Manuel Martín Ferrand (Publicado en Estrella Digital, aquí)
"Es inútil enseñar a los monos
a trepar por los árboles"
(Proverbio chino)
Se equivocan, y mucho, quienes toman a broma a José Blanco y le consideran como un personaje menor o prescindible. Nada más lejos de la realidad. El actual vicesecretario general del PSOE, cargo que en la historia del socialismo español sólo desempeñó Alfonso Guerra, es un personaje tan corto en su formación como largo de talento. Pocos políticos en presencia, y no sólo en su partido, exhiben un instinto político tan desarrollado y una tan clara capacidad decisoria. Pocos, además, son capaces de lucir su desparpajo. Tiende a confundir el Gobierno con el partido; pero, seguramente, ésa es una tentación insuperable para quien, instalado en el tacticismo, bien pertrechado de ambición y con más talento que la mayoría de sus conmilitones, ha tenido que renunciar al brillo del Ejecutivo para mantener unido, y bien unido, un PSOE que está lleno de contradicciones presentes, muchas de ellas centrífugas, y de vergüenzas pasadas.
Quienes, especialmente en el PP, hacen risas con la figura de Blanco, por aquello de desprestigiar al adversario venga o no venga a cuento, suelen llamarle "Pepiño" y recordar que no fue capaz de conseguir la Alcaldía de su pueblo lucense, Palas de Rey. Es cierto. En sus orígenes políticos, después de brujulear en el entorno de Enrique Tierno Galván, tuvo que conformarse con una concejalía; pero ahora, en la semana en que celebra su cuadragésimo séptimo aniversario, es la clave fundamental de un partido que, a la vista de su principal competidor y teórica alternativa, está llamado a convertirse en perpetuo.
Como bien dice María Teresa Fernández de la Vega, a propósito de la escandalosa situación por la que atraviesa el PP, "nada es más penoso e inquietante que ver que son incapaces de gobernarse a sí mismos y de poner orden en su casa quienes pretenden gobernarnos a todos". Viéndolas venir en la dirección que marca la irresponsabilidad de Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz-Gallardón y la mayoría de los santones del partido de la gaviota, Blanco prepara su nave socialista para una larga travesía.
Es evidente, para quien aborde el análisis político con una mínima neutralidad, que José Luis Rodríguez Zapatero no da una en el clavo. Miente por la barba y por la mitad de la barba, y las pocas veces que toma una decisión resulta ser improcedente. No sabe enfrentarse a la crisis que no quiso reconocer y, a pesar de ello y como demuestra la demoscopia, se desgasta menos que Rajoy y el PP.
En el sesteo de Rajoy, en la obsesión fratricida que anula a Aguirre y Gallardón, en la complicidad consentidora de los notables de la tribu y en la generalizada desgana que marca la debilidad del PP, Blanco ha visto un filón de poder, que es lo suyo.
Cuando comienza a hablarse de la hipótesis de sucesión de Zapatero con vistas a las elecciones del 2012 y se ha repetido más de una vez el nombre de Carme Chacón, el muy potente vicesecretario general del PSOE ha decidido ejercer de número dos de la formación y le ha dicho al diario ABC: "Yo no contemplo otro escenario que Zapatero sea candidato".
Para un observador no militante y atento a la peripecia política nacional, lo dicho por Blanco es toda una amenaza. Nada de que, siguiendo el buen ejemplo de José María Aznar, Zapatero no sobrepase los ocho años de residencia en la Moncloa que aconsejan como tope, aunque la norma no lo exija, la prudencia y la moderación democráticas. Zapatero hasta que amargue.
Blanco, aunque no reúna las condiciones debidas para aspirar a la presidencia del Gobierno, tiene más talento y capacidad que las aventadas, e inquietas, posibles sustitutas del leonés -Chacón y Leire Pajín- y ha decidido, antes de que sea tarde, cortar por lo sano. Ha lanzado al viento su amenaza. Nada de dos tazas de Zapatero, tres como mínimo. Ahora ya sabemos a qué atenernos. Con una situación como la que padecemos, es toda una ventaja para las opciones del PP; pero, sabiendo cómo opera Rajoy, se convertirá en inconveniente.