los, casi cuatro millones de parados, heredados de la anterior legislatura; el contingente de españoles en paro ha llegado a una cantidad tan desorbitada que cualquier buena noticia que pudiera llegar de la macroeconomía del país, queda automáticamente diluida ante el hecho indubitable de que, casi un 26% de los trabajadores españoles, se hallan sin trabajo, muchos de ellos sin percibir la prestación, por agotamiento del plazo prescrito.

De aquí que, cuando estos días en los que hemos entrado en la precampaña electoral para las elecciones que van a tener lugar en España, para elegir a los parlamentarios que han de formar parte de la nueva Asamblea de la Comunidad Europea; nos volvamos a enfrentar a los habituales vicios, ya todo un clásico en estas ocasiones, consistentes en un subidón de optimismo por parte del Gobierno de la nación que, de pronto, parece darse cuenta de que, en el país, por un milagro atribuible a la necesidad de captar votos, todo son buenas noticias económicas; magníficas perspectiva de aumento de empleo, hasta 600.000 nuevos empleos en dos años; crecimientos espectaculares del PIB y un repunte de la auto estima de todos, de modo que, si no nos ponemos a bailar y tocar la pandereta, no es más que a causa de un simple y saludable instinto que nos advierte de que esto ya ha sucedido en otras ocasiones, tanto en los tiempos de Zapatero como cuando el PP nos ofrecía un cambio radical en la recuperación del país; en el momento en que ellos estuvieran en el poder. Una sensación de deja vú que nos confirma en nuestra desconfianza hacia los políticos.

Tampoco se quedan mancos los Sindicatos y los partidos de la oposición, con especial mención al PSOE del señor Rubalcaba y su candidata, la señora Elena Valenciano que, al contrario que el Gobierno, han decidido, por su parte, negar cualquier atisbo de mejora; soslayar las alabanzas que Europa nos ha dedicado por nuestras avances económicos, por la recuperación de nuestros bancos y por el espectacular cambio que ha experimentado la financiación bursátil, gracias a la mejora de la confianza de los inversores; que está permitiendo grandes ahorros en intereses y primas, debido a la espectacular reducción de la Prima de Riesgo (alrededor de los 158 puntos) cuando, apenas hacía dos años, estábamos rondando los 700 puntos. Pero la izquierda ha decidido que, en esta campaña, se le niegue el pan y el agua al Gobierno, utilizando para ello la habitual propaganda en la que se falsean los datos, se esconden los avances y se pinta un panorama tan negro que nos recuerda, precisamente, aquel que, estos que ahora se ofrecen para "salvar" a España, nos dejaron después de 7 años de mal uso del dinero público, despilfarros insostenibles en subvenciones sociales y errores garrafales en el enfoque de la política financiera y económica, debido todo ello a un gobierno incapaz de enfrentarse a una situación difícil y completamente desafortunado en sus relaciones y encuentros internacionales.

Ya no hablemos del papel de unos Sindicatos, especialmente los dos mayoritarios, CC.OO y UGT, conducidos por unos líderes completamente incapaces de adaptarse a los tiempos modernos; cargados de los resabios del pasado e incapaces de controlar a sus subordinados, que han convertido en verdaderos pozos de corrupción a algunas de sus delegaciones en las distintas autonomías, como es el caso de Andalucía, convertidas en el objetivo de la Justicia, juntamente con la misma Junta de Andalucía, varios de cuyos dirigentes parecen estar imputados en temas de posibles corruptelas. En estas condiciones el que, estos sindicatos, se lancen a las calles acusando a la patronal y al Gobierno de no ocuparse de los trabajadores, cuando ellos son los que están acusados por estafar a los parados en el caso de los ERE o en el de los presuntos fraudes en los cursos de reciclaje, destinados a conseguir que los parados sin preparación consiguieran aprender un oficio que les permitiera ocupar un puesto de trabajo distinto; no es más que el más burdo ejercicio de hipocresía.

El destino de las subvención que, con este destino, había suministrado el Estado, en lugar dedicarse al fin para el que estaban destinadas, acabaron en los bolsillos de sindicalistas, funcionarios corruptos, advenedizos y comisionistas que, gracias a ello, se convirtieron en millonarios. Que vayan ahora proclamando por ahí que son las reformas del mercado de trabajo las culpables del número de desempleados, no es más que un ejercicio de cinismo, cara dura y desvergüenza; contagiados de la repentina amnesia de la señora Valenciano que, habiendo sido eficaz colaboradora del gobierno de Zapatero, durante sus dos legislaturas, parece que se ha olvidado de cómo dejaron al país cuando se lo entregaron al PP.

No se extrañen, unos y otros, de que, los españoles, hayamos llegado a la conclusión de que es precisa una verdadera regeneración democrática que impida que la corrupción, los malos hábitos, los politicastros, los sindicalistas y los separatistas se conviertan en un lastre insoportable para la nación. Puede que los ciudadanos, en estos comicios que se avecinan, decidan castigar a unos y a otros, para que se den cuenta de no se puede engañar al pueblo para que los vaya a votar. O así es, señores, como, desde la óptica de ciudadanos de a pie, nos lamentamos de nuestros políticos.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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