(Publicado en ABC, aquí)
UN joven colega de Internet me requiere una palabra, una sola, que sirva para bien definir el momento actual de la vida española. Es una provocación difícil de atender porque, para nuestra desgracia colectiva, los males que nos afectan son más de uno y cursan con distintas intensidades y síntomas -desde la Educación a la Justicia- en las docenas de facetas que tallan y dan forma al poliedro español. Quizás, si le quitamos al vocablo todo su contenido lujurioso -territorio en el que son más difíciles los excesos- y lo aplicamos, siguiendo el DRAE, como «casa en que se falta al decoro con alboroto y confusión», podríamos decir, incluso con precisión científica, que España es un burdel.
Cuando el ministro de Justicia, un juez de la Audiencia Nacional y el jefe de la Policía Judicial que investiga la hipotética trama de corrupción que, con singular oportunidad electoral, se le atribuye al PP se reúnen en Jaén, lo más oportuno y preciso es hablar de alboroto y confusión. A mayor abundamiento, y en puritito ejercicio de cachondeo, el ministro acudió a la cacería justificadora del indecoroso encuentro sin la licencia de caza correspondiente. Debe decirse a favor de tan grosero personaje que en un país en el que, en razón del delirio de las transferencias autonómicas, son posibles diecisiete licencias diferentes -¿por qué no una por provincia o, mejor, una por ayuntamiento?- el alboroto y la confusión, características fundamentales del burdel, estaban establecidos y arraigados desde antes de que el padre de Mariano Fernández Bermejo fuese jefe local del Movimiento en Arenas de San Pedro.
Males tan viejos, de tan honda raigambre, exigen resolución y fortaleza para erradicarlos; pero no va por ahí la voluntad de nuestros «representantes» políticos. A todos, a unos más que a otros, les beneficia el alboroto y la confusión en que estamos instalados. La partitocracia -el totalitarismo turnante como le llamó Baura- se agosta cuando la certeza jurídica y el rigor ético no están implantados y rigen la convivencia. Las razones por las que el Banco de España no vigila suficientemente a las instituciones financieras, los ayuntamientos especulan con el suelo en perjuicio de sus vecinos, el Estado nos esquilma para satisfacer su inmenso apetito y de todo cuanto nos aflige son los mismos que animan a los tres niños de Jaén, el alboroto y la confusión. Causa y efecto.