
Se pueden hacer todas las suposiciones que se quiera, pero respetar a los ciudadanos significa no dar por hecho lo que van a decidir. No tratarlos como a un rebaño. Lo que intenta hacer el bipartidismo es ofrecer una imagen de la realidad imposible de alterar. Algo que no va a cambiar nunca. PP y PSOE se ven a sí mismos como eternos y tratan de que así los vean también los españoles. "Ven a tu equipo", dice un lema socialista. Aparte del lamentable espíritu hooligan, da a entender que existen equipos inalterables, como en el fútbol. ¿Qué pasaría si nadie votara a Valenciano el domingo? Que no habría equipo. ¿Qué pasaría si muy pocos votaran a los "partidos grandes"? Que se harían pequeños. Esto es lo que está en juego.
La mejor decisión que pueden tomar los ciudadanos es hacer grandes a los que tienen grandeza y reducir a la insignificancia a quienes han demostrado su mezquindad
Son innumerables las grandes organizaciones que se han desmoronado de un día para otro. En retrospectiva, sabemos que tenían cimientos de papel, pero cuando se vinieron abajo casi todos se sorprendieron. Cayeron los grandes imperios de la antigüedad. Cayó el Antiguo Régimen tras la Revolución Francesa. Cayó el muro de Berlín (y todo el bloque comunista) por el error de una burocracia corrupta. Cayó el poderoso banco Lehman Brothers, como habría caído Bankia si no la hubiera sostenido el dinero de los españoles y los europeos. Todos cayeron, y eso que no dependían del voto de la gente, sino sólo de sus propios medios.
Hay que recordar que cuando dicen "grande" hablan de tamaño, no de grandeza, y que lo contrario de la grandeza es la mezquindad. Hasta ahora han sido grandes, pero esto no ha servido de nada a los pequeños ciudadanos. El esclavo egipicio se beneficiaba escasamente del gran tamaño del imperio del faraón Keops, y a sus sirvientes les sería de poco consuelo pensar en las dimensiones de su pirámide cuando fueron enterrados vivos junto al cadáver de su amo. Al Capone llegó a tener un enorme imperio criminal que no ha pasado a la historia por su aportación al bien común. También cayó de una manera original. Muchos españoles se sienten respecto de la política como Jack Nicholson y su familia en el gigantesco hotel de El resplandor: aislados y con la única compañía de espíritus malignos. Estarían más a gusto en un apartamento rodeados de amigos.
Cuando se abren los colegios electorales, antes de que se deposite el primer voto, no hay partidos grandes y pequeños como no hay españoles de primera y de segunda
El tamaño excesivo puede deberse a una enfermedad. Gigantismo, elefantiasis, hipertrofia. Quienes las padecen preferirían no ser tan grandes. El problema de muchas organizaciones es que creen que es una virtud lo que es un mal. No saben que están enfermas. Y el problema de los ciudadanos es que, cuando los partidos enferman, son ellos los que sufren los síntomas. ¿Influencia? Hace mucho que PP y PSOE apenas la tienen en Europa. Han tenido muchos diputados, pero quizás habría sido mejor para todos que hubieran tenido menos y hubieran trabajado más. Francisco Sosa Wagner, el único eurodiputado de UPyD hasta la fecha, ha logrado, a base de esfuerzo y sabiduría, tener más influencia en Bruselas que cualquiera de las hipertrofiadas delegaciones de socialistas y populares españoles. Y mucha más grandeza.
Cuando se abren los colegios electorales, antes de que se deposite el primer voto, no hay partidos grandes y pequeños como no hay españoles de primera y de segunda. Esto será especialmente cierto el próximo domingo, cuando las elecciones se celebren en circunscripción nacional y la Ley Electoral apenas discrimine entre votantes. Entonces, serán éstos, los votantes, los que decidan el tamaño de cada partido en Bruselas. En cambio, la grandeza, dependerá de lo que hagan los diputados con los votos recibidos. La mejor decisión que pueden tomar los ciudadanos es hacer grandes a los que tienen grandeza y reducir a la insignificancia a los que han demostrado su mezquindad.