"¿Qué sentencia habrá que haga enmudecer la causa de una madre?" Esquilo.
El hablar con medias palabras, el utilizar metáforas o el emplear frases equívocas no contribuye a que la ciudadanía se tranquilice, se sienta segura o siga pensando que se encuentra en un país democrático, donde la política se desenvuelve en las Cortes, se debate en ellas y se promulgan también, en ellas, las leyes por las que nos regiremos. Todo lo que huela a componendas, a acuerdos bajo cuerda, a cesiones no publicitadas o a intentar puentear la Constitución mediante jugarretas legales, inmediatamente se puede interpretar como una debilidad de quienes nos gobiernan, una falta de seguridad en sus posibilidades de controlar la situación o en un temor a enfrentarse a desafíos que se estima puedan poner en peligro el mantenerse en el poder.
No acabamos de entender como, últimamente, el señor Rajoy se pasa el tiempo repitiendo que está dispuesto a reformar nuestra Constitución si se le plantean reformas concretas, ¿qué tipo de reformas aceptaría nuestro Presidente? Cierto que siempre añade el latiguillo de que sean legales pero esto no nos sirve a los ciudadanos de a pie para que nos tranquilicemos, porque dentro de la Constitución estaría que las Cortes Generales autorizaran por la correspondiente mayoría que, en Catalunya, se llevara a cabo una consulta. También el PSOE del señor Rubalcaba parece que estaría dispuesto a cambiar la Constitución en el sentido de que España pudiera convertirse en un país federal. ¿Qué es lo que se encierra en todas estas innecesarias alusiones a una reforma de nuestra Carta Magna? Muchos españoles no vemos necesidad alguna de que se reforme la Ley de leyes, como no fuera para que la nación recobrara su antigua configuración de regiones y provincias; algo que, vistos los resultados de la división en autonomías, nunca debiera de haberse tocado.
Lo que ocurre es que, visto lo visto, a medida que el problema catalán y, en menos medida, el vasco, van ensañándose, aumentando y adquiriendo proporciones que nunca llegamos a pensar que el Gobierno hubiera permitido que se llegasen a alcanzar, tenemos la sensación de que aquella firmeza que, en un principio, mantuvieron los dos principales partidos españoles, va cediendo, va adquiriendo peculiaridades especiales según sean los del PP o los del PSOE y, en algunos casos, se nota un cierto cansancio en muchas autonomías, que parece que empiezan a pensar que lo mejor sería ceder ante las pretensiones del señor Mas y sus correligionarios.
Veamos el caso del Rey. Hace doce días estuvo en Barcelona por la toma de posesión de unas promociones de jueces y dijo exactamente lo que debía decir. Sin embargo parece que, tanto él como el príncipe, le han tomado el gusto en confraternizar con los políticos separatistas catalanes y ahora se vuelve a anunciar, para estos días una nueva visita. Se han pasado meses sin acercarse a Catalunya y ahora, cuando el ambiente se está tornando más enrarecido, regresan aparentemente para una cuestión nimia. ¿Acaso podemos pensar que la Casa Real tiene en mente asegurarse, para el hipotético caso de algún tipo de separación de Catalunya de España, seguir gobernando en ella como ocurre con la reina Isabel II de Inglaterra que sigue siendo la reina de la Commonwelth?
El mismo señor Rajoy, cuando le van lloviendo noticias adversas desde Catalunya (en las que cada vez se pone más en cuestión la dependencia de Madrid) y se van reafirmando en su intención de la celebración de la consulta para poder decidir y, en función de esta intención, están poniendo a punto la famosa "ley de consultas catalana" en la que se van a basar para justificar la "legalidad" de el referéndum catalán; parece que también le haya tomado afición a viajar a Barcelona aunque, aparentemente, evita encuentros directos con el señor Mas o el señor Junqueras que, desde que sobrepasó a CIU en número de apoyos, ya no hay duda de que es quien tiene vara alta para hacer y deshacer en esta soliviantada autonomía.
La situación de pleno desconcierto en la que se encuentra el PSOE, en la que todos están más preocupados en la tarea de elegir el nuevo secretario general que en otras cuestiones nacionales, no cabe duda de que se presta a que, quienes tengan intención de promocionarse para ocupar el cargo, tengan la tentación de darle un giro a la españolidad del partido y decidan apoyar a los catalanes para, con ello, ayudar al señor Pere Navarro a hacer las paces con CIU y ERC. El panorama político español, después de las europeas celebradas el día 25, es lo suficientemente descorazonador, preocupante y engañoso, que ya nadie se atreve a pronosticar lo que va a suceder en las próximas elecciones autonómicas y, todavía menos, en las del año 2016.
Sin duda, el hablar hoy de modificaciones de la Constitución en pleno desafío independentista de las autonomías vasca y catalana; ante el auge innegable de la izquierda más extrema y la aparición de rebrotes al estilo del comunismo estalinista que intentó apoderarse de España en la contienda civil de hace 75 años y la actual debilidad del PSOE; es tanto como abrir la gran caja de Pandora y dejar que sobre, la cuitada, España se vuelvan a dar las circunstancias que fueron el principal desencadenante de aquella lucha fraticida que tanta sangre produjo. Nadie se crea que estamos exagerando o que aquello que tuvo lugar en 1.936, hoy en día no podría ocurrir; porque ya son muy numerosos los episodios de salvajismo, agresiones, destrucción de trasportes, actos incívicos, insumisión a la ley, casos de tomarse la justicia por la mano, rotura de cajeros y demás enseres públicos y privados, sin que las fuerzas del orden, amordazadas e inmovilizadas por los políticos de turno, se atrevan a intervenir con la contundencia requerida para dominar la situación. Así empezaron los acontecimientos que condujeron al levantamiento de los nacionales el 18 de Julio de 1.936.
No quisiéramos que, el señor Mariano Rajoy, cuando insiste tanto en buscar un camino legal para modificar la Constitución, apelando a un diálogo que, en las circunstancias actuales, ya es una cesión demasiado cara hacia los que pretenden, por la fuerza, separar a una autonomía española del resto de España; entrara en una dinámica nueva en busca de una salida negociada que le libre de tener que enfrentarse, con los medios que le concede la Ley, a la tozudez de unos cuantos nacionalistas catalanes a los que ya hace tiempo que se les debería haber hecho que se enfrentaran a sus responsabilidades como traidores a España. Mucho nos tememos que don Mariano, a pesar de su aparente aplomo, hoy en día se encuentre ante un dilema difícil de resolver. Por una parte los Arriola y sus colaboradores más inmediatos, entre ellos la señora vicepresidenta, la señora de las frases cortas y ampulosas, que estarían bien para un parvulario de niños pero no para ciudadanos creciditos, conscientes de lo que ocurre en España y temerosos de que, quienes nos gobiernan, no tenga el temple suficiente para sacarla del trance en el que está metida sin los estropicios de una nueva ola comunista.
Pero, por otra parte, el señor Rajoy debería saber que, una parte muy importante de su electorado (los 2.500.000 ciudadanos que no le votaron el 25 de mayo), más otra que les votó, pero que está pendiente de su comportamiento para ver si los vuelve a votar en las municipales; pueda decidir que ya no les representa y que no están dispuestos a ver como se entrega a España a sus enemigos. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos inquietos la posibilidad de una España dividida.
Miguel Massanet Bosch