Carlos Martínez Gorriarán, responsable de Comunicación y Programa de UPyD, (Publicado en UPyD, aquí)
Recibo un mensaje de una compañera de Asturias que, entre otras reflexiones y tras hacerme notar que no dedicamos tiempo y atención suficiente a las personas que forman el partido, incluye esta: “Opino que es muy importante que se cuide y se mime a la gente que ha trabajado y que trabaja día a día siendo fiel a los planteamientos que parieron nuestro proyecto.”
Pues tiene razón, qué duda cabe: una de las cosas que todos aprendemos en el discurrir de la vida –salvo los demasiados casos perdidos e irrecuperables- es que el cuidado y atención que dedicamos a nuestros prójimos, de los que dependemos para infinidad de cosas, nunca es ni será suficiente. Y tanto por razones de agradecimiento merecido como de amor propio bien entendido. Así que voy a tratar de reparar algo esta falta que me señala la amiga asturiana dando las gracias que se merecen, y que seguro que no han recibido como debieran, a todas y todos (y son muchos) los que:
No confunden la “democracia interna” con acracia a su medida y conveniencia.
No identifican la “regeneración democrática” con tener unpapel protagonista.
No hacen fuera las severas críticas que nunca jamás han expresado dentro.
No intrigan ni conspiran torticeramente, sino que exponen sus diferencias abiertamente y dan a todos la oportunidad de manifestarse al respecto.
No traicionan la confianza recibida sólo para demostrar independencia insobornable.
No consideran que las reglas y normas sean papel mojado cuando les afectan a ellos.
No viven sólo para cosechar aplausos, sobre todo haciendo escarnio de los demás.
No ven a sus compañeros como enemigos o siervos de sus designios.
No vociferan ni insultan si sus deseos no son atendidos.
No viven corroídos por el rencor y el deseo de revancha por agravios imaginarios.
A los que saben reírse también y sobre todo de sí mismos, y no sólo del resto.
A quienes saben distinguir la crítica del chantaje o la acusación inapelable.
A los que buscan la persuasión con razones y se dejan persuadir por razones mejores.
A quienes no tienen siempre a punto el “y de lo mío, ¿qué?”
A quienes, teniendo extensos conocimientos, no peroran siempre excátedra ni recurren al Curriculum Vitae como bate de beisbol.
A los que tratan de no humillar nunca a nadie gratuitamente.
A los que piden ayuda sin rebajarse y la dan sin ostentación.
A los que no crean problemas donde no los hay para aportar su solución prefabricada.
A los que no esperan que se les dé siempre la razón, o si no me voy.
A los que ponen la convivencia con sus compañeros de viaje por encima de su comodidad.
A los que son sinceros cuando es necesario, y discretos siempre.
Desconfían de la adulación, huyen del pelotilleo y agradecen la franqueza amistosa.
Intentan ser con los demás al menos la mitad de indulgentes de lo que lo son consigo mismos.
Procuran no exigir nada que no estén dispuestos a hacer por sí mismos.
Piden perdón cuando se equivocan y lo dan sin pensarlo cuando se les pide.
Gracias, en fin, a quienes –y son muchos, muchos en UPyD y en otras partes, aunque como no dan problemas, sino que los solucionan, tendemos a olvidarnos de ellos- tratan de mantener estas u otras actitudes indispensables para la buena marcha de cualquier colectivo humano que, desde la pareja hasta el Estado, es por lo demás intrínsecamente conflictivo y para nada paradisíaco. Para más detalles, recomiendo una lectura espiritual (para nada pegada con el laicismo): La parábola del sembrador de cizaña, Evangelio de Mateo 13, 24-30.