Existe un aforismo bien conocido entre los juristas: "Quien es causa de la causa es causa del mal causado" y otro, no menos conocido, que se refiere a que " hay un tiempo para cada cosa", y es probable que ambos puedan sernos útiles para el comentario que queremos hacer respecto a las consecuencias que se han derivado de la insistencia de los reporteros del semanario Charlie Ebdo, cuando han pretendido, en el ejemplar de la revista publicado después del alevoso atentado que causó la muerte a 12 personas de su plantilla, insistir en la misma línea de ofensa a las religiones y, entre ellas, la islámica. No hace falta repetir, por innecesario y manido, el rechazo que todos sentimos por aquel luctuoso suceso, pero tampoco podemos olvidar, ya que vamos de refranes, de que "quien siembra vientos recoge tempestades". No sabemos lo que tendrán en mente los dibujantes y periodistas que siguen editando el semanario Charlie Ebdo, ni qué impulsos les habrán inducido a publicar, con una edición masiva que, según dicen, van a aumentar hasta los siete millones de ejemplares, para que el contenido de esta nueva tirada siga siendo ofensivo para determinadas religiones (entre ellas la católica) sin que, a pesar del trancazo que se han llevado, parezcan haber rectificado.
Y, en este punto, no podemos olvidar a la Administración del país vecino que debería, aún manteniendo una línea dura contra los asesinos y los métodos empleados para realizar el atentado que tuvo lugar contra la libertad de expresión, haber puesto un punto de moderación, de sentido común y de sensatez, recomendando a los editores de Charlie Ebdo que no añadieran leña al fuego, en unos momentos en los que el enfrentamiento entre el Islam, ahora representado por Al Qaeda y el EI, está al rojo vivo. El EI está intentando que la guerra religiosa se vaya extendiendo, por medio de las llamadas "quintas columnas" yihadistas, en todos los estados occidentales en los que tengan ocasión de causar mal y aterrorizar a la ciudadanía. Ahora ya no se trataba de defender la libertad de expresión contra aquellos que han pretendido actuar en contra de ella, por medio del asesinato y la crueldad; ahora, por el contrario, se debía haber actuado con el debido sentido común y moderación, para no exacerbar los ánimos en una serie de países en los que, el mofarse de sus dioses y sus profetas, se considera como un insulto a todos los fieles que practican aquella religión, merecedor de venganza.
El insistir tercamente, en un arrebato de rencor y con ansias de revancha, si bien se puede entender en unos ciudadanos que acaban de perder a sus compañeros de trabajo, sin embargo, no parece que sea el mejor método para calmar las aguas, controlar el problema e intentar reducir al espacio menor posible los efectos de la rebelión islámica patrocinada por el EI que, precisamente, lo que está intentando es la internacionalización del conflicto y el crear, en el mayor número de países europeos posibles, un estado de alarma y de temor, que favorezca sus planes de aterrorizar a quienes pretenden dominar y vencer, para que cedan a sus peticiones y amenazas.
Y es que, en este evidente problema suscitado por el ataque al semanario Charlie Ebdo y subsiguiente asesinato de parte de sus periodistas, existen claramente dos aspectos a tener en cuenta. El primero y, sin duda, el más preocupante e intolerable, es que unos terroristas hayan tomado la justicia por su mano para vengar un agravio a su religión y, otro, que también tiene que considerarse, es el hecho de que esta revista se dedicaba habitualmente a poner de chupa de dómine a una serie de religiones, a sus ministros y a sus divinidades, junto a todos aquellos que creyesen en ellos; atribuyéndose el derecho a burlarse, ofender, despotricar y satirizar sobre temas que sobrepasaban de lo meramente anecdótico y permitido, para incidir gravemente en aquellos dogmas, creencias, símbolos, seres sagrados o iconos que, para muchos millones de personas, eran considerados como sagrados, intocables y dignos de veneración y, evidentemente, merecedores de respeto, adoración y protección contra aquellos que se tomaran la licencia y la frivolidad de mofarse y reírse de ellos.
Estamos de acuerdo en que el atentado y los asesinatos perpetrados contra Charlie Ebdo, fue un acto brutal, injustificable y bárbaro pero, señores, esto no quita que, valiéndose del derecho de libertad de expresión, sobreexcediéndose de los límites que la razón estima que existen en todos los derechos y poniendo por delante el afán de lucro a lo que, el sentido común hubiera recomendado, conociendo los peligros que un tipo de publicación de semejantes contenidos acarrea; estos periodistas y dibujantes, asumieron un riesgo que conocían y debían de haber valorado en todas sus dimensiones. Ahora, con este número, que posiblemente les va a reportar importantes beneficios gracias al número de ejemplares que han vendido, no han querido o no han sabido encontrar el justo término medio que se le debía haber dado a su contenido, de modo que se hubiera evitado encender más el conflicto, intentando aplacar a aquellos a los que venían agraviando desde hace demasiado tiempo.
Todo lo que se produzca en los tiempos venideros, todos los destrozos y las muertes que se puedan cometer en países de religión islámica en los que Europa tiene intereses económicos o financieros, motivados por las algaradas, destrozos y venganzas personales cometidas contra militantes de otros credos religiosos, seguramente se lo vamos a tener que atribuir a estos señores que han pretendido convertir un suceso luctuoso y, evidentemente, condenable, en un incendio que amenaza con extenderse a otros países y a crear la posibilidad de que ello favorezca los intereses de generar un ambiente de odio, en contra de Europa, en países del Magreb en los que, desafortunadamente, las cuestiones religiosas vienen siendo un problema endémico desde hace años. Véase, si se quiere, lo que está sucediendo en Níger donde se han quemado, por los islamistas, una decena de iglesias en su capital, Niamey, o las críticas que el presidente del Afganistán, Ashraf Ghani, ha vertido contra las viñetas del semanario francés a las que ha considerado como "blasfemas" y un gran insulto, tanto para el Islam como para los musulmanes.
El presidente paquistaní, Mamnoon Hussaín, a raíz de la publicación de viñetas sobre Mahoma y el Islam, tras el atentado islamista contra el semanario francés, ha expresado duramente sus críticas. El diario londinense "Al Arabai al Jadeed" comenta: "La línea entre libertad de opinión y discurso del odio es a veces muy fina" y las redes de Internet se han llenado de críticas hacia el semanario con comentarios como: "Vengaremos a nuestro líder Mahoma" o "El Islam es una religión pacífica. Reírse de una religión no es libertad de expresión sino odio". En Egipto han sido más contundentes, cuando la Oficina de Asuntos Legales del Islam se refería al tema en los siguientes términos: "La revista impide la coexistencia pacifica y el dialogo entre civilizaciones", "Es un peligro contra los valores humanitarios, la libertad, la diversidad cultural, valores irrenunciables para mantener la paz social", continuaba esta institución que, hace una semana, condenaba el atentado.
Es evidente que los resultados de esta boutade o, si se quiere, falta de contención, seguramente impulsada por un ambiente creado, intencionadamente, por la izquierda francesa que ha querido aprovechar la ocasión para dar suelta a su proverbial anticlericalismo pueden ser más graves de lo calculado. Hágase lo que se tenga que hacer con los terroristas de cualquier signo que sean, pero vayamos con cuidado de no convertir la lucha contra el terrorismo en una lucha entre religiones. Podría ser catastrófico. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos inquietos esta falta de sentido común.
Miguel Massanet Bosch