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La crisis ha traído un fenómeno desconocido desde la Transición: la ebullición de la política. 'El Confidencial' ha reunido a cinco futuros politólogos para conocer sus impresiones de la democracia
Miles de personas se concentran con motivo de la "marcha del cambio" en la madrileña Puerta del Sol. (EFE)
Primera sorpresa: “La democracia en España, es verdad, no tiene mucha calidad, pero no es mucho peor que la de otros países”. Segunda sorpresa: ‘Incluso, el nivel de enfrentamiento político no es mayor en España que en países de nuestro entorno. Es mentira que haya tanta polarización”. Tercera sorpresa: ‘Es cierto que en España hay mucha corrupción política, pero también es evidente que estamos ahora a la vanguardia del cambio político. Somos un país en el que las ideas que aspiran a cambios estructurales y sustanciales están calando”.
Las respuestas proceden del colectivo Ágora, la nueva hornada de politólogos formados en la Universidad Autónoma de Madrid, que vive la actual ebullición de la política como un fenómeno casi extraordinario, algo impensable hace pocos años. Si antes de la crisis económica la política se había profesionalizadohasta expulsar del mercado de las ideas a cualquiera que no formara parte de los grandes partidos, hoy la cosa pública es un hervidero. Nunca antes, probablemente desde los primeros años de la Transición, había interesado tanto la política como ahora. Y por eso, El Confidencial los ha reunido en la sede del periódico.

Sus nombres: Alejandro, Sofía, Álvaro, Patricia y Vera. Sus edades, en torno a los 23 años. Forman parte de la revista digital Ágora, una de esas publicaciones que demuestran que la Universidad, desgraciadamente sólo una pequeña parte, está viva. Su impresión, según Álvaro Monsó, es que “las cosas, pese a los clichés, no van a peor”. Y la mejor prueba de ello, apunta Vera Sánchez Matute, es que reivindicaciones nacidas alrededor del 15-M, como la transparencia o la lucha contra la corrupción han calado en los viejos partidos, “que no han tenido más remedio que adaptarse a los nuevos tiempos”.
Sofía Cortes complementa la idea: “Los nuevos partidos están poniendo sobre la mesa nuevas propuestas que están forzando a los partidos tradicionales para que su discurso sea “más complejo, más detallado y, sobre todo, más realista”. Ese distanciamiento entre los grandes partidos y la sociedad, apunta Patricia Fernández Cuadrado, ha empezado a estrecharse con el nacimiento de fuerzas como Podemos “que han dado más atractivo a la política”. Hoy, asegura, muchos pensaban que no había nada que hacer, pero ahora, “muchos ven posible el cambio”. Incluso quienes están en contra de Podemos, saben que ahora las cosas han cambiado.
Frustración política
¿Existe el riesgo de frustración si al final muchos ciudadanos observan que la vieja política y la nueva son lo mismo? Vera recoge el guante: No hay que pensar que los cambios van a ser “inmediatos”. Se trata, asegura, de hacerpequeños avances con una perspectiva de futuro para mejorar el sistema de representación política.

Álvaro pone como ejemplo lo que sucedió tras el mayo del 68, en París y otras ciudades europeas. Mayo del 68 planteó una revolución discursiva que actuaba más en el plano psicosocial que en el meramente institucional, pero lo que quedó fueron una serie de conceptos que la población ha asimilado. Algo parecido sucedió, en su opinión, en el caso del 15-M. La indignación, la rabia frente a la corrupción, son fruto de aquella movilización. “Hoy”, asegura, “la gente es más exigente con la democracia gracias, entre otras cosas, al 15-M”.
Alejandro Ciordia recuerda que un año después del 15-M muchos pensaban que la movilización no había servido para nada, pero lo cierto es que tiempo después se ha traducido en cambios políticos de indudable transcendencia. Eso, sí, con propuestas maximalistas que en cualquier caso sirven para avanzar. Pero siempre teniendo en cuenta, sostiene, que “cuando creces muy rápido también te puedes deshinchar muy rápidamente”, en clara alusión a los nuevos partidos.
¿Y Grecia? O más concretamente, ¿qué efectos puede tener la claudicación deSyriza frente a la troika en la política española? Alejandro recuerda una reciente vídeo de Pablo Iglesias en el que reconocía que si Podemos llegaba al Gobierno apenas podría hacer “una reformilla fiscal y poco más”. Y es verdad, remacha la idea: “Eso lo saben todos”, aunque lo que le sorprende es que lo diga, asegura. “Lo sabe Errejón, lo sabe Pablo Iglesias…”
¿Cuál es la causa? Álvaro apunta una idea. “La soberanía ya no está en los parlamentos nacionales, y esa es una realidad que genera frustración”. No hay apenas margen de actuación para desafiar a los mercados, a Wall Street o la City de Londres, concluye.

