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ENTRE LA INMUNDICIA Y LA NAUSEA (por Rosa Díez)

Publicada el junio 22, 2009 por admin6567
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El blog de Rosa Díez

(ver aquí)

Conviven entre nosotros seres vivos inmundos. Son personas que a primera vista parecen  ser  como nosotros: tienen una vida profesional,  llevan a sus hijos al colegio, quieren a su familia,  charlan con sus amigos,  leén –e incluso escriben– libros,  van al cine,  pasean por los mismos lugares que nosotros,  lloran,  comen,  duermen,  ríen… Pero, aunque lo parezca, no son seres humanos.

humano, na.

(Del lat. humānus).

1. adj. Perteneciente o relativo al hombre.

2. adj. Propio de él.

3. adj. Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos.

4. m. Ser humano.

5. m. pl. Conjunto de todos los hombres.

Eso dice el DRAE. Pero, aunque no lo dijera, nosotros sabemos que no son seres humanos quienes realizan actos impropios de los seres humanos. No son seres humanos quienes han perdido la piedad. No son seres humanos quienes desprecian la vida de un ser humano. No son seres humanos quienes deshumanizan a las víctimas para eludir todo tipo de sentimiento humano ante el crimen. No son seres humanos quienes disfrutan con el dolor ajeno. No son seres humanos quienes son capaces de escribir algo así.

Alfonso Sastre es de la especie humana porque fue engendrado un hombre y una mujer. Pero sólo por eso: porque quien nace de la especie humana pertenece a esa  especie animal.  Es lo único que Sastre tiene de humano. Por lo demás, para nada merece el apelativo de ser humano.  Alfonso Sastre ha vuelto a demostrar que es  un ser inmundo; su último vómito produce tal asco que casi sería mejor obviarlo. Pero necesitamos conocer quienes son los nuestros verdaderos enemigos. Por eso hay que leer lo que dicen, lo que apuntan. Para estar preparados. Y para que nunca se nos olvide que convivimos con gentes así; que están a nuestro lado en el supermercado, en la librería, en la tienda de chuches. Y que esperan, agazapados como garrapatas, el paso  al paso de la sangre caliente para adherirse a nuestro cuerpo. Ya lo han hecho otras veces, cuando nos creíamos imbatibles. Ellos no tienen prisa, saben esperar como aquel perfumista loco que se escondía en la cueva hasta la llegada del huésped descuidado. Ellos esperan –con sus "intelectuales" tipo Sastre, con sus "hombres de paz "tipo Otegui, con sus sicarios asesinos de fin de semana que de lunes a viernes nos  atienden en el banco o en el concesionario– que bajemos la guardia; esperan que nos descuidemos y volvamos a argumentar sobre "sus razones". Esperan que olvidemos la lección que machaconamente, muerto a muerto, nos han enseñado. Esperan encontrar nuevos iluminados, dirigentes con prisa de ser enaltecidos; esperan la quiebra de nuestra unidad y de nuestra firmeza democrática.

Por eso hoy cabe llamar a la memoria y a la paciencia. Memoria para que no se repitan errores del pasado; paciencia para seguir en la senda de la unidad de los demócratas para derrotar al terror. Paciencia y constancia para que no se nos desgasten viejas palabras que el sábado sonaron nuevas: "determinación para derrotarles", "fin de la impunidad", "perseguir a los chivatos", "uno de los nuestros", "no son políticos, son asesinos", "es más lo que nos une", "pongámonos en pie"… Todas esas palabras que hace nada eran consideradas un estorbo para la paz han vuelto a ser el eje de la política antiterrorista. El  eje de la única política justa, digna y eficaz para terminar con ETA.   Bien venido sea este tiempo nuevo. Trabajemos para que se quede entre nosotros. Hasta enterrarlos en la mar.

A GALOPAR 


 

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

!A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan,
las tierras de España, en las herraduras.

Galopa, jinete del pueblo
caballo de espuma
!A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu notura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo
que la tierra es tuya.

!A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Rafael Alberti.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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