Hace poco más de un año el presentador radiofónico español Carles Francino publicó en elPeriódico un artículo titulado El último `adiós´, que recordé ayer en la iglesia de La Parra de las Vegas, en el instante que sus tres nietos le daban la despedida a su abuelo Enrique, y apenas pudieron terminar de leer el mensaje de dolor que querían transmitirle ante su fallecimiento. Decía el indicado periodista que solemos andar tan atareados con tonterías de distinto calibre que, a veces, se nos olvidan las cosas importantes. Y para él -igual que para mí- existen pocas tan importantes en la vida como ser conscientes de la muerte, pero sin que eso se convierta en algo desesperante o aterrador. No cabe duda tampoco de que las convicciones religiosas o espirituales pueden jugar un papel en ese proceso; igual que todo lo contrario, el descreímiento más absoluto. Pero no resulta fácil conseguir el equilibrio y por eso es de aplaudir cualquier iniciativa que contribuya a hacerlo; o por lo menos a intentarlo.
Rememora Carles los fogonazos de un infausto día y de los que vinieron después leyendo el relato ganador del Concurso de Tanatocuentos que organiza desde hace casi dos décadas la revista 'Adiós'. En 'Palabras secretas', el protagonista es un niño al que la muerte de su abuela y una frase de compromiso de esas que se sueltan a voleo -"esto nos pasará algún día a todos…"– le taladran el cerebro y la moral hasta el punto de rodear su cama de almohadones en previsión de una mala caída nocturna, de abandonar los juegos en el patio para evitar lesiones, y de convertirse en un chaval hiponcondríaco al que cualquier acceso de tos le parece la amenaza definitiva.
La solución le llegará de la mano del abuelo, cuando logra convencerle de que “siempre estamos aunque nos hayamos ido” –un poco al estilo de la película “Coco”-, y le anima a excavar un hoyo en la arena de la playa donde poder enterrar sus temores. No es casual que el ganador del concurso sea un maestro, observa Francino, porque la verdad es que la historia rezuma pedagogía. Se llama Héctor Alarcia y habló el periodista en la radio con él y con un tipo magnífico, Jesús Pozo,otro periodista que a través de la revista que dirige –está en los tanatorios, búsquenla la próxima vez que tengan que acudir a uno- ha obrado el milagro de normalizar las conversaciones sobre la muerte a partir de la cultura; de hecho, el nombre completo es 'Adiós… cultural'.
Entendí en las puertas de la iglesia, en la que nos hallábamos menos de cincuenta personas, compartiendo el dolor con toda la familia de Enrique y transmitiéndoles nuestros deseos de un descanso en paz, que resulta edificante poder decir también que mi relación con la muerte está bastante normalizada en estos instantes. A lo cual no es ajena la lista de bajas por defunción que se ha incrementado durante los últimos años entre familia y amigos. Como rotundamente dijo el gran José Sacristán: “Cada vez disparan más cerca….”. Pero creo que esperar a pie firme la bala que lleva tu nombre exprimiendo cada día sin amarguras innecesarias –y sin gastar energía en idioteces- supone la mejor de las victorias.
Esto último ha de dirigirnos -recomendación que hago a la esposa, hijos, nietos y demás familia de Enrique- a encontrar cada uno el método más apto para lograr las pautas a seguir. La vida no es siempre de color de rosa, pero hay fórmulas que nos pueden ayudar a sentirnos mejor con nosotros mismos y con lo que nos rodean. A todos nos gustaría que nos ocurrieran más cosas positivas. Lograr un ascenso, conocer una pareja, disponer de abundantes medios económicos o mejorar nuestro carácter. Para conseguirlo, no solo debemos definir nuestro objetivo y desearlo con fuerza, también hace falta disponer del método que nos otorgue las pautas por las que conducirnos. En el libro Haz que suceda (Alienta, 2019), Rubén Turienzo propone seis fases muy concretas y las herramientas asociadas para lograrlo. Esta particular guía nace de su experiencia, tras haber acompañado a muchas personas en la aventura.
La vida de Luis Rojas-Marcos es un ejemplo de lo que acabo de decir. Fue un niño distraído, con problemas de aprendizaje, hiperactividad y fracaso escolar. Pero acabó siendo un avalado psiquiatra de fama internacional. Su historia es el resultado de una enorme capacidad de superación. Tras licenciarse como médico en Sevilla, emigró a Nueva York a finales de los 60 para estudiar psiquiatría. Tras más de 40 años de trayectoria en Estados Unidos, sus trabajos de investigación y sus pioneras aportaciones en este campo le han llevado a convertirse en un referente para médicos, psiquiatras y psicólogos de todo el mundo. En los años 90 fue el máximo responsable de los Servicios de Salud Mental, Alcoholismo y Drogodependencias de la ciudad de Nueva York. El 11 de septiembre de 2001 fue testigo de los atentados contra las Torres Gemelas, mientras ocupaba el cargo de presidente del sistema de hospitales públicos de la ciudad. Allí tuvo un papel fundamental en la creación de grupos de apoyo para los familiares de las víctimas. Luis Rojas-Marcos es profesor de psiquiatría en la Universidad de Nueva York y autor de numerosas obras de divulgación, en las que aborda temas como la importancia del optimismo, la relación entre el lenguaje y la felicidad, la superación de la adversidad o la autoestima.
Y de su sabiduría extraigo la definición de salud que es, pensemos en esto, el estado de completo bienestar físico, psicológico y social. Esa es la salud, según la Organización Mundial de la Salud. En los años 80 se descubre, o se estudia y se comprueba, que el ejercicio físico regular es bueno para la salud física, psicológica, y si te gusta ir en grupo, social, también. Entonces, por eso hoy día, gracias a esta medicina de la calidad de vida, podemos hablar de otros factores que nos ayudan a llevar mejor la vida. Y uno de ellos es el sentido del humor, que siempre y en cualquier instante es muy útil. Luis Rojas-Marcos siempre dice que cualquier botiquín de urgencias debe llevar una dosis de sentido del humor. El humor no nos ayuda al momento, por ejemplo, si aquí hay una crisis de algún tipo, ponernos a contar chistes no es… ¿verdad? Hay que salir de aquí o decidir, pero el sentido del humor nos da una perspectiva, nos ayuda a ver con nuestra perspectiva que tratamos mejor las incongruencias de la vida, con humor. No me cabe duda que la inteligencia que sale de la personalidad de los cuatro hijos de Enrique les ayudará a estos a superar el trance que, con toda seguridad, van a superar. Básicamente porque siempre es beneficioso -este es mi epitafio- un consejo resolutivo: "Pon tu cara hacia el sol y no podrás ver las sombras" (Helen Keller), puesto que nuestra grandeza no esta en no caer nunca, sino en levantarse cada vez que nos caemos.