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Elecciones europeas. El PSOE se hunde, Andalucia flota (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el mayo 29, 2014 por admin6567
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"Cada cual sufre su propio naufragio" Lucano.

 

He querido concluir esta pequeña serie de comentarios sobre las pasadas elecciones europeas, refiriéndome al partido que ha cosechado su mayor segundo fracaso de la democracia, el PSOE. Si en noviembre del 2011, como consecuencia de los 7 años de gobierno del señor Rodríguez Zapatero, sufrió uno de los más severos varapalos de la historia del socialismo español; después de dos años y medio intentando recuperarse bajo la batuta del señor Pérez Rubalcaba y con la presencia, como figura principal en estas últimas elecciones, de la señora Elena Valenciano; deberemos convenir que los resultados no pueden haber sido más catastróficos y decepcionantes para un partido situado en la oposición, sin responsabilidades de gobierno y en condiciones de haberle sacado una importante ventaja a su adversario el PP, lastrado por las servidumbres de haberse visto obligado a gobernar en tiempos de crisis y receptor de la nefasta herencia económica consecuencia de la incapacidad, la temeridad, los despilfarros y el sinsentido del gobierno de un ser, Rodríguez Zapatero, que se creyó dominar una situación que, sin embargo, lo sobrepasó en todos los terrenos.

Como le ha sucedido al PP, el PSOE sólo ha logrado, en estas recientes elecciones para el PE, 3.593.945 votos cuando en las del 2009 consiguieron 6.141.784 votos. Una caída que van a tener que analizar muy bien si quieren sacar las conclusiones oportunas y, aún más, si quieren comprobar por qué, sólo en Andalucía, han conseguido un buen resultado que ha superado al del PP en aquella comunidad. Aún así, en el 2009 consiguieron entre los andaluces 300.000 votos más que en esta ocasión. El hecho de que el señor Pérez Rubalcaba haya anunciado su retirada, no sólo como actual secretario general, sino como aspirante a la reelección; ha creado un motivo más de transitoriedad que, a la vez , ha puesto en alerta a todos aquellos que se creen en condiciones de aspirar al liderato, que ha empezado a alimentar las aspiraciones de las dos tendencias principales existentes dentro del partido del señor Pablo Iglesias ( no, por supuesto el joven líder de Podemos): los que continúan creyendo que, cuanto más a la izquierda se decanten más posibilidades tienen de recobrar su esplendor anterior y aquellos otros que pugnan por que el partido se resitúe en el lugar en el que siempre se ha encontrado cómodo, en el centro izquierda.

Quienes van a ser los candidatos a suceder al señor Rubalcaba; el papel que le pueda corresponder al gran Rasputín del grupo socialista, en lo que va a ser la carrera a cara de perro por ocupar su sillón (los que le conocemos desde hace años, no nos resignamos a creer que se preste a abandonar su influencia dentro del partido sin haber contribuido a nombrar sucesor sobre el que pueda mantener su influencia), está todavía por determinar. Lo que se va a gestar en las entrañas de Ferraz y lo que, a todo lo que se pueda decidir acerca de si las elecciones abiertas han de tener lugar antes o después del gran Congreso nacional –que se va a convocar recientemente – juntamente con lo que opine sobre todo ello el influyente grupo socialista andaluz, en pleno auge de popularidad; al ser el único que se ha salvado de la gran debacle del partido bajo la dirección de Susana Díaz, la flamante nueva presidenta del PSA (que parece que mantiene un cauteloso silencio acerca del papel que le va a tocar representar en la batalla que se va a producir para la sucesión en el cargo de Secretario General); puede que les traiga de cabeza a los socialistas de toda España, pero, sin duda, no deja de preocupar al resto de ciudadanos españoles, por las consecuencias que, un mal enfoque de la política del segundo partido de la nación, pudiera influir en el porvenir del país, en su gobernabilidad y en su propia unidad.

La dispersión del voto producida en estas elecciones para el Parlamento Europeo ha demostrado que los españoles han comenzado a desconfiar tanto del PP como del PSOE. Puede que existan importantes motivos para esta desafección y puede también que en esto de si "serán galgos o serán podencos", mientras entre los dos se afeaban sus mutuos defectos, se hayan olvidado de que los españoles tenían otros problemas mayores a los que enfrentarse y se resentían de que, ninguno de los dos, tuviera la sensatez de comprender que, lo que querían los votantes era que los sacaran de la crisis, se superase la recesión y se recobraran los puestos de trabajo que la Burbuja Inmobiliaria y sus consecuencias, habían destruido en poco más que unos meses.

Somos muchos los que no nos paramos en estas pasadas elecciones; los que recelamos de lo que pueda suceder en las próximas municipales pero que, a la vez, vemos con espanto el panorama que, de no variar el mapa político dibujado por los resultados últimos, se puede presentar en España cuando debamos enfrentarnos a las legislativas del 1.916. De persistir el conjunto de pequeñas formaciones, cada vez más numerosas y más escoradas a la izquierda extrema o la consolidación de nuevas formaciones de clara tendencia antisistema, integradas por jóvenes preparados y descontentos con lo que les ha ofrecido, hasta ahora, la política bipartidista, podemos encontrarnos ante una situación de extrema gravedad.

Grupos de jóvenes llenos de ideas innovadoras pero carentes de experiencia, poco prácticos en la administración de un país, inconscientes ante lo que significa regresar a teorías marxistas, que han fracasado en todos los países en los que se han implantado e ignorantes de las reacciones de una UE, con países como Alemania, Inglaterra, países nórdicos y países menores, pero muy influyentes como Holanda, Dinamarca o las mismas Bélgica y Francia que, ante la posibilidad de una España dominada por los separatistas de Catalunya y un régimen tipo bolivariano de comunistas igualitarios en el resto; tendrían la excusa perfecta para llevar a cabo lo que ya hace tiempo que vienen maquinando: una Europa a dos velocidades, en el mejor de los casos, aunque lo más probable sería que optaran por expulsarnos de la UE y de la zona euro, con lo cual deberíamos regresar a la peseta o resignarnos a quedar como meros satélites sin derecho alguno a los beneficios que ahora venimos percibiendo de parte de Bruselas, el BCE y el BEI.

Una España sin mayorías bien definidas, sin partidos lo suficientemente potentes para poder sostener, con firmeza, la riendas de la gobernación del país; una España en la que quedaran atomizadas las opciones entre numerosos partidos de distintas tendencias, a la espera de agrupaciones que permitieran la gobernabilidad del país, que conducirían a situaciones de suma debilidad, tal y como sucedió con el terrorífico Tripartit Catalán, que dejó a Catalunya endeudada en más de 50.000 millones de Euros o el pentapartito Balear, que consiguió crear el mayor agujero de corrupción nunca conocido en aquella comunidad. España y, los de derechas lo sabemos, necesita un PSOE fuerte, ocupando su espacio en la política de centro izquierda, capaz de contribuir a la gobernabilidad del país y que, a la vez, se constituya en una pantalla protectora contra las veleidades de una izquierda extrema, que pretenda desestabilizar el sistema e implantar regímenes obsoletos, fracasados y totalitarios.

Concluimos, pues, estos cuatro comentarios sobre lo que han significado para España las pasada elecciones para Europa, sin otra pretensión que haber trasmitido al resto de conciudadanos, la manera simple y sin pretensiones de ver la actual situación de la política en nuestra nación, a ojos de un ciudadano de a pie.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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