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Bipartidismo nervioso (por Carlos Martínez Gorriarán)

Publicada el junio 15, 2009 por admin6567
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Carlos Martínez Gorriarán, responsable de Comunicación y Programa de UPyD

(Publicado en UPyD, aquí)

 

 

No hace falta ser un lince –ni desde luego competir con genios del análisis político como Javier Arenas o Edurne Uriarte, ambos grandes y habituales ganadores de las elecciones andaluzas o vascas- para darse cuenta de que un efecto inmediato de los resultados de las europeas consistirá en un reforzamiento mediático del bipartidismo que sufrimos. Ya ha comenzado el coro de la charca de batracios a croar que sólo el PUN (Partido Unificado, o PSOE+PP) garantiza la viabilidad de la democracia española y todo eso. Claro que su premisa enuncia que la democracia española no es otra cosa que la alternancia en el seno del PUN, con la adición de sus socios nacionalistas y regionalistas habituales. Un sistema anacrónico que recuerda más de lo debido al corrupto sistema turnante del canovismo del XIX, cuando liberales y conservadores pactaban la sustitución por turno apoyándose en el caciquismo (Fraga siempre ha admirado ese arreglo seudodemocrático).

Las críticas comienzan a subir de tono, y eso está bien. Un reproche que me ha parecido particularmente interesante es el de que UPyD no tiene nada de que presumir ya que sólo ha conseguido el 3% de los votos, mientras partidos parecidos –vaya, ¿no éramos una extravagancia oportunista sin parangón civilizado?-, como los de Bayrou en Francia o el juez Di Pietro sacaban un porcentaje mucho mayor. Italia de los Valores, por ejemplo, se ha acercado al 8% y ha obtenido siete diputados (sobre 71, si no me equivoco). De manera que UPyD habría fracasado estrepitosamente, y una conclusión aplastante de estas elecciones no sería otra que el refrendo popular del bipartidismo.

Esto, con una escandalosa abstención del 55% (¡65% en Cataluña!), y se le reprocha a un partido con menos de dos años de vida que se presenta por primera vez a unas elecciones europeas, a diferencia de los partidos con los que se nos compara, bastante más bregados y rodados. Pero la pregunta es otra: ¿debemos considerar que la abstención superior al 50% es un éxito democrático del bipartidismo? La respuesta va a medias: es un éxito para el bipartidismo, desde luego, pero un fracaso para la democracia. Y nos da la razón a quienes, como insistía Paco Sosa Wagner, consideramos que el bipartidismo imperfecto está intoxicando la democracia con las toxinas del desistimiento cívico, la pasividad política y la desinformación. La deriva puede corregirse, pero si se profundiza puede tener efectos letales. Por eso, para que la democracia no sea un paréntesis, hay que oponerse a este asfixiante bipartidismo inducido.

Las razones de los partidarios del status quo son distintas en principio, pero convergentes en su utilidad. Para el PSOE, un bipartidismo que le oponga al PP es la principal esperanza de eludir el destino decadente de sus parientes franceses, italianos, británicos o alemanes. La derecha española sigue dando mucho miedo a mucho votante habitual, y mientras el riesgo consista en que el PP vuelva a gobernar, el PSOE tiene garantizado, campañas sucias por medio, la movilización de un buen montón de millones de votos.

¿Pero qué pasaría si el PP perdiera apoyos de ese amplio sector que cabe considerar “liberal” en sentido lato? Es decir, que apoya las políticas igualitaristas públicas y que pide más libertad personal en todos los campos (por lo que le molesta la beatería habitual del PP en materia de costumbres y libertades civiles). En ese caso, el más perjudicado por carambola sería… un PSOE sin el enemigo movilizador de su propio electorado. Y ahí es donde entramos nosotros: no preocupamos tanto porque quitemos votos a ambos, sino porque si la cosa va a más pueden quedarse sin adversario archiconocido. Al que insultar y poner como no digan dueñas, pero con quien al final se coincide en la política económica, en la internacional o en el desmantelamiento del Estado.

Una muestra de esto último: la semana pasada, Gorka Maneiro fue el único de los 75 parlamentarios vascos que votó en contra del “blindaje” del Concierto económico. Una de las razones fundamentales para oponernos, en solitario, es que los privilegios y las instituciones arcaicas, como las haciendas forales, no deben ser “blindadas” en una auténtica democracia que puede decidir cambiar ese estado de cosas cuando así lo quiera la mayoría legítima. Por ejemplo, los españoles que ponen el dinero adicional que hace tan buen negocio el Cupo vasco y la Aportación navarra. PSOE y PP votaron a favor junto a PNV, IU, EA y Aralar; y, naturalmente, pusieron verde a Gorka Maneiro por cargarse la supuesta unanimidad vasca. Sobre todo el PP. Saben que si esto se llega a saber, muchos votantes suyos pueden quedarse un poco escamados… Los tiempos de Cánovas –factotum del Concierto vasco y navarro en compensación a la abolición foral de 1876- ya han pasado, y sus engaños también. El bipartidismo del PUN es pura filfa.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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