Como era de esperar, no han tardado en producirse las reacciones a la consulta celebrada en Catalunya el pasado domingo día 9N. Suele suceder, en estos casos, que se produzca diversidad de opiniones según sea el color político de las personas y la cercanía o lejanía que tengan respecto al separatismo excluyente o la españolidad de quienes opinan. Sin entrar en disquisiciones filosóficas sobre el, tan comentado, "derecho a decidir", sostenido por quienes han sido los verdaderos causantes de que se produjeran las votaciones del día 9 de noviembre; lo cierto es que de ellas han surgido un reguero de opiniones, análisis, interpretaciones y comentarios, a cerca de las consecuencias que se van a derivar de lo que ha sido el gran desafío lanzado contra el Estado de Derecho y la unidad de España, desde que la democracia sentó sus reales en la nación española.
No obstante, lo que si es cierto es el gran impacto que, en toda España, ha tenido el hecho incomprensible y desalentador de que, en Catalunya, se haya podido celebrar, sin que se les pusiera obstáculo alguno ni interviniera ninguna autoridad para evitarlo, una consulta a la que se la ha querido camuflar como una iniciativa privada cuando, desde el mismo TC hasta el último ciudadanos español, sabían a ciencia cierta que estaba promovida, dirigida y amparada por el gobierno de la Generalitat, que ha colaborado activamente, tanto en la propaganda del evento como en facilitar todos los medios materiales y personales que han sido precisos, para que se abrieran las mesas y las urnas para recibir el voto de todos aquellos, catalanes, españoles o extranjeros, mayores de 16 ( o, posiblemente, menores) sin que existiera censo electoral, interventores, componentes de las mesas elegidos por sorteo ni presidente nombrado democráticamente para dirigir la votación.
El primer efecto derivado de esta absurda actitud del nacionalismo catalán, ha sido el gran impacto que ha causado en todos los españoles ( incluso en los mismo catalanes que han ido a votar) y el estupor, desasosiego y posterior rabia e indignación, ante la pasividad absoluta del Ejecutivo del señor Rajoy que ha estado viendo, desde la grada, como se desarrollaba, impunemente y con entera libertad, un acto que, en si mismo ya suponía el enfrentamiento al Parlamento español, una desobediencia a las órdenes del Gobierno y un incumplimiento de lo dispuesto por el TC respecto a la suspensión de todos los actos relacionados con la consulta catalana. Salvo los pusilánimes de siempre, especialmente numerosos en la prensa de izquierdas, los beneficiados por las boutades del señor Mas y Junqueras, los intelectuales ( entre los que se han encontrado los exministros señores Piqué y Sevilla), como el señor P.Sánchez del PSOE, que siguen empeñados en que lo que hace falta es "dialogar", aunque nadie haya sido capaz de decirnos con claridad ¿sobre qué temas se tiene que tratar, cuando los secesionistas no admiten otra solución que la separación de Catalunya de España?.
O ¿acaso se pretende premiar su afrenta a España, al Gobierno y al resto de españoles, dándoles más privilegios que al resto de autonomías, otorgándoles un régimen fiscal que los favorezca más que a los españoles del resto de España y permitiéndoles que dispongan de su propia Administración de Justicia, su Hacienda, su Ejército y su Armada? O ¿será que el señor Rajoy está dispuesto a asumir los 60.000 millones de deuda catalana, su déficit fiscal, sus impagos a las farmacias, tal y como viene haciendo hasta ahora cuando, a cargo del FLA, en los últimos tres años Catalunya ha recibido de dicho fondo la friolera de 30.000 millones y, por si fuera poco, el señor Montoro les ha bajado los intereses de esta deuda?
