"Cometer un error y no corregirlo es otro error" Confucio.
Las pasadas elecciones para el Parlamento Europeo han aportado varias importante lecciones para aquellos dirigentes que estaban convencidos de que tenían carta blanca para actuar a su arbitrio. Es evidente que, cuando uno accede al gobierno de una nación, cuenta con la confianza de todos aquellos que lo votaron, lo cual le da una cierta flexibilidad respecto a las promesas que les hizo a sus electores. Puede retrasarse la puesta en marcha de una reforma, se puede anticipar alguna ley, se pueden dilatar un cierto tiempo algunas medidas sociales e, incluso, si las circunstancias así lo demandan, se puede, transitoriamente, incumplir lo prometido; siempre con la promesa de volver a ponerlo en práctica, tan pronto como haya cesado la circunstancia excepcional, e informando cumplidamente al electorado de la urgencia, la necesidad y las condiciones bajo las cuales se va a producir aquella inobservancia.
En el caso del PP parece que no se han querido cumplir aquellas elementales condiciones para que los ciudadanos se sientan arropados por su gobierno y, sea por la especial idiosincrasia del propio señor Mariano Rajoy; sea por las personas de las que se asesora o por la influencia de algunos miembros del partido; el hermetismo respecto a todos los pasos que ha dado en política, desde que ocupa la presidencia del gobierno, ha sido una de sus características más destacadas. Las elecciones, no obstante, han dejado bastante claro lo que piensa una importante parte del electorado del PP respecto a la forma de gobernar del señor Rajoy y su ejecutivo. Sin embargo, mucho nos tememos que el señor Rajoy, por lo que ha dicho ante el resultado obtenido por su partido en los recientes comicios, no ha captado, no ha querido dar a entender que ha comprendido o no le ha convenido entender el mensaje de los votantes cuando, lo único que se le ha ocurrido decir es que "comprende" el disgusto de los que le han retirado el voto y que espera que, con el tiempo, acaben por aceptar su manera de gobernar. No nos parece una manera inteligente de afrontar una derrota.
Si hay algo que pueda molestar a los ciudadanos de a pie es que se los tome por idiotas, incapaces de pensar y de sacar las debidas conclusiones respecto a la forma en la que nos gobiernan quienes ostentan el poder. No es que pretendamos estar a la altura de "mentes tan privilegiadas" ni que nos demos de inteligentes pero, con toda seguridad, muchos de los garrafales errores que han cometido, tanto los políticos del PP como los del PSOE, es muy probable que muchos españoles no los hubieran cometido de estar en su lugar. Por ejemplo la metedura de pata del señor Cañete, cuando debiera de haber previsto que lo que iba a decir le iba a reportar el calificativo de "machista" por parte de la oposición.
Sería una pena que el señor Mariano Rajoy se las quisiera dar de listo y no tomara debidamente en cuenta este aviso del electorado, creyéndose que sólo ha sido una rabieta ocasional de sus votantes pero que, en todo caso, cuando necesite de verdad los votos, sea para las inminentes municipales o para las no muy lejanas elecciones legislativas del 2016, los que ahora le han abandonado van a volver sumisos al redil del partido, haga lo que se le ocurra hacer. Sería otro de sus graves errores. Si hemos tenido paciencia con sus incumplimientos en materia de recortes y de impuestos, es porque hemos sido lo suficientemente patriotas para comprender que no había otro remedio para arrancar a España de las manos de los especuladores bursátiles y del amenazante rescate por parte de los hombres de negro de la UE. No confunda paciencia, comprensión y sacrificio con imbecilidad o incapacidad para comprender lo que está sucediendo en España y las carencias, verdaderamente espeluznantes, de los dos partidos más implantados en nuestra nación.
De los 2.500.000 votos que le han restado los descontentos, al menos hay 1.500.000 que no se han ido a otros partidos, que no se han abstenido por pereza de ir a votar o porque no considerasen importante que, el PP, estuviera con mayoría en Europa. No, señor, lo que queremos es que se de cuenta de que, una importante parte de su electorado le recrimina que haya dejado en el talego una serie de promesas que se nos hicieron y que, incomprensiblemente, por miedo a la reacción de la oposición, por temor a tener que romperse el pecho defendiéndolos en el Congreso o por incapacidad para encontrar los medios de darles curso; han permanecido indiferentes, sin dar explicación alguna y, lo peor, todavía se han ofrecido a negociar leyes tan fundamentales como es la del Aborto, convertida, en virtud de los socialistas, en una máquina de machacar fetos con cifras tan espeluznantes como estadísticas de más de 100.000 abortos cometidos legalmente en España, cada año.
Y de este millón y medio al que nos hemos referido, una gran parte se deberá a los simpatizantes del PP catalanes, que han llegado a la amarga conclusión de que, el gobierno de Madrid, se ha convertido en un colaborador forzado, arrastrado por los chantajes y amenazas nacionalistas, que, en lugar de haberles sentado las costuras, cortado el apoyo económico y evitado que el gobierno catalán dedicara las ayudas que recibe, desde el resto de España, a lo que son sus labores de propaganda separatista, a constituir sociedades dedicadas a promocionar el catalán y a crear organismo paralelos para lo que deberá formar el nuevo gobierno independiente en Catalunya; se han hecho el desentendido ( algo en lo que el señor Rajoy parece estar especializado) sin que en ningún momento, salvo en algunas declaraciones esporádicas sobre la necesidad de cumplir la Constitución y aceptar las leyes ( consintiendo que la Generalitat catalana haya incumplido las sentencias del TS, TC y del TSJC, sin que la fiscalía del Estado haya iniciado ni el más mínimo trámite para impedirlo) los nacionalistas se hayan sentido amenazados o coaccionados por el Gobierno central.
Ni, a la vista de la gran debacle del PP en Catalunya, donde han quedado reducidos a 9 representantes en Europa, han sido capaces de destituir de la presidencia del partido, la señora Sánchez Camacho, la expresión más clara de la incompetencia para enfrentarse al nacionalismo con el que, al principio, pretendió negociar e incluso les ayudó a aprobar los presupuestos de la comunidad, sin que le haya servido para otra cosa que ir recibiendo bofetada tras bofetada de sus adversarios, de modo que la mayoría de los votantes catalanes ya no se siente representados por esta señora, a la que es preciso sustituir si es que aspiran a que, algún día, se pueda recuperar una parte de los votos perdidos. Y, con toda seguridad, es posible que, si el señor Rajoy se empeña en mantener a los mismos miembros del gobierno actual y no se decide a reestructurar con nuevas caras y talentos jóvenes, capaces de enfrentarse sin complejos con los desafío que las nuevas izquierdas están empezando a plantear, tanto en España como en Europa; es posible que pronto, de esta comunidad europea, anquilosada por el óxido de años de burocracia, hedonismo, clientelismo y dominio de unos pocos sobre otros muchos; cuando se quieran dar cuenta, los que van a tener vara alta serán los que buscan que desaparezca y los neo comunistas, escondidos bajo el disfraz de sectas como el Podemos del señor Pablo Iglesias que, en sólo 6 meses, ha sido capaz de cosechar un resultado increíble.
El presidente del PP no debería tomarse tan alegremente el aviso que ha recibido de sus bases ni, mucho menos, tener la certeza de que los huidos van a regresar sólo porque, a él, le parece que será así. Pudiera ser que, de seguir con esta actitud prepotente, se llevara, en el futuro, alguna desagradable sorpresa. O así es como, señores, desde la óptica del ciudadano de a pie, vemos disgustados este intento de ninguneo.
Miguel Massanet Bosch