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6628 (por Rosa Díez)

Publicada el febrero 5, 2009 por admin6567
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Rosa Díez, Portavoz de UPyD (Publicado en UPyD, aquí)

Seis mil seiscientos veintiocho es el número de conciudadanos nuestros que cada día engrosan las listas del paro. Seis mil seiscientos veintiocho son las personas que cada día llegan a su casa, al final de la jornada, para anunciar a su familia que se han quedado en paro. Son seis mil seiscientos veintiocho padres, hermanos, hijas, esposas, abuelos… que dicen a los suyos que la vida les ha cambiado para mal, que deben prepararse para sufrir.

Seis mil seiscientos veintiocho de nuestros vecinos, de las personas que nos encontramos ayer en la calle, en una cafetería, en el supermercado, comprando el periódico, saldrán mañana de su casa siendo un número en la lista de la EPA, una cifra que engorda día a día, una cifra tras la que se esconde la tragedia humana e individual de cada uno de los que componen los tres millones trescientos veintisiete mil ochocientos uno de parados que dicen las cifras oficiales que tenemos en España. Claro que todos sabemos que son más, probablemente casi un millón más, pues en esa cifra no se contabilizan los trabajadores agrarios subsidiados, los estudiantes, los demandantes que han rechazado acciones de inserción laboral, los demandantes de empleo coyuntural y de jornada reducida. Los que nos dan las cifras saben que si el empleo registrado es de 3.327.801 los demandantes de empleo, los parados reales, son al menos cuatro millones cuatrocientos cincuenta y seis mil siete. Eso ayer, cuando escribía estas líneas. Hoy, seis mil seiscientos veintiocho más.

El parado seis mil seiscientos veintiocho de ayer llegó a su casa y explicó la situación a los suyos. La vida cambió de repente para todos; en las cosas pequeñas y también en las cosas importantes. No hablaremos ya de esa excursión; ni de las clases de piano extraescolares; ni del abrigo nuevo que habíamos visto ayer; ni de ese plan que teníamos para Semana Santa… Y tendremos que mirar con mucho cuidado lo que compramos; habrá que asegurarse el dinero para los recibos de la hipoteca, de la luz, del gas… Y para el colegio de los niños. Y ya veremos …

Luego el parado número seis mil seiscientos veintiocho de ayer se sentó frente al televisor. Y ve a un ministro explicar que va a comprar cincuenta millones de euros de bombillas para regalarlas y que con eso se van a ahorrar ciento cincuenta millones de euros, o algo así. Y las cifras le suenan astronómicas. Y se pregunta de qué le va a servir a él eso, si no tiene en qué ahorrar. Luego ve un reportaje sobre los fondos que se han repartido en los municipios de toda España; y se acuerda de ese amigo que está en el paro desde hace una semana porque la empresa en la que trabajaba tuvo que cerrar ahogada por los impagos del ayuntamiento. Y se pregunta si no hubiera sido mejor obligar a todos los ayuntamientos de España a pagar las deudas con ese dinero para salvar así miles de puestos de trabajo estables en vez de contratar a cuatro amigos para que estén unos meses levantando las aceras y cavando zanjas.

Después vio a la portavoz del partido de la oposición quejarse del tamaño de los carteles que anuncian de donde viene el dinero para financiar esas obras: del Gobierno de España. Y recuerda que ese partido y esa portavoz no se opusieron al plan, que se limitaron a abstenerse para que también en los municipios en los que gobiernan los de su partido pudieran hacer los mismos chanchullos y siguieran debiendo dinero a los empresarios honestos que cada día deben cerrar las persiana ahogados por la propia administración. Y el parado nuevo se pregunta de qué le sirve a él que la portavoz enseñe carteles con flechas rojas si luego se callan cuando los planes absurdos salen adelante.

El parado número seis mil seiscientos veintiocho de ayer sale a la calle y se encuentra con algún amigo que está en su misma situación. Y comentan las noticias de la prensa: que dicen que el Presidente de la Xunta de Galicia se ha comprado un coche oficial de cuatrocientos mil euros; y que ha comprado sillas de diseño que valen cada una más de dos mil euros para una sala de reuniones; y que ha puesto un suelo de cristal, o así, que vale el metro cuadrado la mitad de su subsidio mensual. Su amigo le dice que es socialista; y que parece que volverá a ganar las elecciones. Y el parado nuevo se pregunta si la gente se ha vuelto loca; o si verdaderamente tenemos lo que merecemos.

