Carlos Martínez Gorriarán, responsable de Comunicación y Programa de UPyD (Publicado en UPyD, aquí)
No es corriente que un diario publique un editorial dando publicidad a un acto que considera carece de cualquier interés. Pero al igual que en la política nacional, a la que está tan estrechamente ligado (hasta la asfixia), el periodismo de esta monarquía bananera intenta sorprendernos cada día con una nueva ocurrencia disparatada. Ayer fue ABC con un editorial donde intentaba ridiculizar nuestra presentación en Madrid, hoy mismo, de las candidaturas vascas y gallegas. Aseguraba que era una noticia que no le interesaba a nadie, pero la convertía en apertura del diario ese día. Quien les entienda, que les compre; les compran poco, así que faltan entendedores. Hay que ver en qué se ha convertido ese histórico periódico desde que Esperanza Aguirre, esa extraordinaria liberal archiintervencionista, lo ha puesto a su servicio y al de su partido partido.
ABC fue uno de los dos periódicos “nacionales” –el otro fue La Razón, que cabecera tan impropia- que no publicó una letra sobre la presentación de nuestros candidatos en Andoain. Total, eso de que ochenta y tantas personas que viven y trabajan sur place se apunten a las listas de un partido constitucionalista en el País Vasco, donde sigue abierta la galería de tiro, no es noticia porque pasa todos los días. Qué tiempos aquellos en que ABC me pedía dos o tres colaboraciones urgentes a la semana, incluido los días que mataron a José Luis López de Lacalle y Joseba Pagazaurtundua, que eran amigos míos (verdad que entonces dirigía ABC, José Antonio Zarzalejos, que sí es periodista). Ahora ni siquiera publican no ya artículos míos –son muy libres de borrarme de la lista de colaboradores, desde luego: deben hacer sitio a más clérigos militantes, que el Observatore Romano tiene pocos suscriptores por aquí-, sino tampoco noticias sobre estos otros amigos míos del País Vasco, quizás porque todavía están sanos e intactos, y eso no vende mucho. A diferencia de mis colaboraciones, que son discrecionales, creo en cambio que ABC sí tiene el deber de informar a sus lectores de actos como el de Andoain y de que existe gente como Gorka, Maleni, Lydia y los demás. Ya sabemos que no todos somos políticos de tanta altura como Rajoy, doña Espe o, ya puestos, Antonio Basagoiti, pero también tenemos cierto derecho a ser reconocidos como seres vivientes y no salir sólo, no lo quiera Dios, en la sección de necrológicas si se activa de nuevo la galería de tiro. Digo yo.
Es cierto que mis reproches al nuevo ABC se basan en una idea poco actual, a saber: que la primera obligación de los medios de comunicación es informar sobre la realidad, es decir, los hechos, y explicarlos –con mejor o peor fortuna- a sus receptores. Opinar y todo lo demás viene después. Claro que en los medios ha triunfado, hace tiempo, la idea de que la realidad es una construcción mental –el triunfo posmoderno, vaya- que se puede hacer y deshacer a voluntad. De ahí que la principal ocupación de los medios de comunicación sea la de inventarse la realidad, no la de informar sobre lo que pasa (lo real). Especialmente ocurre esto en los periódicos, debido a que internet les obliga a publicar como información novedosa sucesos y cosas que todo el mundo puede conocer un día antes. Si antes se decía que no había nada más viejo que un periódico del día anterior, hoy les ocurre lo mismo a los del día presente. ¿Cómo pueden reaccionar los periódicos en papel ante este hecho vulgarmente material, la información casi instantánea que ofrece internet? Una buena idea sería que ofrecieran eso que precisamente no da o da mal internet: análisis de calidad, entrevistas estupendas, reportajes a fondo, análisis de altura. ¿Y qué nos ofrecen en vez de estas cosas?: análisis cutre o partidista, entrevistas de encargo, reportajes con anacolutos sacados de la wikipedya, etc. No siempre ni en todos los casos, cierto es –sigue habiendo en todos los periódicos (espero) extraordinarios periodistas y páginas de antología, para guardar como oro en paño-, pero claro, y por cambiar de medio, pocos consideran a día de hoy que para disfrutar con un reportaje de José Luís Barbería en El País, o uno de los cada vez más raros artículos de Fernando Savater, haya que cargar con –y pagar a- Suso de Toro, Almudena Grandes y Maruja Torres, dicho sea sin querer señalar.
Me temo que la disminución permanente y sostenida de la venta de prensa en papel en España -no pasa esto en Estados Unidos ni en otros países europeos- tiene mucho que ver con esta pérdida de calidad y con el aumento de la previsibilidad de periódicos que, se supone, van a contarnos algo que no sabemos. Fracasan más a menudo de lo que aciertan en esa tarea, y así les va. De momento, a los editores se les ha ocurrido una idea milagrosa para colmar el foso creciente que les separa de sus lectores desertores. ¿Adivinan cual?: ¡pedir dinero al Gobierno! Pues claro, cómo no. Por si acaso, con mi dinero no, o sea, ya será que sí y que habrá pasta a mansalva -también de mi bolsillo y del tuyo, ¡oh lector!- para salvar esos periódicos tan mal hechos y tal fieles a su señor, pero que sepan que será contra mi acuerdo y voluntad, así que cuando ganemos las elecciones…
NB: no puedo enlazarles el editorial de ABC, “Rosa Díez quiere dar vértigo” o algo así, porque no está en la edición digital.