«Donde ninguno manda, mandan todos. Donde todos mandan, nadie manda. Es el caos.» Jacques Benigne Bossuet
No hay duda señores de que, el gran vudú socialista y alcalde Madrid, el señor Tierno Galván, si hoy viviera, estaría encantado de la situación en la que actualmente se encuentra nuestro país. Aquel que dijo «Bendito sea el caos porque es síntoma de libertad» hoy podría afirmar que, en España, hemos encontrado el estado de gracia de la plena libertad. Estaba equivocado, como lo están todos los políticos que han conseguido convertir a un país que fue ejemplo del resto de países europeos, en la época del presidente Aznar, en lo que, en la actualidad, no es más que una sombra de su pasado esplendoroso, gobernado por unos políticos incompetentes, ególatras, despistados, cobardes e incapaces de cumplir con sus promesas. Lo peor del caso es que aquí no se salva nadie, porque tanto en la derecha como en la izquierda, incluidos sus extremos, hemos cosechado una pléyade de dirigentes que parecen dispuestos a dejar la nación hecha unos zorros, confundiendo el Parlamento con un ring de boxeo y las Arcas del Estado con su hucha particular, en la que meter mano cada vez que les plugiere (y perdonen el arcaísmo) para llenar las faltriqueras (otra vez perdón).
Comencemos por el problema catalán. El desconcierto no puede haber llegado a un punto más elevado, cuando una acción tan evidente de enfrentamiento al Estado y al Estado de Derecho parece que, incluso con una resolución del TC pidiendo su suspensión, no ha sido suficiente para que, los fiscales catalanes, hayan encontrado causa suficiente para encausar al señor Mas, cuando el mismo se imputó, asumiendo todas las responsabilidades de la consulta catalana por el derecho a decidir. Es posible que los señores fiscales de Catalunya tengan un concepto distinto de desobediencia de funcionario público, prevaricación, malversación de caudales, deslealtad y traición a la patria y todos aquellos otros los delitos del que tenemos los ciudadanos que vemos en las actuaciones de Mas, de la señora Ortega o del señor Espadaller, motivos más que evidentes para someterlos a la acción de la Ley; no obstante, no podemos dejar de pensar lo que opinarían, estos mismo fiscales, si no residieran en la comunidad catalana, no afectase a su propia manera de pensar y simpatías y no estuvieran bajo la presión de la Generalitat catalana. Sea como fuere, que el Fiscal General del Estados, señor Torres Dulce se vea obligado a convocar a la Junta de Fiscales de Sala para someterles la cuestión y sacar las conclusiones oportunas, en un caso tan rocambolesco y tan incomprensible como ha sido el de esta consulta, no contribuye en nada a mejorar el concepto que, de la Justicia y de los que se ocupan de aplicarla, se tiene en el pueblo español. Desconfianza absoluta.
Y es que, señores, parece que de pronto el principio de autoridad haya entrado en crisis, la democracia haya caído en barrena y el pueblo, en lugar de delegar en las personas preparadas para dirigirlo, haya decidido prescindir de ellas para atomizar las facultades que les estaban atribuidas y distribuirlas entre los distintos grupos de ciudadanos que, por auto proclamación, hayan decidido que la Justicia es cosa de ellos, que la dirección de las ciudades es de su competencia y que les basta con armar una protesta en la calle, reunir a un grupo numeroso de gente con pancartas que reclama la aplicación de lo que, para ellos, debería ser la ley; para que, las legítimas autoridades se acoquinen, den su brazo a torcer y opten por lo más fácil, aunque no lo más adecuado, o sea, ceder su autoridad y dejarse avasallar por quienes han aprendido que, con la presión ciudadana, consiguen sacar adelante sus objetivos, aunque sea por el procedimiento de la intimidación y el chantaje.
En Burgos ya se ha repetido, por segunda vez, la rebelión de aquellos que sólo hace unos meses hicieron rectificar una obra pública, en una avenida de la ciudad, por el método de presionar en la calle a un alcalde pusilánime, que se rindió a la primera de cambio. Hoy, por un tema de la restauración de una plaza de toros, los mismos vecinos del Gamonal, que protestaron en aquella ocasión, envalentonados, han vuelto a salir a las calles convencidos de que lograrán triunfar de nuevo. ¿Y qué hacen las autoridades, aparte de embolsarse sus sueldos? Ceder una y otra vez, dejando que el populacho sea quien disponga lo que se debe hacer, sin tener en cuenta la mayoría que, en las urnas, sacaron aquellos que se presentaron para gobernar de acuerdo con quienes los habían votado y no obligados por meros filibusteros del poder.
Hoy en día, numerosos grupos minoritarios, al mando de aquellos que han sabido encontrar su modus vivendi por medio del activismo, la movilización de las masas, la protesta callejera y la acción directa contra la autoridad y el orden establecido; se han hecho dueños de las calles de tal modo que, en muchos casos, han conseguido la colaboración de alcaldes, ediles o partidos políticos que ven en ellos un medio para evitarse problemas o conseguir darles cauce a sus propias ideas políticas. Lo curioso es que parece que han encontrado un banderín de enganche en Podemos, del que se declaran admiradores y, con toda seguridad, estarían satisfechos de ser fagocitados por él. Veamos el caso concreto de la IU del señor Cayo Lara. Si hace un año nos hubieran dicho que, el señor Lara, no se iba a presentar a la reelección nadie lo hubiera creído; pero las circunstancias han cambiado y la irrupción de Pablo Iglesias, con su grupo Podemos, ha truncado la trayectoria ascendente de IU en las encuestas, convirtiéndola en una caída en barrena por el trasvase de muchos de sus simpatizantes al grupo del señor Iglesias. Hoy sabe, don Cayo, que su estrella ya se ha apagado y se cura en salud diciendo que se retira.
De hecho, señores, España se ha convertido en un campo de Agramante, en el que pululan centenares de corpúsculos políticos que aspiran al cambio político, tales como: Ganemos Aragón, Guanyem Barcelona, CUP, ANC, Anova, Alternativa Galega de Esquerda y un sinfín de asociaciones de vecinos, comisiones de barrios, etc. que, si no se les pone coto, van a conseguir hacer al país ingobernable. Es evidente que, cualquier parecido de esta caótica situación, a la que se le puede añadir el separatismo radical y el populismo de Podemos, con la verdadera democracia, aquella del gobierno por el pueblo, pero no de infinitos gobernantes para un solo pueblo; no puede llevar a la nación más que a su suicidio como país que, seguramente, es lo que algunos desean que suceda para, posteriormente, poder implantar en Europa un estado bolivariano, a la manera de la Venezuela del señor Maduro, la Bolivia del señor Evo Morales o el Perú del señor Correa; todos ellos con la característica de ser aparentes «democracias» cuando, en realidad, no se trata más que de nuevas dictaduras comunistas, de este neo comunismo que la crisis ha empezado a construir en Suramérica y que aspira, mediante la actuación de grupos comunistas, como el de Pablo Iglesias, instaurar su cabeza de puente en aquel país europeo en el que encuentren un gobierno más débil. Al parecer la china nos ha tocado en España.
Las elecciones legislativas del 2015, dada su cercanía y el barullo político en el que estamos inmersos, si no hay una reacción instantánea de los partidos tradicionales, es muy posible que acabe con un mapa político tal, que termine por configurar extrañas alianzas cuyo resultado sea, como algunos insensatos esperan, que nos expulsen de Europa y nos dejen al albur de nuestra absoluta soledad. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con los pelos como escarpias, venir la ruina de nuestra nación.
Miguel Massanet Bosch