¿Qué es lo primero que se le puede pedir a un líder político? Seguramente los habría que contestarían que una buena preparación, otros que tener carisma para captar adictos y no faltarían los que opinaran que dotes de mando y carácter firme. No voy a ser yo quien contradiga a estos señores y, aún más, creo firmemente que todo ello forma parte de las cualidades que debe reunir una persona que se deba hacer cargo de la dirección de una formación política, sea de derechas o de izquierdas.
No obstante, a mi se me ocurre que lo que debe prevalecer sobre cualquier otro requisito para poder dirigir con tino y solvencia a un grupo de personas unidas bajo unos mismos ideales es, sin duda, una gran dosis de sentido común, de prudencia y de saber dosificar escrupulosamente las palabras que se dicen ante un auditorio. Cuando se tiene que improvisar en público, cuando el guión no está perfectamente definido y delimitado, es precisamente cuando se aprecian, en su debida dimensión, las facultades de un dirigente para evitar equivocarse, decir cosas que no se debieran o hablar de temas sin antes haber sopesado convenientemente las consecuencias que se pudieran derivar de lo que se expone.
El medir las palabras, dominar los tiempos y los silencios, son unas cualidades esenciales para cualquier candidato a ocupar puestos de responsabilidad en cualquier empresa y, aún más, si se trata de la dirección de un partido político, donde todo lo que se dice o escribe puede influir de una manera decisiva en su éxito y promoción. Es por esto que nos preocupa el que, hoy en día, en nuestro país y ocupando cargos de responsabilidad en los que, cualquier cosa que declare o diga, puede tener mucha repercusión entre los escuchantes, si es que se quiere captar su atención y "venderles" un ideario o propuesta determinados. Lo cierto es que han surgido de la nada una serie de líderes de las canteras de algunos partidos políticos o desde los "criaderos" de determinadas tertulias televisivas que, con gran desparpajo, temeridad y oratoria, se han rodeado de una aureola de popularidad mediática que les ha situado en el vértice de la atención de muchos ciudadanos, atraídos por su magnetismo personal y promocionados, interesadamente, por los medios de comunicación, especialmente los sensacionalistas o los de proyección izquierdista, que se encargan de magnificar y propagar, a aquellos que saben utilizar el lenguaje que quieren oír muchos ciudadanos, que ofrecen al pueblo una serie de medidas políticas muy aplaudidas, apreciadas y adictivas para quienes tienen necesidad de que se les den esperanzas, pero que, en realidad, no tienen posibilidad alguna de materializarse en un mundo donde los bienes son limitados, el trabajo cada vez se torna más especializado y la globalización, más exigente; donde sin sacrificio, esfuerzo, preparación y talento es imposible crear la riqueza suficiente para alcanzar un Estado de bienestar.
Por ello, si bien no nos sorprende y sí nos asombra la facilidad con la que determinadas propuestas políticas, que han surgido al abrigo de la difícil situación por la que estamos pasando en España, precisamente cuando se tiene la sensación de que algo se empieza a mover a favor de una incipiente recuperación de nuestro país, como si esta posibilidad de recuperación contrariara a determinadas opciones políticas; han surgido unos personajes que han centrado su actuación en ataques furibundos al actual Gobierno y se están ofreciendo para llevarnos a todos hacia un imaginario país de Jauja, donde todos podrían vivir en una especie de Nirvana, cobrando lo mismo, trabajando lo mínimo y gozando de un nivel de vida que, por desgracia, ya nadie se atreve a decir que vaya a volver. El vivir a costa de las subvenciones estatales; el pensar que se puede mantener una nación pagando lo mismo a los buenos trabajadores, los mejor formados y los que ponen más empeño en su trabajo que a aquellos que se limitan a cumplir con lo mínimo es tanto como pensar que, en este mundo, no existe ningún vicio y que todos los humanos, como dicen los mandamientos, son capaces de amarse entre sí como a uno mismo. No obstante, de lo que no parece que estén muy convencidos es de los medios con los que piensan contar, los impuestos que sería preciso implantar, las ayudas que se precisaría conseguir y la consideración que una política basada en las subvenciones en lugar del esfuerzo y el trabajo tendría en todos los países de los que hoy en día dependemos.
