El Gobierno y determinadas instituciones políticas de la nación parecen empeñados en hacernos creer que estamos en la normalidad. Si el separatismo parece haber llegado al paroxismo de la incongruencia, entrando en una dinámica de perfecto desconcierto entre las fuerzas políticas que integran esta tendencia cuando, desde Unión el señor Durán y Lleida (no sabemos si en una de sus habituales jugarretas a la que tan habituados nos tiene), deja correr la noticia de que pretende abandonar su puesto al frente de su formación política, seguramente por presuntas discrepancias, latentes desde hace tiempo, con el señor Mas de Convergencia; el señor Pere Navarro, el Secretario General del PSC, por su parte y sin previo aviso, unos días antes de la celebración de un Consell Nacional Extraordinario en el que, precisamente, se pretendían limar las diferencias entre las dos tendencias del partido catalán: los que quisieran apoyar al separatismo y los partidarios de seguir las consignas del PSOE nacional.
Es evidente, señores, que el hecho de que, en un momento delicado de la política interna del país, tuvieran lugar una elecciones europeas, aparentemente inocuas desde el punto de vista de la correlación de fuerzas internas que, no obstante, han elevado la tensión política debido al sonado fracaso de los dos partidos tradicionales en turnarse en el poder, PP y PSOE, y la aparición de fuerzas nuevas, hasta ahora sin más que una presencia testimonial en el mapa político de España, como ha sido la sorpresa de "Podemos", liderada por un visionario comunista cuyo nombre, curiosamente, coincide con el del fundador del partido socialista, Pablo Iglesias; que, no obstante, ha conseguido dar la sorpresa con 1.200.000 votos; consiguiendo situarse en el cuarto puesto en cuanto a escaños para el Parlamento Europeo. Tampoco ha contribuido a tranquilizarnos el evidente reforzamiento de IU del señor Cayo Lara y en gran éxito de ERC que, por primera vez, se ha posicionado por delante de la coalición CIU.
Los continuos desafíos a las leyes, a las autoridades, al orden público y a la propia Constitución; juntamente con la cada vez más evidente politización de la Justicia, que, en sus actuaciones, cada vez se ve con más evidencia, la pretensión de ejercer la oposición al Gobierno obstaculizando, desde la judicatura, todas las iniciativas legislativas del mismo; una actitud que se ve evidenciada ante la negativa de los jueces de la Audiencia Nacional a obedecer las limitaciones impuestas a la Ley de la Justicia Universal, manteniendo abiertos procedimientos que, en virtud de la nueva legislación, debieran de haber abandonado y, aprovechándose de la misma, para poner en libertad a una gran cantidad de mafiosos, argumentando que es la nueva ley la que les obliga a ello. Esta actitud impulsa a los ciudadanos españoles a creer que es necesario meter el bisturí para extirpar, del tercer poder de la nación, todos estos nódulos cancerosos que impiden que, en España, exista una Justicia igual para todos, impartida por jueces apolíticos, que se limiten a su función primordial de hacer cumplir la ley y no a hacer uso de ella para aplicarla según a ellos se les antoje.
No hay día que, en alguna localidad de nuestro país, en especial en las ciudades más pobladas, no se produzcan manifestaciones, enfrentamientos con las fuerzas del orden, alteraciones de la vida de los ciudadanos, huelgas o destrucción del mobiliario urbano, como si todo ello se hubiera convertido en una costumbre a la que todos los que padecen tales alborotos o incidentes se viesen obligados a acostumbrarse, aunque, en ocasiones, pudiera peligrar su propia integridad física. ¿Es este un país instalado en la normalidad democrática o, por el contrario, lo que se está empezando a producir es el impulso revolucionario de aquellos que pretenden acabar con el orden constitucional para alcanzar sus objetivos totalitarios?
El desconcierto por el que parece estar pasando el PSOE, desde que el señor Rubalcaba se retiró del primer plano de la política, nos hace pensar que la izquierda moderada, la llamada centro-izquierda del señor Felipe González, está perdiendo la batalla ante otros líderes, del estilo del señor Madina, que siguen manteniendo como objetivo principal luchar contra los empresarios, el capitalismo, la economía global etc. con el propósito de implantar una democracia sui generis, la que siempre ha sido impuesta por los brahmanes comunistas, consistente en imponer su voluntad sin tener en cuenta las consecuencias que se pudieran derivar de su estatalización trasnochada y de su pretendida igualdad que siempre acaba siendo un igualitarismo en la pobreza y, como se viene destapando en algunas autonomías, un enriquecimientos de unos pocos que suelen ser los que, con más ganas, pregonan la lucha contra el capitalismo.
Es posible que Susana Díaz, la presidenta de Andalucía, haya actuado favorablemente a sus futuros intereses, al retirarse de la carrera para el puesto del Secretario General del PSOE; no obstante, tenemos la impresión de que, para su partido, para los socialistas moderados que tantos hay en España, y, en general, para España y sus ciudadanos, ha sido un golpe bajo que ha dejado descolocados, no solamente a aquellos que renunciaron a presentarse a la elección, pensando en que Susana sería la que alcanzaría el puesto y ahora, a dos días de cerrarse las presentaciones, se encuentran en una situación desairada que augura, para el partido, problemas futuros y, quisiera equivocarme, el posible acceso a su Secretaria de sujetos, como el citado Madina, del que se dice que no ha presentado ninguna propuesta ni iniciativa que lo calificase como un buen aspirante, antes bien, según comenta la prensa, hace años se cebó con el señor Acebes empleando expresiones como: vómito, aliento sobrecargado, mala baba, olor a podrido etc. lo que, para cualquier ciudadano responsable, amante del orden y de las buenas maneras, no puede inspirarle más que repulsión y falta de confianza para encargarle una responsabilidad en un partido y, mucho menos, como un aspirante a la presidencia del Gobierno.
España, señores, no puede permitirse seguir pendiente de tantos frentes abiertos, amenazada por un retorno a gobiernos de tipo bolivariano y en manos de sujetos que nunca han tenido otra ocupación que la de militar en un partido, sin que tengan los conocimientos que se precisan para asumir las responsabilidades del gobierno de una nación. Del otro posible candidato, Pedro Sánchez, sólo se puede decir que sólo lo conocen sus padres, aunque sí sabemos que es contrario a la monarquía. El peligro de que el PSOE decida abandonar sus aspiraciones de ocupar un centro izquierda, para buscar un espacio más a su izquierda en disputa con la IU de Cayo Lara; no hace más que aumentar las inquietudes que podamos abrigar respecto a lo que sería, si se cumplen los pronósticos, un resultado de las legislativas del 2016 favorable a una coalición de izquierdas extremas y eso si, en las próximas municipales, ya no se empieza a fraguar una situación insostenible para el Gobierno de la nación. Todo ello, mientras el separatismo en Catalunya y País Vasco se aprovecha de la ocasión para avanzar en sus amenazas y desafíos, con un PSC descabezado y tirando al separatismo.
Un momento en el que, más que nunca, el Gobierno debe poner toda la carne en el asador para recuperar confianza y evitar que, cuando lleguen los próximos comicios, España caiga en manos de quienes se empeñan en destruirla. O así es como, señores, desde el punto de vista de un ciudadano de a pie, vemos la peligrosa deriva en la que nos movemos y sin tiempo para evitarla.
Miguel Massanet Bosch