Gonzalo Fanjul | (Publicado en El País-Blog 3500 Millones, aquí)
Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Foto: Albert García/EL PAÍS.
La paradoja de algunas decisiones populistas es que nadie parece estar particularmente entusiasmado cuando llegan, pero el coste electoral de corregirlas puede ser tangible. Esto es exactamente lo que podría ocurrir con el Real Decreto-Ley 16/2012 que excluye a los inmigrantes irregulares del acceso a la sanidad y que fue aprobado por el Gobierno del PP sin que nadie se lo pidiera: cuando pensábamos que los populares estaban solos en esta canallada, llegó Albert Rivera para dejar claro que a sus emergentes Ciudadanos el asunto le parece muy buena idea.
Para un partido tan preocupado por el efecto de los territorios en los derechos de las personas, utilizar una condición territorial administrativa para castigar a uno de los colectivos más vulnerables de nuestro país es un manifiesto político de lo mas peculiar. Àfrica ens roba.
Como sus colegas del centro-derecha, Rivera es incapaz de justificar con números su posición, entre otras cosas porque nadie los ha dado hasta ahora. La decisión del Gobierno estuvo basada en su momento en una estimación del País de Nunca Jamás en el que no parecían encajar ni el número de inmigrantes afectados ni el resultado neto de los servicios sanitarios cuyo uso se reduciría (la atención de enfermedades crónicas, por ejemplo) o se incrementaría(los servicios de urgencias, a los que sí tienen derecho). Tampoco se consideró el riesgo para la salud pública derivado de una población prevalente en enfermedades infecciosas que desaparece de un día para otro del radar de las instituciones sanitarias. Todas ellas -además de la decencia- fueron razones suficientes para que diez comunidades autónomas hayan encontrado el modo de no aplicar la medida.
Quienes sí conocen al dedillo las consecuencias del 'apartheid sanitario' son los miles de inmigrantes afectados por el RDL, los mismos que trabajan en sus casas, entregan su compra del supermercado o comparten aula con sus hijos. Un informepublicado por Médicos del Mundo (¡qué gran trabajo hace esta organización!) en el segundo aniversario de la entrada en vigor del decreto describe un panorama desolador: el sufrimiento de los directamente afectados, el terror de las familias con hijos a acudir a un ambulatorio por miedo a ser denunciados o enfrentarse a una factura inasumible, la arbitrariedad de las administraciones públicas a la hora de aplicar la medida…
Estos son los hechos, Sr. Rivera, los que me gustaría que hubiese tenido en cuenta: los irregulares cuyas enfermedades le parecen a usted tan costosas vienen aquí a buscar trabajo, no a operarse la papada. Su gasto sanitario está muy por debajo de la media de los españoles, como corresponde a perfiles jóvenes, y estarían muy contentos de contribuir a financiar el sistema si alguien se lo permite. Puede que haya mayores no comunitarios con problemas graves de salud, pero si están aquí es como consecuencia de un proceso de reunificación familiar perfectamente legal y están respaldados por los impuestos que pagan sus hijos. Negarles el tratamiento es como negárselo a mi abuela porque nunca fue nada más que un ama de casa. El 'turismo sanitario' existe, pero es el que ejercen los jubilados alemanes y británicos con los que usted comparte sus vacaciones. Evitarlo depende de las mismas medidas de coordinación administrativa europea de las que solo se han acordado con la llegada de la crisis.
Sé que mucha gente me responderá lo que ya nos ha respondido el Ministro del Interior con la finesse que acostumbra: si tanto le preocupan los inmigrantes, métaselos en su casa. Pero es que yo no querría ver a alguien como el Sr. Fernández-Díaz ni presidiendo mi escalera. Ciudadanos, por el contrario, es un partido al que yo hubiese considerado votar en Madrid, entre otras cosas para revertir esta decisión miserable. Ya no. Comprendo que este asunto puede parecer pequeñito en el lodazal en el que se desenvuelve hoy el debate electoral, pero creo que hay posiciones que definen el rasero moral de una opción política. Esta es mi modesta línea roja, Sr. Rivera, y me temo que usted que la ha traspasado sin saber muy bien porqué. Tal vez eso es lo peor de todo.