Nada menos que 400.000 millones de euros, una cifra astronómica que, a los que todavía pensamos en pesetas, nos resulta imposible alcanzar. Sin embargo, esta es la cifra que el señor Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, ha conseguido arrancar a la tacaña Alemania y demás países que forman parte de los que sostienen dicha entidad bancaria, para destinarla a un intento de reactivar esta mortecina economía europea que parece, a pesar de los esfuerzos de Bruselas, incapaz de dejar atrás esta crisis que ha puesto en duda su posible supervivencia y la fortaleza de su moneda, el euro. Lo que no se dice es de dónde este banco europeo saca estas exorbitantes cantidades de dinero y si piensan que, con esta inyección de efectivo a los diversos bancos nacionales, se va a reactivar, tal como prevén los directivos del BCE, la actividad industrial, económica y financiera de aquellas naciones en las que, como es el caso de España, existe la sensación de que la demanda sigue adormecida y el desempleo continúa siendo el principal escollo para su reactivación.
Desde el punto de vista del simple ciudadano de a pie, que carece de los conocimientos necesarios y, por supuesto de la información adecuada, da la sensación de que, si es cierto que, –no como ha sucedido en anteriores experiencias en las que se les han facilitado recursos extras a las entidades bancarias, sin las debidas precauciones y condiciones para que fueran destinadas a conceder créditos a aquellas empresas que los precisaran, especialmente las medianas y las pequeñas ( las empresas grandes ya tienen sus propias líneas de descuento y sus medios para conseguir su capitalización sin necesidad de recurrir a estos fondos) y a las familias – en esta oportunidad va en serio, puede ser una medida muy oportuna. Evidentemente que lo más importante es que se les de aliento a los pequeños comercios, pymes y autónomos, que son la base de la economía y de cuya recuperación depende el aumento de la demanda, la contratación de trabajadores y la reactivación de la producción.
Las amenazas de deflación ( deflación según los técnicos es, en economía, la bajada generalizada y prolongada, como mínimo dos semestres según el FMI, del nivel de precios de bienes y servicios.) que se empiezan a detectar en Europa, sin que exista un aumento significativo de la demanda, ha puesto en aviso a la CE sobre las posibles consecuencias desastrosas de la persistencia de una baja inflación que encarezca la importaciones ( aunque favorezca la exportaciones)circunstancia que perjudica, especialmente, a los países más endeudados, como es el caso de España, Francia e Italia. Si los precios se estancan, la recaudación de impuestos no crece y, en consecuencia, no se puede actuar para reducir la deuda pública. Nuestra inflación es muy reducida ( en mayo se calcula que será de un 0'2%) En este caso los expertos dicen que las compras se ralentizan, a ala espera de que los precios puedan seguir bajando ( el ejemplo en España es la atonía en la compra de viviendas, debido a que los precios siguen bajando sin que se vea claro si han tocado fondo o no).
Fuere como fuere y sin meternos en demasiados tecnicismos económicos, lo que resulta previsible es que si, estos 400.000 millones que va a poner el BCE a disposición de los bancos, con la obligación de que se inviertan en la concesión de créditos y no, como ha venido sucediendo en ocasiones anteriores, en inversiones en compra de deuda pública; con lo que, sin riesgo alguno, se procuraban una sustanciosa ganancia derivada de que las cantidades recibidas del BCE sólo devengaban un bajo interés y la retribución de la DP era muy superior. En esta ocasión, parece ser que las condiciones impuestas por el BCE son más específicas y su cumplimiento va a ser revisado por el mismo banco emisor de modo que se garantice que los créditos se conceden. Debido a que el interés con el que los bancos retribuyen las cantidades que reciban se limita a un 0'25%, sería de esperar que la retribución que pidiesen por sus créditos a las empresas y particulares, no fueran exageradas, de modo que, muchos empresarios, pudieran acudir a solicitarlos sin que ello les supusiera un grave quebranto, tal y como sucede en la actualidad.
Como alguien ha sugerido se debiera de tener, por parte de la dirección de las entidades bancarias, una cierta benevolencia con aquellas empresas que han sufrido, con mayor virulencia, el impacto de la crisis; no tanto por defectos de estructura o falta de viabilidad, sino por la restricción anómala de una demanda que ha tenido que prescindir de la compra de algunos artículos que hubieran deseado adquirir y, a causa de paro o de la inestabilidad del empleo, han tenido que renunciar a ellos. Y, hablando del sistema bancario, de la gran responsabilidad que ha tenido en lo que fue la burbuja inmobiliaria, por las anomalías descubiertas en sus balances y por el gran esfuerzo que, el Estado, ha tenido que realizar para conseguir sacar del peligro de quiebra a una gran cantidad de estas entidades bancarias y cajas de ahorros; con motivo de los agujeros contables ocasionados por las especulaciones y riesgos asumidos por quienes las dirigían; sería conveniente que, el Gobierno, tomara parte directa en vigilar si ahora se va a cumplir con las normas que se les imponen por el BCE y preocuparse de que, esta vez sí, sea un hecho tangible que se abran, de una vez, las posibilidades de conseguir créditos a un interés razonable para que, todos aquellos que los precisen, puedan acceder a ellos; evitando que sean desviados hacia otro tipo de inversiones.
Una medida importante, adoptada por el señor Mario Draghi, ha sido la de imponer un interés negativo de -0'1% a los depósitos de la banca en el propio BCE. Ya es hora de que, las entidades bancarias, regresen a lo que constituye el objeto de sus actividades y se dejen de aprovecharse de tácticas especulativas para enriquecerse. La función de dar préstamos, favorecer la compra de maquinaria de los industriales con créditos, ayudar a los emprendedores que aporten ideas inteligentes y asumiendo, por su parte, aquella dosis de riesgo, mínima si se quiere, como le ocurre a cualquiera que decida emprender una actividad que dependa de la oferta y la demanda. Ahora vamos a tener la oportunidad de ver si, en verdad, en España tenemos a gente que, aparte de reclamar por las calles, de mendigar subvenciones, de vivir del cuento y la especulación o de la venta de drogas, también tenemos a personas preparadas, que creen en sus posibilidades y que están dispuestas a arriesgar dinero, tiempo y esfuerzos en poner en marcha, mejorar o promocionar sus negocios, para darles un nuevo impulso y ayudar a sacar al país de este estancamiento en el que lo dejaron los que se creyeron que gobernar era ir repartiendo a mansalva el dinero del Tesoro público.
Es evidente de que también el Gobierno debe empezar a poner remedio, antes de que las turbas comunistoides empiecen a soliviantar a los que siguen cayendo en la pobreza, a causa de la crisis, a esta situación insostenible causada, como una más de las nefastas derivadas del desempleo y el parón económico; denunciada por el CES (Consejo Económico y Social) por la que se constata que, en la actualidad, el 20% de personas que se han enriquecido, gana siete veces más que el 20% más pobre. Antes de que viniera la crisis, esta proporción, se reducía a sólo cinco veces más.
Esperemos que este maná del BCE, tenga las virtud de servir de apoyo, acicate e impulso para que, nuestra economía, se capaz de despegar y salir del marasmo en el que ha estado metida desde el comienzo de la caída de la Burbuja inmobiliaria. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, intentamos ver con optimismo esta nueva fase de nuestra economía.
Miguel Massanet Bosch