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A toro pasado es fácil acertar. Alarmismo e histerismo ciudadano (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el octubre 11, 2014 por admin6567
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En este país estamos inundados por los críticos del «día después». Si señores, en España todos tenemos la solución a los problemas, pero cuando los efectos ya han tenido lugar y no, como sería de desear, antes de que se produzcan, que es cuando en realidad podrían servir para algo útil. Los sabios de cafetería siempre han ocupado un importante lugar entre los divulgadores de bulos, los críticos del gobierno, los «entendidos» dogmatizantes y los «expertos» en todas las materias, los del «pero si todo esto ya lo decía yo que iba a ocurrir».

Ahora tenemos, en España, un problema grave. Una amenaza sanitaria que nos ha llegado de tierras africanas, como parece que está ocurriendo en otras naciones en las que se empiezan a producir víctimas de esta terrible enfermedad, conocida como Ébola. No es que nuestros médicos estén en mantillas respecto a esta plaga, que también, no es que nuestras autoridades hayan obrado con más o menos negligencia en la prevención de este mal ni que se culpe al Gobierno de habernos traído de las naciones infectadas a algunos compatriotas misioneros que han acabado falleciendo en el Carlos III y que, no nos olvidemos, si se los trajo fue a petición de una mayoría de españoles que así lo exigían, aludiendo al presunto derecho que los moribundos tenían de regresar a su patria. No, no señores, es que, en estos momentos, no hay en todo el mundo civilizado gobierno que tenga en sus manos el «protocolo» perfecto, que le permita enfrentarse a la enfermedad con plenas garantías de éxito. No hay país que pueda presumir de tener un remedio infalible ni que se atreva a garantizar que no se van a producir nuevos casos de Ébola entre sus ciudadanos. Lo único que se puede pedir es que, en todos los países que se vean enfrentados a esta crisis sanitaria, sus gobernantes, con mejor o peor acierto, se esfuercen en controlarla lo mejor que puedan, esperando el milagroso remedio que les permita luchar con posibilidad de vencerla.

Sin embargo, el país, incluso antes de que se la pueda calificar de pandemia o epidemia, está dando muestras de una conducta irresponsable que, partiendo desde las redacciones de periódicos, radios o TV; que están dando preferencia a sus intereses económicos en lugar de preocuparse en dar información veraz, evitando crear una psicosis colectiva, se han lanzado a la especulación, a la caza de culpables, a alimentar el morbo de la audiencia y machacar, con toda clase de epítetos y descalificaciones, a aquellos sectores responsables de la sanidad de nuestro país que, con mejor o peor fortuna hacen todo lo que pueden o saben, para paliar los efectos de esta preocupante dolencia. No hay sindicato, ni partido político de izquierdas ni grupo de activistas separatistas ni tertulia radiofónica o televisiva en las que sus tertulianos no muestren su indignación por no haber recibido la información que, a su criterio, se les debiera de haber facilitado. No hay grupo de debate en las TV, que no armen un guirigay y no se rasguen las vestiduras porque, en las viviendas en las que habitaba la enfermera enferma del Ébola, no hayan sido convenientemente desinfectadas, no se haya informado a todos los vecinos en las manzanas que la rodean o porque a alguien se le haya ocurrido decir que la enferma se tocó la cara cuando se quitaba las protecciones que usó en su contacto con el enfermo.

El ínclito señor Llamazares siguiendo su costumbre de sectario de la izquierda, aunque es perfectamente conocedor de las limitaciones de la medicina, se ha constituido en el ángel vengador que clama al Cielo ( en su caso seguramente al Infierno) por los errores que pueda haber cometido la Administración en este caso concreto de contagio del Ébola pero, en su filípica, no se queda en ello y saca a relucir el caso del Prestige y vayan ustedes a saber si llegado el momento no nos habla de Franco y sus tropelías dictatoriales contra las cuales, curiosamente, los miembros de su partido fueron incapaces de reaccionar para derrotarlo. Es imposible que el estado de la enferma, salvo que se produzcan alteraciones importantes, tenga que ser objeto de información minuto a minuto para que los histéricos puedan saciar sus miedos o para que aquellos que viven de las desgracias de los demás puedan alimentar su morbo. Los partes médicos, todos lo sabemos, se dan dos o tres veces al día y no más.

Lo que da la medida de la cultura de un pueblo, de su serenidad ante la adversidad, de su capacidad para colaborar con sus conciudadanos y de su disciplina para seguir las normas que recibe de las autoridades competentes es, sin duda alguna, saber mantenerse en su puesto, cumplir con sus obligaciones, no dejarse arrastrar por el ansia ni por el pánico y ayudar en lo posible (en ocasiones no estorbando o no dejándose llevar por el histerismo) en todo lo que se pueda. Es verdaderamente sangrante ver como hay sanitarios que, en circunstancias como las actuales, no acuden a los hospitales por miedo al virus del Ébola; es lamentable escuchar a facultativos criticando los protocolos y protestando, cuando saben que en Sierra Leona hay muchos médicos que se están jugando la vida sin disponer de tantos medios de protección. Resulta poco menos que un escarnio público que, sanitarios sindicalistas se manifiestan en las puertas de los hospitales para protestar contra sus superiores o contra la administración por no disponer de información o de medios, en unos momentos en los que, por profesionalidad y vergüenza, debieran de colaborar en que, todos los servicios a los que pertenecen, se mantengan al cien por cien de funcionamiento y productividad.

La medida de la clase de ciudadanos que hoy en día inundan las redes, la tenemos en la cantidad de miles de mensajes y titulares de periódicos en los que se propalan noticias falsas, se ataca a los encargados de luchar contra el contagio de la enfermedad o se quiere politizar una cuestión que nada tiene que ver con que el Gobierno sea de derechas o izquierdas. Es más, seguramente que, si el gobierno fuera de izquierdas (como sucedió cuando Rodríguez Zapatero dejó casi cuatro millones de parados), nadie hubiera abierto el pico para protestar, porque esta es la táctica que vienen utilizando quienes se han conjurado para echar a la derecha y al centro fuera del gobierno para volver a instalarse en él, algo que todavía no han podido digerir desde que el 20N del 2011 fueron desbancados de él.

En estos momento el deber de todo ciudadano, de cualquier partido político y de todos los estamentos del Estado, es colaborar en conseguir encontrar los medios para aislar este foco de infección del Ébola; cooperar con los centros de Salud para dar cuenta de cualquier posible foco que pudiera aparecer; tomar todas las precauciones que se recomiendan para evitar infectarse y mantenerse vigilantes en todo momento para informar a las autoridades de cualquier posible negligencia sanitaria de la que pudiéramos tener noticia; aunque esta función debe ser especialmente controlada por aquellos a los que les corresponde velar por la salud de los españoles. España no necesita histerias, protestas sindicales, partidos políticos que se aprovechen de la situación para obtener ganancias electorales ni destruir las reputaciones de sus adversarios políticos, cuando todos son conscientes de que, ante una amenaza semejante, nadie está libre de cometer errores.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos decepcionados como, los de siempre, aprovechan una situación de nerviosismo y preocupación nacional para arrimar la brasa a su sardina. Y así nos va.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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