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Ébola. Humanismo benefactor vs peligros eventuales (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el agosto 8, 2014 por admin6567
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"Por nuestra ignorancia no sabemos las cosas necesarias; por el error las sabemos mal" Robert Burton.

 

Hay un proverbio chino que dice: "El agua puede hacer flotar el barco, pero también puede hundirlo" y tengo la amarga sensación que, en estos momentos, en España, hay muchos corazones divididos entre dos sentimientos opuestos respecto a la alarma que está despertando en todo el mundo la reactivación de una cepa de la enfermedad Ébola, en su variedad ebolavirus Zaire (la más peligrosa de las tres conocidas, con tasas de hasta un 90% de mortalidad). Es cierto que los españoles, como casi todos los latinos, tenemos grandes defectos: somos demasiado impulsivos, malos de manejar, intratables políticamente, envidiosos y, en ocasiones, revolucionarios y poco disciplinados. Sin embargo hay una cualidad que se puede decir que nos caracteriza (y lo digo en el sentido de acudir en socorro de aquellos que precisan de nuestra ayuda) Basta que una TV pida una ayuda para un determinado problema que precisa solucionarse; que inicie una colecta para que un niño pueda desplazarse a ser operado en EE.UU. o para ayudar a una familia que va a ser desahuciada para que, en poco tiempo, acudan miles de personas dispuestas a contribuir con su óbolo a solucionar la situación.

Esta solidaridad humanitaria se ha demostrado a través de los tiempos, sin que haya existido diferencia por el hecho de que el gobierno haya sido de derechas o de izquierdas porque, en semejantes casos, tampoco la existe entre ricos y pobres, cada cual según sus posibilidades. En el caso que nos ocupa, el de este sacerdote que lleva años en su labor misionera, el P. Miguel.Pajares, que se ha contagiado del Ébola desempeñando su labor de atender a los enfermos de tan cruel enfermedad; se ha presentado al Gobierno de la nación y a todo el pueblo español una disyuntiva que, en estos momentos, en los que el misionero ya está instalado en las dependencias habilitadas al efecto, en una de las plantas del hospital Carlos III de Madrid, junto a la hermana, nacionalizada española, Juliana Bohi, que le ha acompañado en su viaje desde Liberia; puede que, a medida que vaya pasando el tiempo y los españoles se aperciban de las consecuencias de esta operación humanitaria, empiecen a hacerse preguntas respecto a la idoneidad de este traslado y lo que puedan ser las consecuencias que esta obra caritativa puedan derivarse para todo el país.

Se dice que el sacerdote Miguel no quería que los que han ido en su busca se lo llevaran a él y se quedasen abandonados el resto de colaboradores que le acompañaban en su trabajo de Liberia. Otros sanitarios y otras monjas pedían insistentemente que se las transportara en el mismo aparato español que se ha usado para el traslado. Por lo que sabemos, en estos momentos se están movilizando sacerdotes de la institución religiosa San Juan de Dios, recogiendo firmas para pedir que se trasladen el resto de sacerdotes y monjas de la orden que todavía siguen en territorios donde la epidemia se cobra víctimas. Dejemos claro que han existido problemas de legislación internacional que impedían que el aparato español se hiciese cargo del resto de personal sanitario o médico de nacionalidad extranjera, aunque su intención hubiera sido llevarlas consigo.

Por supuesto que no se trata de un problema de gastos porque, en el caso que nos ocupa, parece que la Orden de San Juan de Dios se hará cargo de ellos. Veamos, el doctor Peter Piot el médico que identificó el virus en 1.976 (hace ya suficientes años para que se hubiera tomado en serio su estudio en profundidad) ha criticado a la OMS (Organización Mundial de la Salud) por su lentitud en reaccionar y ha propuesto que se utilicen, al no existir otro remedio conocido, aquellos que se encuentran en fase experimental. La OMS se ha venido negando hasta ahora por escrúpulos que parecen risibles cuando los contagiados tienen su sentencia de muerte grabada en sus frentes. Ahora, se ha reunido de nuevo para valorar si cambian de opinión ante la extensión del virus (ya afecta a Liberia, Sierra Leona, Guinea Conakry y Nigeria) que ya lleva cobradas 932 de víctimas y mas de un millar de contagiados. Como siempre, los EE.UU. con sus CDC (Centros de Control y Prevención de Enfermedades) son los que han tomado el mando y los que están aumentando sus esfuerzos para contener, en África, la expansión del ébola y los que están ensayando productos experimentales para intentar atajar la enfermedad.

Y uno, completamente ignorante en esta materias científicas, se pregunta: ¿qué están haciendo en Bruselas al respecto?, ¿por qué España ha tenido que hacer, una vez más, de Quijote?, asumiendo una responsabilidad que, a estas horas debiera ser de toda la UE, la que debiera haber organizado el envío a África ( no traerse a los enfermos a Europa) de equipos suficientemente dotados y pertrechados para atender, in situ a los enfermos. Se dice que es casi imposible que se produzca un contagio; que se toman todas las medidas de seguridad para evitarlo, y que en el caso del misionero se han tomado todas las medidas de seguridad marcadas por los protocolos aplicables. Muy bien, pero la certeza absoluta de que no se produzca un accidente no se puede garantizar; que un terremoto rompa una recipiente con muestra del virus; que, como se pide, tengamos que traernos a otros españoles o extranjeros como se ha hecho con el señor Pajares, y el número se vaya multiplicando; con lo que es posible que las probabilidades de un accidente, una fuga imprevista, un pinchazo de una aguja contagiada o cualquier otro imprevisto vayan en aumento.

La ONU misma se debería de haber ocupado de mandar hospitales y personal especializado para tratar a los enfermos, mandarles medicinas y provisiones así como médicos expertos, para no tener que repatriar a enfermos que, en sí, son un peligro potencial para el país receptor. Ya sabemos que lo primero es la vida de nuestros compatriotas pero ¿era de verdad necesario traerlos a Madrid? Y, si nos olvidamos de los sentimientos y calculamos las posibles consecuencias para nuestro turismo ¿estamos seguros de que, de persistir este fenómeno, de vernos obligados a ampliar el número de infectados que tengamos que repatriar o que, Dios no lo quiera, se produjera algún conato de fiebre en alguno de los acompañantes de los ingresados?, ¿cuántas cancelaciones se producirían, cuántos millones de euros podrían perderse, cuántos puestos de trabajo destruidos…?

Todos los partidos políticos han alabado la repatriación del sacerdote y nos parece muy bien. Pero ¿han pensado en que la seguridad, como se viene diciendo, no fuera tan eficaz, que una fuga pudiera infectar a algún enfermero o que alguna de las prendas, fluidos, heces o cualquier otro resto que hubiera estado en contacto con los enfermos fuera a parar o lo tocaran con las manos personas del servicio, u operarios de reparaciones? ¿Cuáles serían las consecuencias? No queremos ni pensarlo. Ayudas, sí; medicinas y material sanitario, sí; personal especializado, si; apoyos monetarios, alimentos ropas etc., sí. Pero traslados, como el que se ha llevado a cabo, mediante aviones que aterrizan en una tierra en la que el ébola está por todas partes; que el personal tiene que desplazarse fuera de aeropuerto para recoger a los enfermos; que los contactos con los oriundos pueden ser inevitables; a mi criterio de indocumentado y mero ciudadanos de a pie, se me antoja una tanto peligroso y temerario, dado de que hablamos de una enfermedad incurable, que se extiende con gran rapidez y que, simplemente, por su nombre, es capaz de alejar de nosotros al resto de Europa. O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con respeto el traernos enfermos de ébola a nuestro país.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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