Rosa Díez, Portavoz de UPyD, (Publicado en UPyD, aquí)
Qué tremenda paradoja de la vida: nuestros escudos son también nuestros hijos. Porque tenemos hijos decidimos dedicar nuestra vida a defender la libertad y combatir el terror; porque tenemos hijos de la edad de Diego y Carlos, los dos últimos guardias civiles asesinados por ETA, seguimos en esto. Porque tenemos hijos, decidimos –hace demasiado tiempo ya– que teníamos que seguir hasta acabar con los terroristas: para que nuestros hijos y todos los jóvenes de su edad, hijos nuestros también, no lo tuvieran que hacer. Porque tenemos hijos, decidimos que es a nuestra generación a quien le correspondía la tarea de acabar con ETA; para que ellos no lo tuvieran que hacer. Para que nuestros jóvenes no fueran a funerales; para que no se pintaran las manos de blanco; para que nunca tuvieran que gritar ¡Libertad!; para que no borraran los números de teléfono de los amigos asesinados; para que no vieran llorar a más madres huérfanas … Pero han ido pasando los años. Y nuestros hijos han ido creciendo y han tenido que ponerse a nuestro lado en el combate frente al terror. Y mientras nuestros hijos crecían –sin que pudiéramos protegerles del todo–, empezaron a llegar a nuestra casa chavales de su misma edad que venían a protegernos a nosotros mismos; a nosotros, que soñamos con protegerles a ellos. Chavales que nacieron en democracia; chavales a los que quisimos evitar tanta miseria, tanto dolor, tanta muerte. Chavales valientes que aprietan los dientes cuando llega la noticia de un nuevo atentado; chavales valientes que lloran mientras aguantan el féretro del compañero asesinado; chavales que salen cada día de su casa para ponerse entre nosotros y el terror. Entre la democracia y el totalitarismo. Entre la posible víctima y el victimario. Chavales que deciden arriesgarse a morir para que no nos maten a nosotros. Nuestros escudos no son sólo son de la edad de nuestros hijos: son nuestros hijos. Hacemos política para que ellos no tuvieran que sufrir todo esto. No hemos podido evitarlo; pero juro ante todos ellos que no dejaré de trabajar ni un sólo día para que sus hermanos pequeños no tengan nunca que cargar con un féretro envuelto en la bandera de España en la que yace muerto uno de sus compañeros. Uno de nuestros hijos. Gracias. Y perdonadnos por no haber sabido acabar aún con esto. |
Querida Rosa, en el último texto que has colgado en el tu blog, nos haces partícipes de una reflexión, más bien diría yo, de un sentimiento profundo en el que me parece percibir un atisbo de desaliento que me entristece profundamente; es por ello, por lo que me he decidido a escribirte.
Hace unos días, en respuesta a un artículo en el que un «periodista» se permitió el atrevimiento de insultar, más que censurar, tanto a tu persona como a UPyD, sin más fundamento que sus propios e injustos prejuicios, refuté sus “argumentos” aventurándome en comparar tu peculiar forma de actuar en política con la ventajosa condición de mujer y madre; condición ésta que quizá te permita ver más allá, tanto en política como en la vida diaria. Hubo quién calificó este punto del artículo de excesivamente feminista para su gusto. Esta opinión, máxime viniendo de un compañero, casi me hizo dudar de mi intuición con respecto a tu forma de abordar la tarea que desarrollas al frete de UPyD. Pero al día siguiente comparaste la crisis de UPyD con el sarampión y, hoy haces una más que emotiva referencia a NUESTROS HIJOS, lo que afianza, más si cabe, la idea que tengo de tu capacidad para ver más allá en política, gracias a esa óptica maternal, que no termina con el parto, sino que se impone el noble deber de guiar al hijo durante toda su formación valiéndose de la experiencia y del alma.
Es muy loable tu disculpa por no haber podido acabar con esta lacra llamada ETA, a ella me sumo; a ella deberíamos súmanos una gran parte de los españoles con más motivos que tu, porque no hemos hecho gran cosa para evitarla. En la mayoría de los casos hemos mirado para otro lado, y lo que es aun peor, con nuestra indiferencia hemos sido cómplices de los terroristas y sus secuaces durante muchos, muchos, años. Toda una generación responsable de que gran parte de nuestra juventud siga mirando para otro lado.
Es a ti a quien hay que dar las gracias una y mil veces. Somos muchos los que deberíamos pedirte disculpas, también a ti, por no impedir que sigas haciendo de diana todos los días.
Nekare