Y, en este plan, tenemos que considerar al nuevo factotum del PSOE, el señor Pedro Sánchez, una persona formada y de buena presencia que, no obstante, parece que es incapaz de medir el peso de sus palabras y valorar debidamente sus consecuencias antes de pronunciarlas. El señor Pedro Sánchez comenzó por proponer un programa económico en el que se olvidaba de la situación real de España, un país que estuvo a punto de ser rescatado, presentando un esquema de gobierno a base de incrementar los impuestos, otorgar subvenciones (al estilo del señor R.Zapatero), prometiendo acabar con el desempleo sin decir de qué medios se valdría para conseguirlo. Este señor parece que, en su afán de hacerse popular, seguramente deseando eclipsar al otro fenómeno de masas, Pablo Iglesias, de Podemos, se ha lanzado a hacer propuestas que, para quien le escucha, parecen no sólo disparatadas sino fuera de lugar y absolutamente intrascendentes para un país que debe afrontar una crisis, que necesita del apoyo de la UE y que tiene ante sí un desafío independentista que puede traer una situación de orden público muy importante.
Hace unos días habló de "hacer funerales de Estado por el terrorismo machista" ¿qué tendrá que ver esta lacra de la violencia de género y su erradicación, con medidas penales y administrativas preventivas para que no siga produciéndose, con el hecho de que, en cada caso, se tenga que hacer un funeral de Estado?. ¿Piensa el señor Sánchez que, con esta medida, se iban a reducir los asesinatos o malos tratos a las mujeres o que, al elevar el tema a un absurdo de tipo catafáltico, dando a las víctimas la solemnidad de un entierro a semejanza del de los grandes estadistas, aparte de constituirse en el hazmerreír de las naciones que nos rodean, se iba a concienciar más el pueblo español de la gravedad del tema? Sólo de pensar en el número de funerales de estado que se tendrían que llevar a cabo, seguramente sería preciso asignar un turno para que los políticos pudieran asistir a ellos, sin merma de sus ocupaciones cotidianas en sus menesteres públicos.
Naturalmente, tuvo que rectificar e intentar arreglar el desaguisado pero, parece no escarmentar y sigue dispuesto a llamar la atención aunque, cada vez que lo consigue, mete la pata, demostrando que aún está verde para ocupar el cargo de Secretario General del segundo partido de España (al menos hasta que lleguen las próximas elecciones en las que, Dios dirá, lo que consiguen) el PSOE. Nuevamente, en una entrevista al diario El Mundo, insistió en sus propuestas aparentemente populistas: " El obrero hoy es el precariado, el que no llega a final de mes, el que sufre" o "Falta más presupuesto para la pobreza, la violencia de género… Y sobra el Ministerio de Defensa", ¿tiene este señor idea de lo que está diciendo? ¿Acaso piensa que se necesita más presupuesto para atajar la violencia de género? Está muy equivocado si piensa que esta lacra se puede reducir poniendo más policía o con campañas inútiles de propaganda. La violencia de género es un mal endémico fruto de una sociedad desarmada ética y moralmente que cada día se hunde más en el relativismo y se preocupa menos de los demás. Pero ¿han visto ustedes una nación que no tenga Ejército o un ministerio de Defensa? Un ministerio que, por cierto está sufriendo los efectos de su postergación en los PGE. Otra rectificación y van…El señor Sánchez debiera de reflexionar sobre lo que espera que la gente piense de él y dejarse de buscar tanto protagonismo dedicándose más bien a mantener las ideas claras de lo que discurre el PSOE sobre el separatismo catalán y de cómo van a conseguir controlar al PSC para que siga defendiendo la españolidad en Catalunya.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, juzgamos a quienes pretenden gobernarnos sin estar, ni medianamente, capacitados para ello.
Miguel Massanet Bosch