Carlos Martínez Gorriarán, responsable de Comunicación y Programa de UPyD (Publicado en UPyD, aquí)
Ayer, el Presidente del Gobierno de esta monarquía bananera compareció ante los medios al final del Pleno Extraordinario del Congreso que ha interrumpido las vacaciones de sus señorías –el país no tiene problemas- para tratar del envío a aguas de Somalia de una fuerza naval –el país no tiene otro problema-, con el fin de hacer declaraciones sobre el recién estrenado Presidente Barack Obama: el mundo no tiene otro problema que conocer la alta opinión de ZP sobre Obama. Ya se nos revelaron el otro día las milagrosas coincidencias de Obama con Zapatero: por ejemplo, el escritor favorito del nuevo presidente también es Jorge Luis Borges (y también por cierto, mr. President, ¡cuidado!: nuestro José Luis ha previsto “contactos naturales y periódicos” con usted, aunque seguro que la sra. Obama tendrá algo que decir…) Sin duda, esto aliviará la pesadumbre de nuestros inminentes cuatro millones de parados, de las centenares de empresas que tendrán que cerrar, de las cuentas públicas al borde del colapso, del 30% de fracaso escolar, etc. Obama lo arreglará todo, y ya está en el buen camino al coincidir en tantas cosas con el bueno de Zapatero, no sólo en escritores sino también en admiración por la energía eólica española y adhesión al talante socialdemócrata, según Él. Al fin y al cabo, si la crisis la hizo Bush para divertirse, ¿no le toca a Obama arreglar las consecuencias españolas del desaguisado americano? Y a Él, que le registren.
Dejando de lado nuestras cuitas, que no nos arreglará nadie, tengo por cierto que el mayor problema de opinión pública que tendrá que vencer Obama se llama obamalatría. El nuevo presidente ha aterrizado en un mundo ávido de liderazgo taumatúrgico, es decir, de un presidente que haga milagros (nada más natural que ZP se ponga el primero en la cola de recibir (y de dar contactos naturales y periódicos) pues, ¿hay quien le gane en materia de fe y optimismo?) Surgido del imparable proceso de globalización mundial, también se le solicita que oficie de líder carismático mundial. Los kenianos, dice la prensa, celebran su toma de posesión en el Capitolio como si fuera suya y hubiera tenido lugar bajo las nieves del Kilimanjaro. Es probable que cuando una aldea africana pase sed, saquen la imagen de Obama a modo de santo procesional para traer la lluvia. Y lo mismo harán fabricantes de automóviles, bancos en apuros, gobiernos ineptos como el nuestro, Allgoreanos de los Últimos Días (a ver si Obama acaba con la fotosíntesis, y así puede prohibirse la blafesmia del CO²), etcétera.
Naturalmente, Obama decepcionará a todo ese mundo que ahora le idolatra y reclama milagros a medida, como pasa siempre que un profeta toma el mando y decide hacer cosas, las que pueda, y dejar de hacer otras, las imposibles o inconvenientes para los intereses de los USA, que es exactamente lo que va a ocurrir. No hay milagros para todos porque en realidad no hay milagros para nadie. Nuestros problemas son nuestros, y no se solucionarán si no lo hacemos nosotros. Eso es todo, y por cierto es parte del mensaje esencial de Obama, que sólo por eso aparece impregnado de ese sentido común absolutamente ausente de las vacuidades de nuestro establishment. Por eso la solución no es parecerse a Obama ni esperar que nos arregle nada, sino que cada cual tome su destino en sus manos y todos juntos nos hagamos cargo de lo que todos tenemos en común. Lo demás son memeces, superstición, marianismo y zapaterismo.