No puede ser, señores, que según datos recogidos de distintas fuentes fiables, resulte que en este país desde el año 2011 al 2.014, las CC.AA hayan subido 120 veces los impuestos a sus ciudadanos. Entre el 2.012 y 2.013 fueron 84 las subidas y se ha sabido que, a lo largo de la crisis, las Comunidades Autónomas han creado 42 nuevos tributos. La CEOE denuncia que hay 100 gravámenes propios ligados a las Haciendas autonómicas cuya recaudación, no obstante, no alcanza el 2% de los ingresos tributarios regionales. En lo que se refiere al Gobierno central parece que ha puesto en práctica más de cincuenta medidas por las que se han revisado al alza los tributos que pagan las empresas españolas. Recordemos que durante el mandato del señor Rodríguez Zapatero también hubo importante subidas de impuestos, como fue el caso del IRPF, Impuesto de Sociedades, IVA, Impuestos Especiales etc. y, lo que aún resulta más escandaloso: el incremento desproporcionado y evidentemente basado en el más impresentable afán recaudatorio, del IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles) en unos momentos en los que, el valor de los inmuebles, en términos generales, ha sufrido disminuciones que rondan el 50 de su valor anterior al inicio de la crisis.
Según un estudio publicado en LD, el "esfuerzo fiscal" (el pago efectivo de impuestos sobre la renta de personas físicas o los beneficios empresariales), resulta que, en España, estamos a la cabeza de Europa, superando la media continental en un 20%. Puede que hubiera unos momentos, cuando el actual Gobierno se encontró con las arcas vacías y los cajones de los gobiernos autonómicos llenos de facturas pendientes de pago, en el que fuera preciso acudir al remedio de aumentar la carga fiscal sobre los ciudadanos pero, como siempre ha ocurrido, lo que ha sucedido es que mientras a los bancos y cajas de ahorro que, por su mala gestión, por sus actividades especulativas y por sus inversiones equivocadas, se les haya ido ayudando, financiando y concedido préstamos a bajo interés, junto a importantes subvenciones ( entre ellas 40.000 millones de ayuda europea); mientras que han sido los ciudadanos de a pie y, especialmente, toda la franja de la sociedad representada por la clase media, los que han tenido que apechugar con la parte mayor y más gravosa de las consecuencias de los aumentos fiscales.
Evidentemente, las rentas más altas, las grandes fortunas, las entidades públicas y determinadas actividades privilegiadas han quedado, si no excluidas de los aumentos fiscales, al menos han conseguido, fuere por las causas que fuesen y por los trucos fiscales, que "también hailos", salirse en proporción más beneficiadas que el resto de los españoles. No se trata de iniciar una cruzada contra ellos, pero sí de que se conviertan, como el resto de la población, en contribuyentes que ayuden con sus aportaciones al Fisco, a sanear el Tesoro de la nación cuando, por otra parte, muchos de ellos han recibido importantes ayudas estatales para sus empresas, especialmente en el caso de las entidades de crédito.
No se puede pedir calma y colaboración a los ciudadanos ni paciencia a aquellos que siguen sin trabajo cuando, por otra parte, se producen determinadas actuaciones que no pueden ser entendidas que ocurran cuando el país está sufriendo una crisis y la mayoría de los ciudadanos han tenido que reducir sus gastos, prescindir de lo superfluo y adaptar a un modo de vida más modesto. Si el señor Zapatero ya dio muestras de su inconsciencia a la hora de despilfarrar el dinero de las arcas del Estado, dejando al país arruinado a causa de todas aquellas leyes de mejoras sociales que nuestra economía no estaba en condiciones de soportar, tampoco el gobierno del señor Rajoy, en algunos casos y en menor proporción que el de sus antecesores los socialistas, ha sido capaz de cerrar la espita de aquellos gastos que, en una situación de estrecheces pudieran considerarse como poco adecuados y, por lo menos, inapropiados. Hace unos días el ministerio de Asuntos Exteriores ha repartido 160 millones de euros a varias ONGs en lo que se ha denominado "una operación de desarrollo".
Lo que sucede es que se viene demostrando que, estas ayudas al Tercer Mundo, suelen producir nulos resultados, tanto en lo que se refiere a sus destinos ( en ocasiones poco claros) como en lo que podría entenderse como reciprocidad de las naciones beneficiadas en cuanto a su actitud ante España y a sus buenas relaciones con ella. Ya me dirán ustedes el reconocimiento de nuestras aportaciones a naciones como Bolivia, Nicaragua, Perú, Cisjordania, Honduras, Marruecos Colombia Senegal, Ecuador, Mozambique y El Salvador. Muchas de ellas dominadas por verdaderos dictadores que, cuando les ha convenido nos han puesto como chupa de dómine. Hay un dicho que habla de "que la caridad empieza por uno mismo" y hay que reconocer que, con el paro que tenemos, con la miseria que todavía existe y con la cantidad de niños que están por debajo del nivel de la pobreza, una política más de puertas para dentro sería mejor recibida por todos aquellos españoles que precisan de apoyo.
Otro de los graves achaques de nuestra democracia que se reparten entre derechas e izquierdas es el tema vergonzoso de la corrupción; una lacra que se viene destapando y que parece que no hay grupo político, administración o autonomía que no tenga su parte de afectados por esta peste de fraudes, apropiaciones indebidas, malversación de caudales públicos, cohechos etc. que han dejado a las instituciones a los pies de los caballos; mientras los ciudadanos ya han perdido toda su fe en los políticos, funcionarios, magistrados, jueces, fiscales y gobiernos comunitarios, sin que parezca que uno solo de tales estamentos se pueda librar de semejante estigma. Todos hablan de regeneración, pero parece que se refieren a la que corresponde a sus adversarios políticos porque, en cuanto se hace mención a la propia, o no reconoce que haya corrupción o se enzarzan en discusiones bizantinas y en actitudes dilatorias esperando que, el tiempo y el aburrimiento de los ciudadanos, hagan que pasen al olvido.
Y el último de nuestros achaques y puede que sea el más grave al que nos debamos enfrentar es, sin duda, el tema que tanta actualidad ha adquirido, de las amenazas separatistas que, en algunas comunidades españolas, parece que van adquiriendo una mayor virulencia a medida que, los culpables de subvertir a la ciudadanía, se dan cuenta de que están ante un Estado mojigato, que primero intenta comprarlos con dinero y luego se limita a contemplar como cada día se envalentonan más, se atreven con más osadía a reclamar su independencia y hasta amenazan, si no se la dan, con tomársela por su propia mano. No crean que el problema se centre sólo en la comunidad catalana, porque desde el PNV ya se anuncia un otoño complicado para sus relaciones con el Estado español. Un problema que todos los ciudadanos percibimos como muy grave pero que, quienes tienen la obligación de cortarlo de raíz, parece que no le dan el valor que tiene.
Sí, señores, estos son nuestros cuatro caballos del Apocalipsis, sólo que no son ni rojo, ni blanco, ni amarillo sino que todos ellos son negro azabache, como el último de ellos, según la Biblia. España, aunque alguien pueda dudarlo, está pasando por la peor etapa de la cohesión de su sociedad desde la tristemente famosa Guerra Civil de 1.936. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos el turbio horizonte del futuro del país.
Miguel Massanet Bosch