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La disonancia narrativa de Pedro Sánchez (por Juan Andrés Buedo)

Publicada el julio 29, 2025septiembre 11, 2025 por Juan Andrés Buedo
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Pedro Sánchez cerró el curso político con un discurso-mitin que, más que un balance de gestión, fue un ejercicio de realidad paralela. Ante un auditorio fiel, dibujó una España que va viento en popa, gobernada por un Ejecutivo progresista, atacado sin tregua por la derecha, los jueces y los medios. Pero bajo ese envoltorio triunfalista, lo que aflora es una evidente disonancia narrativa: el relato presidencial no encaja con los hechos que perciben los ciudadanos. Es, en realidad, una historia para creyentes, no para convencidos.

Sánchez se presentó como un estadista resistiendo en solitario el asedio de los poderes fácticos. Aseguró que su Gobierno es un bastión de la democracia, la regeneración y la empatía. Pero al mismo tiempo, controla como nunca antes el aparato de comunicación institucional, utiliza el CIS como instrumento electoral y evita cualquier atisbo de autocrítica por los escándalos que afectan a su entorno. Se proclama víctima de una «máquina del fango» mientras domina el barro desde su centro de mando en La Moncloa.

También presumió de políticas progresistas, feministas, verdes. Pero la realidad es tozuda. Pacta con partidos que han negado derechos fundamentales. Aprueba leyes defectuosas que provocan efectos no deseados. Y su acción social, lejos de ser transformadora, ha sido muchas veces reactiva y condicionada por los cálculos de una legislatura frágil y sometida a la presión de las minorías parlamentarias.

Paradójicamente, invoca la estabilidad mientras sostiene su Gobierno en acuerdos con formaciones que cuestionan la Constitución, el modelo territorial y la igualdad entre españoles. Ha cambiado estabilidad por cesión. Y convivencia por asimetría. Todo ello, envuelto en la retórica de la concordia, pero ejecutado con el pragmatismo más frío y vertical.

La apelación final a una política «más limpia y más justa» suena hueca cuando se silencia el caso Koldo, el Tito Berni, la compra opaca de mascarillas o la reciente oleada de amiguismo institucional. Nada de eso mereció una sola línea en su mitin de fin de curso. Ni una mención. Ni una disculpa.

El relato de Sánchez está diseñado para consolidar la fe de los suyos, no para ampliar su base ni reconciliar al país. Es una narrativa cerrada, circular, que convierte toda crítica en conspiración, todo desacuerdo en odio y toda decisión propia en avance histórico. Pero cuanto más se aleja ese relato de la experiencia común de los ciudadanos, mayor es el riesgo de fatiga democrática y de cinismo político.

No hay peor disonancia que la que separa al poder de la realidad. Y Sánchez, con su discurso, ha demostrado que prefiere habitar su propio espejo antes que enfrentarse al reflejo incómodo del país que gobierna.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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