Sofía apunta un debate de mayor calado. Los nuevos partidos han simplificado el debate, acusando, a los mercados de todos los problemas de los ciudadanos, hurtando la naturaleza de cuestiones que son necesariamente más complejas. Está de acuerdo en que la economía financiera es la fuente de muchos problemas, pero también las “disfucionalidades” que tiene la propia Unión Europea. El debate, en su opinión, hay que trasladarlo al ámbito europeo, recordando a los ciudadanos que “ahora las decisiones se toman en otras instancias”. Patricia apuntala la idea con una evidencia: “El BCE, en ocasiones, ha tenido que tomar decisiones sin una base legal”.
Vivir de eslóganes
Alejandro recupera la idea de hacer más compleja la política, que no sólo puede vivir de eslóganes más o menos ingeniosos. Y eso es, precisamente, lo que le ha pasado a Syriza, que en vez de negociar con las instituciones se ha dirigido sólo a Francia y Alemania para que se visualice quién es su “enemigo”. “El problema griego es un problema de Europa, no sólo de Grecia”, recalca Vera.
El principal problema de España, según los cinco, es la necesidad de recuperar los grandes consensos sobre los asuntos estratégicos de país. En palabras de Sofía, “hay que poner en marcha programas a largo plazo en lugar de reformar leyes cada cuatro años”. Sobre todo en cuestiones como la educación, la sanidad, la organización territorial…
“Todo el mundo promete políticas a largo plazo”, recalca Vera, “pero cuando los partidos llegan al poder sólo miran cómo ganar las próximas elecciones”. Patricia lo dice más claramente: “Al final, unos y otros, sólo piensan en su electorado y por eso hay tantas reformas que no sirven para nada”.

¿Es el fin del bipartidismo? Alejandro confiesa que hace unos meses pensaba que se iba a desmoronar, pero ahora, reconoce que el sistema “va a aguantar”. Fundamentalmente, por dos causas: la estructura demográfica, una población cada vez más envejecida, y porque han conseguido que en el electorado esté muy asentado el concepto deizquierda-derecha. “InclusoCiudadanos y Podemos han caído en el mismo juego”, sostiene. Muchos electores creen que Ciudadanos es de derechas y Podemos es de izquierdas, lo que, en su opinión, reproduce los viejos esquemas. Estamos ante un“bipartidismo bicéfalo”, proclama como conclusión.
Álvaro está de acuerdo en que tras la fragmentación de las próximas elecciones volverá a emerger el bipartidismo, como en la mayoría de los países. El problema, asegura, es saber qué tipo de bipartidismo. Es decir, si va a ser “sano” o una mera “alternancia” en el poder. Y para ello, constatan, es necesario cambiar las leyes electorales. Incluso reformando la Constitución, aunque tal vez lo primero que haya que reformar es el Título que precisa cómo tiene que hacerse la reforma de la propia Constitución, haciendo suya una idea prestada por el exministro López Aguilar.
Cataluña
¿Qué hacer en Cataluña? Alejandro reconoce que no sabría cómo tratarlo si estuviera en las instituciones. Sólo está convencido de que haría el referéndum, pero tiene claro que no saldría el sí a la independencia. Es decir, algo parecido a lo que hizo el Reino Unido con Escocia. Su opinión, en todo caso, es que elseparatismo no tiene mucho sentido en 2015, cuando el mundo está avanzando en la globalización.

Sofía advierte dos planos: el jurídico y el político, y está claro que a la luz de la Constitución “no cabe esa pregunta”, pero en el plano político ese problema tienes que solucionarlo de alguna forma, incluso celebrando el referéndum. En todo caso, lo que hay que hacer es negociar. La fórmula que propone Vera es aumentar los derechos de Cataluña, sobre todo en el plano formal, precisamente para evitar la independencia atrayendo a muchos catalanes que no quieren la secesión.
Álvaro pone el acento en laideología. En su opinión, Convergència ha diseñado una “estrategia perversa” aprovechando una coyuntura complicadísima para meter debajo de la alfombra la política de recortes que se estaba llevando a cabo en Cataluña. En el mismo sentido, una parte de la izquierda ha visto el proceso como una “ventana de oportunidad”. O lo que es lo mismo, una especie de Podemos y lo que representa en términos emocionales y políticos.
Patricia aporta otra idea: “España no ha comprendido lo que es un sentimiento nacional, y hasta que eso no se entienda, no se solucionará el problema”, sostiene. Alejandro no está muy de acuerdo y recuerda que en España las autonomías tienen incluso más competencias que los landers alemanes. Es un debate más simbólico que real, concluye.
Hay acuerdo en una cosa. El problema de la política en España no esgeneracional. Tiene que ver con las ideas. Pero también con la propia Universidad como canalizadora del debate político, algo que ha ido abandonando paulatinamente. Entre otras cosas, sostienen, porque Bolonia ha fomentado que los propios profesores estén más preocupados por sacar brillo a su expediente académico que por cumplir su obligación docente. Por supuesto, no en todos los casos.