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España y la lógica de la diferencia

Publicada el junio 12, 2014 por admin6567
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Editorial de UpyD (Ver aquí)
España y la lógica de la diferenciaNo es el papel de un partido político analizar las causas por las que otro partido sucumbe a una crisis. Pero sí debe entender lo que sucede a su alrededor, las consecuencias de tomar un camino u otro, las reglas de la política (las escritas y las no escritas). Todo esto debe conocerlo si quiere ser útil para la sociedad. Y como estos factores son iguales para todas las formaciones, es aconsejable reflexionar sobre lo que le ocurre a los partidos competidores, si no con voluntad analítica, sí al menos con ánimo descriptivo.

Hubo un tiempo en que el nombre de España no era tabú para la izquierda. Al contrario, tal y como explica el periodista José Antonio Montano, España (y no elEstado español ni otros eufemismos) era el motivo principal de preocupación para todo el que se consideraba progresista. Machado, Azaña o Gil de Biedma no tenían que disculparse por hablar de España porque todo el mundo sabía a qué se referían: a los españoles. Más incluso: a las gentes que habitan el país. Aquellos intelectuales despreciaban el regionalismo como lo que era: un punto de vista reaccionario, empobrecedor y mentiroso.

España (la palabra y su sentido) se asoció al franquismo. Lo progresista pasó a ser el hecho diferencial, el localismo, lo particular

 
En algún momento aquello cambió. España (la palabra y su sentido) se asoció al franquismo. Lo progresista pasó a ser el hecho diferencial, el localismo, lo particular. Y aquello engendró una lógica: la de la diferencia. El discurso siguió siendo el de la igualdad, el de lo social, el del bienestar. Pero la prioridad había cambiado, y el énfasis en la diferencia tuvo consecuencias políticas muy profundas. Se aprobaron estatutos de autonomía, se diseñaron conciertos económicos y se construyó un marco institucional que ponía por encima de todo a los diferentes territorios de España. Cuando la izquierda gobernó el país, después de tantos años, sus logros siempre tenían un tope y los deseos de algunos chocaban con el poder de otros (los barones), cuya principal obsesión era preservar el marco autonómico.

La defensa de la autonomía regional -de la descentralización- puede responder a un deseo de eficacia o a un deseo de identidad. Lo primero es lo progresista, lo segundo lo reaccionario. Pero la izquierda española o no lo supo ver o cayó en la tentación del nacionalismo, con su facilidad para estimular las bajas pasiones colectivas. Era muy fácil ganar votos asegurando al personal que ellos eran distintos (es decir, mejores). Y poco a poco fueron perdiendo el sentido de la igualdad. Cuando se acepta que los ciudadanos tengan diferentes derechos según hayan nacido en Cáceres o en Vitoria, en el fondo no hay ningún motivo para seguir pensando que el niño que nace en un barrio pobre debe tener los mismos derechos que el que nace en un barrio rico. Se renuncia a un principio esencial y unos años después ya no se reconoce uno en el espejo.

La defensa de la descentralización puede responder a un deseo de eficacia o a un deseo de identidad. Lo primero es lo progresista, lo segundo lo reaccionario

 
No es que esto sea lo único que explica el descalabro del PSOE. Sus dirigentes han tomado muchas malas decisiones. El problema es que de ésta en concreto no dan muestras de ser conscientes. Se dirá que IU yPodemos han crecido a pesar de que padecen el mismo mal y antepondrían cualquier competencia autonómica a cualquier reforma a favor de la igualdad. Sí, pero sólo el PSOE ha mostrado su terrible inconsistencia en su acción de gobierno. También se dirá que esta enfermedad afecta igualmente al PP. Sin duda es así, y probablemente también explica por qué su decadencia, aunque menos visible por su permanencia en el Gobierno, está también muy avanzada. Pero el deterioro del principio de igualdad tenía que afectar antes y más a quien lo tenía por una de sus señas de identidad.

El día en que algún socialista puso el Estado español donde podía perfectamente colocar a España comenzó el desastre. Mientras España no es otra cosa que los españoles, el Estado español significa los madrileños, los canarios, los gallegos… debidamente aislados. Aunque no esté en los titulares ni en los estudios postelectorales, la renuncia a España (al significante y al significado) explica tanto o más que cualquier factor el fracaso del bipartidismo, y en particular del PSOE.

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