Otro de los efectos negativos ha sido el evidente impacto de lo ocurrido en Catalunya, en el resto de países de la UE, que están mirando de reojo los dos fenómenos que, en este momento afectan a la confianza en nuestra nación: el crecimiento de Podemos y la celebración de la consulta catalana. Ambos están enturbiando la fe que se había depositado en España –como consecuencia de la recuperación, aunque incipiente, se empezaba a producir en nuestra nación – con el resultado del descenso vertiginoso de nuestra prima de riesgo y de la tasa de interés que se pagaba por nuestra Deuda y la renovada confianza de los inversores que han venido acudiendo en tropel a paliar nuestras necesidades de financiación. Todo ello está, de nuevo, pendiente de cómo se resuelvan por el Ejecutivo ambos desafíos.
En el ámbito del electorado del PP, el clamor de desagrado, protesta y reclamación de responsabilidades que, desde las bases del partido, se ha elevado hacia la dirección de los populares, no tiene parangón en toda la historia del partido de Fraga Iribarne. El señor Rajoy, hoy oculto y en ignorado paradero, no sólo ha conseguido defraudar las esperanzas de su electorado en una recuperación de la nación, una bajada de impuestos y una política enérgica y tajante en contra de cualquier brote de separatismo, sino que ha conseguido que, no sólo sus votantes y simpatizantes, sino también todos los españoles que desean que España continúe unida bajo el mandato de nuestra Constitución; se sientan defraudados y expresen su rechazo a una política innoble de cesiones, componendas, negociaciones secretas y actitudes vergonzantes de contemporización con aquellos que no se esconden, en cuanto a sus intenciones de conseguir esquilmar a España, para luego separarse de ella, en una aventura predestinada al fracaso absoluto pero que, también va a perjudicar y mucho a lo que quede de la nación española.
Ha resultado inútil y contraproducente el intento de la cúpula del partido de los populares de intentar endosar las culpas al TC y el insistir en que, la política de apaciguamiento y de cesiones al secesionismo son las que convienen a España. El eterno miedo de soliviantar a las minorías, el empeño en retrasar la aplicación del artículo 155 de la Constitución y aplicar la Ley, ésta que parece que a muchos les asusta y quieren seguir cediendo terreno, para evitar que se produzca lo que, tarde o temprano, va a suceder: la necesidad de defender la unidad de España apelando a los medios que tienen previstos las normas constitucionales. Cuanto más se retrase la quimioterapia destinada a acabar con el cáncer separatista, más dosis van a ser necesarias y peores pueden llegar a ser los resultados. En España ya se nota un cierto cansancio entre la ciudadanía respecto al tema catalán. Ya tenemos un 12% que estarían dispuestos a prescindir de Catalunya y no verían con malos ojos que se les diera permiso para que se fueran con viento fresco. Por desgracia, los socialistas y la filosofía relativista parece que han conseguido que, el número de patriotas, haya descendido vertiginosamente y son ya pocos los que quedamos que, todavía, somos capaces de intentar luchar por la unidad del país.
A toro pasado, cuando el mal ya está hecho y la amenaza separatista consumada; asustados ante la reacción negativa de la mayoría de españoles, entre ellos sus votantes y muchos miembros de la élite del partido; el señor Rajoy y sus consejeros ( veremos que tiene que decir a esto el señor Arriola) intentan sacar pecho y han ordenado a los fiscales ( que permanecieron desaparecidos lo mismo que muchos jueces que, en Catalunya, se negaron a aceptar las denuncias de los ciudadanos en contra de la apertura de las urnas) que "busquen" elementos incriminatorios en las actuaciones de algunos de los miembros del Gobern. ¡Pero si ellos mismos se han imputado voluntariamente!, ¡todos los directivos de los partidos en pro de la consulta participaron en el simulacro y muchos de ellos, como el señor Junqueras y su segunda, presidieron sendas mesas en las que se votaba! O es que ¿en Catalunya todos estaban ciegos o no se quería o tenían miedo de hacer cumplir las leyes? Se habla de imputar al señor Mas o la señora Ortega, pero todos sabemos que, aún que se atrevan a hacerlo, se convertirá en un proceso que durará años hasta que todo ello va a acabar, como suele ocurrir, con una multa y ¡pelillos a la mar! O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, renegamos de quienes por intereses espurios no se atreven a luchar por España.
Miguel Massanet Bosch