Republica.com | (Publicado en upydasambleamadrid.es, aquí)
Primero, los datos del Informe anual sobre riqueza mundial, elaborado por entidad tan poco sospechosa de animadversión contra los ricos (en realidad, vive de ellos) como la sociedad financiera Credit Suisse.
En lo referente a España, entre mediados de 2013 y del presente año, el número de personas cuyo patrimonio es superior al millón de dólares -es decir: unos 750.000 euros- ha crecido de 375.000 a 465.000. Aquellos con un patrimonio que supera los 50 millones de dólares -unos 40 millones de euros- han aumentado de 1.306 a 1.766. Esto supone, para nuestro país, el 1,45 del total mundial de esta categoría de los superricos.
En el período citado, la riqueza total creció en España el 15%: cerca de cuatro puntos por encima de la media europea. Aun así, la riqueza media en nuestro país sigue por debajo: poco más del 7%, del promedio europeo. Conviene señalar que esos datos no son de renta, sino de riqueza o patrimonio.
Aumento de la riqueza, pero también aumento del reparto desigual de la misma. Así, el 10% más rico posee el 55,6% de la riqueza: tres puntos y medio más que en 2007, cuando empieza la Gran Recesión y, más importante, cuando se aplican las medidas de política económica en la UE y en España para combatirla.
Está claro, a la vista de numerosos informes y estudios, que van desde las encuestas del INE o Eurostat hasta Cáritas o la Red Europea contra la pobreza, que en España los costes de la crisis están siendo muy desigualmente repartidos.
El malestar social que va desde el desprecio a los políticos, sobre todo a una parte de ellos, hasta la conflictividad en la calle no es caprichoso, sino que responde a una situación mala y, sobre todo, crecientemente injusta. La gente o lo sabe o lo intuye y con una base cierta y sólida. Esto no es tanto consecuencia de la crisis, originada fundamentalmente por graves errores propios, como de las políticas aplicadas. Unas por mandato de Berlín-UE de recortes excesivos, aunque en la realidad el ritmo se ha suavizado. Otras, por decisiones del Gobierno de la nación, porque Berlín ordena recortar, pero no decide en qué sectores; eso lo hace el gobierno de turno.
Aumento de la marginación y la pobreza, del número de hogares con dificultades para llegar a fin de mes, de familias con todos sus integrantes en paro, del empobrecimiento de la clase media, de los trabajadores pobres por la reducción salarial, de la malnutrición infantil. El recuento de desgracias no acaba ahí ni mucho menos.
Mientras tanto, aumentan las desigualdades de riqueza y renta. Esto no es excepcional, al contrario. Está pasando en todo el mundo. Incluso una entidad supercapitalista como el World Economic Forum ha calificado este problema como uno de los más graves del mundo por la amenaza que supone a la cohesión social por una conflictividad creciente. Lo estamos viendo en muchas partes del mundo.