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Los ciudadanos, disgustados con nuestros políticos, decidimos no votar (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el mayo 18, 2014 por admin6567
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"Mejor una corrección manifiesta, que el amor que no se muestra con obras" Sagrada Biblia.


En ocasiones nos preguntamos ¿qué pintamos los ciudadanos en esta especie de campo de Brabante en el que se discute de todo, se lanzan dardos incendiarios los unos a los otros, se descalifican y se sacan los trapos sucios a airear, en un alarde de incontinencia verbal, escasez de sentido común y desprecio por aquellos temas que preocupan e interesan de verdad a la ciudadanía? Las elecciones que se vienen celebrando en este país; parece que han dejado de ser una competencia civilizada en la que se exponen los programas de los partidos políticos; una comparación detallada de los distintos métodos de gobernar y un análisis ponderado de los pros y contras que aporta cada sistema político al bienestar colectivo y al progreso de la nación.

Es obvio que, los tópicos a los que se viene recurriendo por las distintas formaciones en liza, para conseguir llevarse el gato al agua en estas elecciones para el Parlamento europeo; no tienen nada que ver con lo que se pretenda que sea una Europa comunitaria ni en cuales deben ser sus objetivos económicos o su legislación unitaria o, incluso, en el planteamiento de una Constitución común, algo en lo que se fracasó cuando se intentó abordar el tema. Al menos, por lo que respecta a España, todos los debates que se han producido poco han tenido que ver con Europa y sí, mucho, con temas en los que existen discrepancias sobre materias internas que, sí podrían ser objeto del debate parlamentario, poco o nada tienen que ver con los problemas que ahora mismo están siendo la preocupación de la CE, ni con los programas precisos para que puedan superarse los restos de la crisis y permitan darle un nuevo empujón hacia el reforzamiento de la economía, las finanzas, el empleo, y, en definitiva, la recuperación y consolidación de este gran proyecto común que es Europa.

No en vano los partidos mayoritarios han cosechado, en estos últimos años, la mayor cota de impopularidad, por haberse dedicado a enfrentamientos baldíos, a echarse basura los unos a los otros y a entorpecer la labor del Gobierno en sus esfuerzos para sacar a España de la crisis. El PP, del señor Rajoy, si es cierto que ha trabajado mucho y con bastante éxito en recuperar, ante Europa y los inversores bursátiles, el prestigio y la confianza que los socialistas derrocharon durante las dos legislaturas anteriores; tampoco ha sabido o ha querido cumplir con sus compromisos electorales, dejándolos para más adelante u olvidándose de otros temas que prometió solucionar cuando pedía el voto para él. El PSOE no ha levantado cabeza desde la abultada derrota del 20N del 2013.

El señor Rubalcaba ha fijado el norte de su política, únicamente en desgastar al gobierno del PP, sin que la trayectoria del PSOE, durante esta última legislatura, haya consistido en algo más que en cometer errores, en evitar que los numerosos casos de corrupción que se vienen destapando allá donde todavía gobierna, acaben con la poca credibilidad que le queda a su partido; sin que haya encontrado otro método de defensa que el intentar sacar provecho del caso Gürtel, que tanto daño ha hecho al PP. Ni un intento de colaboración en la tarea de sacar a España de sus problemas nacionales o internacionales; ni un pacto para acabar, de una vez, con los independentismos vasco y catalán, ni un intento de limar asperezas en los acuciantes problemas causados por el alto desempleo, el mayor de Europa, que afecta a nuestra nación. Un balance decepcionante para quienes han visto que, su vida, ha sido afectada por una crisis que cogió por sorpresa al gobierno de Rodríguez Zapatero, que se reaccionó tarde y torpemente y que, cuando tiraron la toalla y entregaron el mando al PP, en lugar de cooperar para remediar el desaguisado que dejaron; han hecho todo lo contrario, intentando culpar al nuevo gobierno por no haber podido solucionar los resultados de lo que fue la política más absurda, incongruente, decepcionante y destructiva de todas las que se hubieran podido imaginar.

Una vez más reclaman, todos los partidos políticos, el voto para las europeas. Los dos mayoritarios, para mantenerse en el machito, asustados de las informaciones que las encuestas les van trasmitiendo sobre el anunciado incremento del absentismo y temerosos de que, el voto restante, pudiera ir a parar a otros partidos minoritarios que, todo hay que decirlo, al no haber tenido responsabilidad alguna de gobierno, tienen la ventaja de que, lo que prometen que van a hacer, todavía no ha sido desmentido por sus hechos, cuando pudieran ostenten el poder. Mención aparte es el caso de los separatistas, que cometen la sinrazón de presentarse en nombre de partidos españoles para entrar en el Parlamento Europeo en representación de un país del que vienen anunciando que se van a separar ¿Por qué tanto interés en entrar en la política europea si, en el caso de que consiguieran la independencia ( algo que fijan para pronto), deberían abandonarlo ante la imposibilidad de representar a España, por no formar parte de ella, ni a Catalunya, por estar excluida de la CE por la propia legislación europea.

Lo cierto es que, pese a la propaganda de todos los partidos, pese a sus promesas y ofertas, a sus intentos de anunciarnos un futuro feliz, lo que verdaderamente nos tira a muchos españoles, de la derecha y de la izquierda, es proporcionar un serio correctivo a esta democracia de que nos hemos dotado. Una democracia en la que no se respetan las reglas para que pueda ser considerada como tal; en la que unos se muestran desleales y otros recurren a actos antidemocráticos para intentar, utilizando métodos ilícitos o utilizando derechos legítimos para, extralimitándose en su ejercicio o introduciendo factores violentos, intentar derribar por caminos inconstitucionales a un gobierno legítimamente constituido. Una democracia que, en ocasiones, nos hace añorar tiempos pasados en los que España se desenvolvía dentro de un cierto orden, había trabajo para todos, existía seguridad en las calles y la ley y el orden se mantenían con firmeza contra aquellos que intentaban luchar para lograr el caos.

Admito que las elecciones europeas son importante; acepto que dependemos en gran parte de quienes tengan el poder en la UE, pero la tentación de darles en el morro a aquellos a los que les otorgamos toda nuestra confianza; a los que les dimos una mayoría absoluta para que le dieran un gran baldeo a una nación que lo necesitaba; cada vez resulta más fuerte. El caso es que, en lugar de aprovechar tan favorable coyuntura para actuar con valentía y poner remedio a las claudicaciones, pactos forzados, destrucción de los valores y libertades de las personas y, especialmente, acabar con los ataques a la vida de los nasciturus, los abusos cometidos contra de la Iglesia católica o las agresiones a las buenas costumbres; que de manos de gobiernos de izquierdas, han conseguido transformar a España en el paraíso de los gays y lesbianas, el rincón predilecto de las mafias de Europa; el receptáculo en el que se acumulan, tal como ocurre en Italia, toda una invasión de inmigrantes que, curiosamente, parece que ninguna nación de Europa, de esas que critican si se hace lo necesario para impedir que entren por la fuerza por nuestras fronteras, parece dispuesta a hacerse cargo de ellos; el Gobierno del PP parece que ha preferido negociar, pactar, ceder y posponer con la oposición de modo que la mayoría de sus promesas han quedado en saco roto.

En esta ocasión, los ciudadanos tenemos derecho a manifestar nuestro desencanto, expresar nuestro rechazo y demostrar nuestra indignación a los políticos y sus engaños, absteniéndonos de acudir a las urnas. Sea la abstención el recuerdo, a toda la clase política, del respeto que le deben a su ciudadanía. O así es como, desde la óptica del ciudadano de a pie, vemos estos comicios europeos.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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