Creo que las elecciones Europeas en España han dejado al descubierto una peligrosa tendencia a una atomización y profusión de formaciones políticas, una tendencia que ha ido surgiendo como setas a medida que, el descontento, se ha ido apoderando de la ciudadanía a causa de la crisis económica y la subsiguiente falta de trabajo. Si ha habido una primera y profunda desafección, primero hacia el PSOE por haber sido el partido que con su forma de gobernar permitió que España se sumiera en una crisis y recesión que nos condujeron al borde del rescate y, en segundo lugar, hacia el PP por haberle correspondido emprender unas políticas de recortes, de aumento de impuestos y de incumplimiento de muchas de sus promesas electorales; es evidente que ello ha contribuido a que, aquellos partidos extremistas, movimiento populistas y de indignados hayan ido cristalizando en distintas formaciones que han pretendido entrar en política, ayudados por el desencanto de muchos ciudadanos que no se han conformado con seguir soportando la carga de la depresión y buscan, ansiosos, un clavo al que asirse que es posible que crean encontrar en esos nuevos Mesías de la izquierda, que prometen mejorarles el nivel de vida y sacarles de la pobreza, sin que sean capaces de decir con claridad cómo se proponen conseguirlo.
La deblacle sufrida por los dos principales partidos del país, PSOE y PP, les ha dado alas a multitud de pequeños corpúsculos a la izquierda de IU, la mayoría de ellos sin presencia testimonial, pero que, no obstante, como la ERC, en Catalunya, han conseguido resultados que, en toda su larga vida política nunca hubieran pensado obtener. Sin duda, todos estas formaciones, con 1 o 2 representantes para el Parlamento Europeo, quedarán fagocitados, juntamente con otros muchos, dentro de grupos que tendrán que compartir con otros que, con toda probabilidad, no compartan sus objetivos ni, incluso, sus políticas. Sin embargo, no deja de ser preocupante por el efecto distorsionador que puedan tener en futuras elecciones, las municipales ya están a la vuelta de la esquina, y principalmente en las legislativas del 2016.
Lo más preocupante, para España y los españoles, será que la aparición de grupos como el liderado por Pablo Iglesias ( también se las trae la semblanza del nombre), el recién estrenado Podemos que, de forma increíble y en apenas con seis meses de existencia, ha conseguido la friolera de más de 1.200.000 votos, con cinco puestos en el PE, situándose en la quinta posición del país, con 5 escaños en Bruselas. Lo curioso es que, cuando el proyecto comunista de Marx y Lenín ha quedado obsoleto, desacreditado, fuera de uso y desechado en toda Europa; una nueva cepa parece que quiere resurgir en España de la mano de este joven que, en su ideario, no tiene nada nuevo que aportar y sí mucho de lo viejo que condujo a la miseria a todos los países de detrás del telón de Acero. Pero, entre la juventud española, aquellos años del derrumbe del comunismo en Europa ya no son más que datos históricos, apenas si los habrá que hayan vivido aquella época y, en todo caso, sería durante su infancia; por consiguiente estas ideas, propuestas y medidas económicas, tales como fijar una salio mínimo para todas las personas y uno máximo del que no se pueda pasar, para una juventud en paro que, lo único a lo que aspira, es a trabajar y divertirse; es muy posible que le suene a música celestial.
Claro que la vida no funciona tal y como la presenta el señor Pablo Iglesias, ni resulta tan fácil conseguir el dinero para poder pagar un salario mínimo a todo el mundo, trabaje o no, ni resultaría eficiente y práctico que a una persona capacitada para ascender a lo más alto se le limitara las posibilidades de prosperar de acuerdo con su rendimiento y sus méritos. Todos estos `proyectos, probablemente cargados de buena fé, o no, no son más que señuelos para movilizar a la gente, provocar ( como el mismo parece querer indicar ) tumultos en las calles y convertir el país en un nuevo campo de batalla con la única consecuencia final que agotar la paciencia de Europa y de los países que hoy en día mandan en la economía, de modo que acabáramos expulsados de ella, al margen de la ayuda de sus bancos y reducidos a nuestras únicas posibilidades que, como es fácil de colegir, no nos conduciría más que a una lenta agonía en la que, sin duda, aquellos que ahora intentan levantar en rebelión a la juventud, serían los primeros en abandonarla para largarse a otros países a predicar sus utopías.
Claro que, cuando se rasca un poco en la piel de este enfant terrible de la revolución social, vemos que pertenece a la fundación CPES que ofrece al régimen chavista asesoramiento en derecho, economía y política, por lo que percibe 320.560 euros anuales; una cifra que no es precisamente la que recibiría un Ché Guevara cualquiera que predicara empobrecer a los ricos para mejorar a los pobres. Lo malo de este señor es que tiene varias carreras y capacidades para conocer a la perfección las consecuencias de una política stalinista para la sociedad lo que, si cabe, todavía hace más odiosa su conducta de engañar a la juventud, sabiendo que no hay otro camino para salir adelante que el trabajo, el estudio, el esfuerzo y la productividad para ayudar a un país a crear riqueza que, a la vez, produce trabajo y ello bienestar. Estos intentos de desestabilizar el sistema no hacen más que contribuir a entorpecer la recuperación de nuestro país, asustar a los posibles inversores foráneos y llenar de ideas absurdas y proyectos quiméricos a una juventud que lo que precisa es prepararse a fondo para poder aprovecharse de los primeros atisbos de recuperación que se presenten.
El peligro de que estos antisistema vayan proliferando, es lo que nos convence de que, este país, necesita: tanto a un PSOE fuerte y ocupando su lugar como social democracia en el ámbito político español; como a un PP de centro derecha, para que, el uno con el otro, se vayan compensando de modo que, la nación, se encamine por la senda recta del progreso, si es que queremos un lugar estable dentro de la CE. Es preciso que el Partido Socialista, se refunde, restablezca sus instituciones internas, se serene y recupere su posición de centro izquierda, como les sucede a sus homólogos alemanes y franceses; dejando las veleidades extremistas de izquierdas y comunistas para las minorías, de modo que nunca consigan ocupar un lugar relevante en la política española.
Seguramente, el señor Cayo Lara, en estos momentos, debe ser el que más preocupado está con la aparición y el éxito electoral de Podemos y, por ello, es muy probable que no tardemos en ver como intenta fagocitar a esta formación emergente, para asegurarse de que, a su izquierda, no queden posibles rivales que le disputen la hegemonía que ha conseguido en las últimas elecciones, en las que ha logrado captar a una gran parte de los socialistas disgustados con la deriva de su propio partido. El PSOE, sea quien sea su nuevo secretario general, debiera evitar seguir su política equivocada y estéril de viraje hacia la izquierda y recuperar el partido que, en su día, presidió el señor Felipe González, que tanto contribuyó, junto a UCD, a que la transición se desarrollara dentro de una ejemplar normalidad.
Es obvio que el resultado de las elecciones Europeas ha dejado a los españoles un mapa complicado de distintas tendencias que sería preciso, para el bien de los españoles, que cuanto antes se clarificara y se despejaran las incógnitas que hoy penden sobre nuestra nación. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como surge un nuevo peligro para nuestra democracia.
Miguel Massanet Bosch