Se para en una cafetería comprar tabaco y ojea otro periódico viejo. Hay una foto del Presidente Zapatero con los banqueros. Mira la comparación con una foto anterior. Y lee que en esta reunión estuvieron más serios que en la primera, pero que el Presidente no se atrevió a decirles nada de lo que dijo en un mitin en Lugo. Y recuerda que el Presidente ha decidido dar doscientos mil millones de euros a los bancos sin condición previa ninguna; y que esa opacidad –destino de los fondos y cuantía– la pactaron entre Zapatero y Rajoy en su día. El parado nuevo se siente insultado cuando lee que Zapatero promete ayudas inmediatas a familias y empresas. "¿Acaso creen que somos tontos?" "¿Por qué no intervienen y sientan a alguien en el Consejo de Administración de los Bancos para controlar el destino de nuestro dinero?" .

Y vuelve a casa. Y se sienta. Distraído coge un periódico gratuito que alguien ha dejado posado sobre una silla. Se llama "La Alternativa". Al empezar a ojearlo se da cuenta que es un periódico de un partido político; y lo posa desganado. Pero le llama la atención una frase: TÚ ELIGES. Lo vuelve a tomar en sus manos. Lo abre. Ve la cara de Fernando Savater y se pone a leer. Le gusta eso que dice su filósofo y escritor favorito: que ese partido que ha hecho el periódico quiere los votos de quienes una y otra vez vienen votando sin convicción, tapándose la nariz, a pesar de que estén en desacuerdo fundamental tanto con unos como con otros. Se para a pensar un momento y se da cuenta que él está entre esos de los que habla Savater, que ya ni se acuerda de la última vez que fue a votar con ilusión. Sigue leyendo :" Vamos a quitarles los votos a los que mienten con descaro ante los males sociales y económicos que padecemos, pero también a los que niegan con el mismo desparpajo las ventajas de un Estado de Derecho unido en su pluralidad (no plural en su desunión), igualitario y solidario".

Cierra el periódico y lee la portada. Hay un texto que se titula: "Somos revolucionarios". Lo empieza a leer en transversal. Pero pronto vuelve al inicio para leerlo completo. Y se queda con un entrecomillado: "Lo que estamos haciendo se sale de la norma, de lo establecido… Decimos siempre la verdad; damos argumentos, intentamos convencer, escuchamos al otro, tenemos disposición a ser convencidos. Nos gusta la política y nos gusta la gente. Nos interesa hacer cosas, no lo que ponga en nuestra tarjeta. Y eso, amigos míos, hoy por hoy es revolucionario".

No puede evitar una leve sonrisa. "¿Y si fuera verdad?" "¿Y si no hubiera que conformarse con elegir a los de siempre, a los que nos mienten, a los que sólo piensan en ellos, a los que nos miran como si fuéramos un número o una papeleta de voto…?" "¿Y si fuera posible provocar la alternativa, elegir a personas como nosotros, que nos respeten, que nos digan la verdad…?".

Vuelve a abrir el periódico. Y sus ojos se posan en la última frase de una carta que ha escrito Rosa Díez a los ciudadanos gallegos y vascos: "Te pido que analices nuestro programa y nuestros compromisos y candidatos. Y que juzgues nuestra trayectoria desde que nos constituimos como partido, hace poco más de un año, y desde que entramos en el Congreso de los Diputado, el nueve de marzo de 2008. Júzganos por lo que hacemos, no sólo por lo que decimos o por lo que otros digan de nosotros. El único aval que tenemos, el único que queremos, es nuestro trabajo". Le gusta eso, que le pidan que se lo piense. Y posa el periód
ico bien doblado.

Enciende el televisor. Ve a un dirigente del PSOE corregir a un ministro del PSOE que dijo que estaba harto de los bancos. El dirigente del PSOE dice que la paciencia de su partido con los bancos es infinita. Y el parado seis mil seiscientos veintiocho de ayer no puede por menos que interpelar al televisor: "No tenéis…" Luego un periodista vuelve a explicar las cifras del paro: más de un millón de parados ya no cobran el subsidio de desempleo; se le encoge el estómago. Y decide que hay que hacer algo. Mañana hablará con sus hijos: quejarse ya no es suficiente. Empieza a pensar que hay que provocar la alternativa. Ahora tiene tiempo: quizá trabajando con otros consiga que otros vuelvan a trabajar. Casi sin darse cuenta ha vuelto a sonreír. Bueno, pues va a ser verdad que hay alternativa…

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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