«Todo el mal no reside en Zapatero, no, pero él es quien más ha transigido», asegura el autor
(Publicado en ABC, aquí)
Cincuenta años de terrorismo de la ETA son todo un récord en Europa. Y todo en él ha sido sucio pero operático. Para muchos de la actual izquierda, sus 15 primeros años no sólo son perdonables sino que contuvieron un brote verde de esperanza. Para bastantes de la izquierda, la parte de la ETA acaudillada por ellos sí colaboró al principio de la transición en la construcción de una alternativa social y, cuando ellos la abandonaron, quedó podrida la ETA.
Actualmente, más de cien mil vascos apoyan con intensidad a la ETA, la votan y colaboran a su enaltecimiento. Un puñado de estúpidos izquierdistas y jueces, como Pedraz, dan en suponer que esos cien mil hijos de la ETA tienen derecho de reunión y expresión cuando se juntan a enaltecer a los criminales. El partido republicano de Cataluña negoció con la ETA en Perpignan para que, a cambio de apoyo político, respetara el territorio catalán, cosa que así se está verificando. Y ese partido se halla en el gobierno socialista de Cataluña merced a un pacto de caballeros por el que se excluyen relaciones con un partido democrático nada catalanista. Todo el mal no reside en Zapatero, no, pero él es quien más ha transigido. Él ha inventado una forma de gobernar a base alianzas con todos los nacionalistas que han saboteado las medidas para arrinconar a la ETA.
Más allá de los casi mil asesinatos, de las familias rotas, los vascos exterrados, la ETA ha logrado en España lo impensable hace 50 años: ganar la batalla del significado. Ha logrado que los colegios vascos, catalanes y gallegos sean centros de adoctrinamiento, que las teles autonómicas y los progres de todo pelaje llamen Estado a la España de los paisanos y del paisaje. Y que no se vea mal despiezar a ese Estado y descomponerlo en desgonzados muñecos autonómicos. Y que nos avergoncemos de nuestra enseña nacional y de nuestro himno. La violencia de ETA ha contribuido a incrementar la fuerza nacionalista en España. El socialismo ha sido la primera gran víctima de esa batalla de los significados. Sic stantibus rebus, no harán falta otros 50 años para que desaparezca la democracia.