
Pero no el único. Las instituciones europeas, en especial el Eurogrupo, también está actuando de forma extrañamente sentimental, como si se tratara de quedar por encima, de que se note quién ha ganado. Justo cuando esperábamos unos fríos tecnócratas echando cuentas, tenemos a unos tipos que expulsan a Varufakis, el ministro de finanzas de Grecia, de una reunión y que son incapaces de cerrar un acuerdo cuando más cerca se estaba.
La situación es un desastre. Lo es ya para los griegos, pero pronto podría serlo para todos los demás. Guindos y otros no paran de decir que esto no es 2012, que ahora Europa está preparada. Ojalá sea cierto, pero sólo lo descubriremos cuando suceda. A esto se le llama incertidumbre, algo que siempre es malo para la economía. Aunque no estemos en 2012 está por ver cuánto sube la prima de riesgo (que subirá) y qué efectos tiene sobre la economía (que los tendrá). No va a salir gratis. Por decirlo claramente: la falta de acuerdo costará empleos en España. Muchos o pocos, eso ya lo veremos.
Guindos repite que no estamos en 2012, pero la falta de acuerdos costará empleos en España. Muchos o pocos, eso ya lo veremos
La mayoría de los economistas aventuraban un acuerdo con Grecia porque su ausencia sería mala para las dos partes. Cuando parecía más cerca (el martes), de pronto todo se ha desmoronado. Está primando el sentimentalismo sobre la sensatez. Esto cabía esperarlo de un populista como Tsipras, pero no de los serios políticos de Bruselas.
Sin duda Tsipras se ha ganado la desconfianza y el recelo del resto de gobernantes, pero de estos cabe esperar más inteligencia. La debilidad de los populistas siempre es la misma: la realidad. Era y es posible salvar a Grecia y dejar que Tsipras explique a sus votantes por qué sus promesas y su retórica han resultado fraudulentas. Cuando el gobierno griego presentó su contrapropuesta y el acuerdo parecía inminente, el ala más extremista de Syiriza ya dio signos de rebelión. No era necesario llegar a este punto. Es más, al menos de momento, Tsipras ha recuperado aliento político en su país gracias a su lamentable victimismo nacional-populista.
Ni Europa ni España pueden arriesgar su economía en un asunto que parece un desafío de adolescentes hormonados
Todavía hay esperanza. Mario Draghi ha evitado la quiebra total de la banca griega, ganando un poco de tiempo. Obama, ajeno a las pasiones europeas, presiona a Europa para que se encuentre una solución con Grecia dentro del euro. Él sabe -y no hace falta ser presidente de Estados Unidos para saberlo- que la UE está jugando con fuego. Ahora se lanzan mensajes de que todavía hay "margen para la negociación".
Ni Europa ni España pueden arriesgar su economía en un asunto que, a veces, parece un desafío de adolescentes hormonados: a ver quién se raja antes. Tsipras está ahí, qué le vamos a hacer. Europa tiene que cumplir con su deber y confiar en que los griegos se den cuenta de que las instituciones no son sus enemigos.