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Cuidadito con los experimentos. Coaliciones y reformas de la Constitución en las mentes de Rajoy y del PSOE (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el mayo 15, 2014 por admin6567
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Fuimos grande defensores de que, hace unos años, cuando la crisis estaba en su apogeo y las posibilidades de que, España, tuviera que ser rescatada por Europa, de una gran coalición de partidos que, juntos, hubieran tirado del carro de la gobernabilidad del país, olvidando sus rencillas particulares en aras del bien común de todos los españoles. Pero estamos hablando en pasado, porque aquella oportunidad ya caducó, las circunstancias han cambiado y, hoy en día, nuestra nación se enfrenta a otros retos que, no por ser distintos, son menos importantes. Es evidente que los políticos están inmersos en un mar de confusiones, despistados y faltos de energía, para enfrentarse a una amenaza que, o por venir de hace años o, precisamente, por ello, la habían dejado incubar sin darle la importancia que tenía, ya que suponía una amenaza soterrada, pero importante, a la unidad e integridad de la nación española.

El separatismo que se sacó de la mano el señor Artur Mas con su famoso "derecho a decidir", precisamente en un momento en el que la nación estaba sumida en una de las peores crisis por las que ha tenido que pasar, y los respectivos gobiernos del PSOE y del PP estaban empeñados en encontrar las soluciones que ayudaran a evitar la amenaza de que, España, cayera en default viéndose obligada a aceptar, tal y como tuvieron que hacerlo Grecia y otros países, que la UE pusiera en marcha un rescate que, dada la importancia de la economía y el volumen de nuestra nación, era dudoso que tuviera éxito y, con toda seguridad hubiera significado una gran catástrofe para el pueblo español y, posiblemente, para la misma UE.

Seguramente fue un estrategia de CIU y de ERC para poner en un brete a los dos partidos mayoritarios; conseguir (como han logrado) que los comunistas (que siempre están a la que salta) vieran la ocasión de sembrar cizaña y de sacar provecho de tal circunstancia y se pusieran de su parte y que, los del PSC, se encontraran entre la espada en la pared, atrapados entre su lealtad al PSOE y su imperativa necesidad de mantenerse en Catalunya, adoptando una postura de nacionalismo extremo. Todo ello ha constituido un peligroso cóctel Molotov, que ha caído en medio de la crisis y que viene amenazando con estallar al menor descuido que se produzca entre los dos partidos mayoritarios si, en cualquier momento, alguno de ellos se desmarcase de la defensa de la unidad de España y de los preceptos de nuestra Constitución de 1.978, sobre la imposibilidad de que se produzca una escisión unilateral tal como proponen los nacionalistas.

Sin embargo, no parece que el señor Rajoy y su equipo de gobierno tengan las ideas claras al respecto y, para un observador de la política, ciertas insinuaciones, determinadas opiniones y algunos globos sonda salidos de Génova, nos empiezan a sonar a componenda, pánico escénico y lo que parece que se ha constituido en algo habitual cuando la derecha ostenta el poder: la incapacidad de gobernar con firmeza, el miedo a que se los tache de dictadores

(Algo que, sin embargo no les pasa a los socialistas cuando ostentan el poder) y la tentación de ir prolongando las situaciones molestas para ver si, con el tiempo y haciendo como si no se enterasen, el problema se soluciona por sí solo. Esto ha sido, precisamente, lo que viene ocurriendo con Catalunya y lo que parece que impulsa a Rajoy a pensar en la posibilidad de aceptar un gobierno de coalición entre el PP y el PSOE del señor Rubalcaba.

Claro que, para que exista una posibilidad de establecer una coalición, es preciso que ambas partes estén de acuerdo, que se dejen aparcadas las tiranteces existentes entre ambas formaciones y que se cimienten aquellos temas en los que exista unanimidad. En principio se ha elegido un mal momento para dejar filtrar esta posibilidad; en primer lugar, porque en vísperas de elecciones el señor Rubalcaba, al que se puede acusar de todo menos de ser un pardillo, no iba a renunciar a cargar las tintas contra el PP, para darle así la ventaja al partido opositor. Pero es que todavía quedaría por ver si, en el caso en que ganase el PSOE las elecciones europeas, se iba a prestar a renunciar a la ventaja que tal victoria le iba a proporcionar de cara a las elecciones generales, que ya no se ven tan lejanas y, en el caso de que fueran derrotados, si Rajoy considera a Rubalcaba como clave de la posible coalición; lo más probable sería que, a don Alfredo, le quedasen pocos días al frente de su partido, lo que, con toda posibilidad, daría paso a otros líderes menos flexibles y más partidarios de mantener el viraje hacia la izquierda, en su intento de neutralizar los espectaculares avances de la IU de Cayo Lara.

Lo preocupante es que, en este PP del señor Rajoy, ya se empiezan a notar síntomas de una cierta disgregación, de lo que el señor Aznar no consistió nunca que se produjese, es decir, de que empiezan a engendrarse distintas opiniones respecto a la política a seguir; que ya se detectan camarillas dispuestas a presentar cara, como se advierte en el sistema de la financiación de las comunidades autónomas, donde comunidades como Murcia, Valencia o Madrid se sienten afectadas por el retraso del Gobierno de entrar en el tema de la nueva financiación ( parece que está dispuesto a posponerlo hasta finales de año) e intentan que se les anticipe una mejora. No creo que fuera acertado provocar, en estos momentos, una escisión, como seguramente se produciría si se entrase en la posibilidad de hacer una coalición de gobierno con el PSOE; algo que, por otra parte, no parece ni necesario ni beneficioso para España que lo que necesita es mantener su política europea y evitar cualquier enfrentamiento (algo que necesariamente ocurriría si el PSOE entrase en el gobierno) con la UE y la CE.

Por otra parte, es posible que en Génova no se hayan dado cuenta o, al menos, lo disimulan, del cabreo generalizado entre muchos de sus simpatizantes y votantes, ante los incumplimientos sistemáticos de sus promesas electorales, la aplicación de una política evidentemente de izquierdas, como ha sido el aumento indiscriminado de los impuestos, la congelación de las pensiones, las rebajas de salarios y la falta de una política clara de empleo, que les hubiera permitido bajar el desempleo, si los bancos, en lugar de hincharse comprando Deuda Pública, hubieran dedicado una parte de sus beneficios a ir concediendo créditos para dinamizar la recuperación industrial y mejorar la oferta y la demanda interior.

Lo que sucede es que tenemos la inquietante sensación de que, aparte de la teatralización de sus desacuerdos, el señor Rajoy y el señor Rubalcaba parece que nos ocultan pactos secretos o que, el segundo, se ha convertido en un mediador entre los separatistas catalanes y el Gobierno de la nación. Existe un cierto tufillo a que el proyecto del PSOE, aquel que se le ocurrió al señor Pere Navarro del PSC, de la federalización de España, aunque oficialmente ha sido desestimado; no obstante, observen que el señor Jáuregui insiste en ello y en que, para el 2015, el PP convocara nuevas legislativas, disolviendo las cortes, para estudiar un nuevo modelo de Constitución que contemplara la posibilidad de una España federal. ¿Está tan lejos Rajoy de esta propuesta? Cuando el río suena agua lleva.

En fin, así es como discurre la política. Esperemos que no se cumplan los malos agüeros. O así es como, señores, desde el punto de vista del ciudadano de a pie nos tememos, posibles e ignominiosas, bajadas de pantalones.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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