
Quizás el momento más estupefaciente de la comparecencia de
Artur Mas del pasado martes se produjo cuando un periodista le preguntó por los "marcos legales preexistentes" que según el president amparaban al simulacro con el que pretendía sustituir a la consulta suspendida por el Constitucional. Mas se negó a informar para "no dar pistas al adversario". En vano intentará el lector encontrar el antecedente de un gobernante democrático que dé semejante respuesta a pregunta tan elemental. Y si pretende dar con la base legal para el nuevo invento secesionista tendrá que buscar en las ordenanzas que regulan las verbenas o en normas de rango parecido. Y aún así es probable que se trate de un fraude de ley. Insuperable.
Mientras Merkel y Hollande fusionan sus embajadas, Artur Mas organiza una pantomima para que no decaiga el ánimo segregador
Pese a toda la épica que el nacionalismo trata de insuflar a su ataque contra la convivencia, lo grotesco siempre ha estado presente. Hace falta un sentido del ridículo atrofiado para compararse con Ghandi o con Luther Kingo para pretender que el Quijote se escribió originalmente en catalán. El nacionalismo es grotesco en sí mismo, como pone de manifiesto un hecho administrativo tan sencillo como la decisión de Francia y Alemania de fusionar algunas de sus embajadas para ahorrar y defender mejor sus intereses. Esta decisión, impensable en otro tiempo entre países que fueron enemigos encarnizados, señala el rincón de la historia, sucio y mal ventilado, al que algún día no muy lejano habrá que mirar para encontrar al nacionalismo. Mientras Merkel y Hollande fusionan sus embajadas, Artur Mas organiza una pantomima para que no decaiga el ánimo segregador.
Su empeño en dividir a la sociedad sólo tendrá dos consecuencias positivas: el final de su carrera política y el desplome de su partido
Mas insistió en varias ocasiones durante su discurso en que el Estado es el adversario del pueblo catalán. Incluso deslizó el término "enemigo" en alguna ocasión. Enemigos fueron Alemania (antes Prusia) y Francia entre las etapas de
Napoleón y
Hitler. Hoy buscan vías de integración. En cambio, Mas parece soñar con el enfrentamiento civil entre españoles al plantear esa tramposa, falsa y estúpida contraposición del Estado contra el pueblo catalán. Tramposa porque alude a un ente impersonal como el Estado frente al pueblo, siempre tan animado. Falsa porque, como señaló
Rosa Díez, es Mas quien parece el adversario de los catalanes al conducirlos al desastre y abstenerse de resolver los problemas reales de la gente. Y estúpida porque el propio Mas es representante de ese Estado maléfico y porque las democracias se basan en ciudadanías (siempre plurales), no en pueblos (siempre monolíticos).
Sí, Mas es el auténtico adversario de los catalanes y del resto de españoles. Pese a lo grotesco, sus actuaciones afectan a la gente, a las personas que tratan de salir adelante en medio de una crisis que él ha contribuido a agravar. Su empeño en dividir a la sociedad sólo tendrá dos consecuencias positivas: el final de su carrera política y el desplome de su partido. Todo lo demás será negativo: división, pobreza, corrupción. No sólo hay que detener este despropósito, sino que deberá responder judicial y políticamente por todo el daño que está haciendo.