(Publicado en ABC, aquí)
ES posible que pronto tengamos las mejores aceras de Europa gracias al Plan E, pero lo que realmente necesitamos son buenos fontaneros, como comprueba el desgraciado que, de regreso de vacaciones, se ve en la necesidad de recabar sus servicios. Ahí puede estar el punto débil de nuestra economía: hay demasiados expertos en materias irrelevantes, y demasiados pocos en los problemas diarios. El día que para solucionar la rotura de una cañería no tengamos que echar mano de un polaco o un búlgaro, sabremos que estamos en el buen camino. Pero hasta hoy, no hay la menor señal de ello, y no sé qué haremos el día en que todos esos técnicos extranjeros de grado medio, hoy en España, regresen a sus países de origen, al haberse consolidado sus economías, mientras la nuestra sigue anclada en el pasado. Puede que tengamos que servirles el café, cuando vuelvan por aquí de vacaciones.
Si el gobierno español quisiera implantar de verdad una «economía sostenible», lo primero que tendría que hacer sería promover la formación profesional a la cabeza de todas las carreras, desde la cola donde se encuentra. Porque incluso los chicos que la cursan acaban cursando, con enorme derroche de tiempo y esfuerzo, la ingeniería técnica, por el prestigio social que tiene el título universitario. Encontrándose con menos salidas y peores sueldos. Pero éste es el país que tenemos, y el gobierno actual no ha hecho nada para cambiarlo.
Nos dice que el mundo del futuro se basa en la investigación y el desarrollo, y hasta ha creado un ministerio para ellos. Pero olvida que tanto Ford como Porsche eran simples mecánicos, lo que no les impidió, sino al revés, les permitió hacer los mejores coches de sus respectivas épocas: el Modelo T y el «escarabajo». Leonardo dijo aquello de que «la teoría es el capitán, y la práctica, los soldados», pero sin soldados de nada sirven los capitanes, y aquí todos queremos serlo. Aunque no quede ya nadie a quien mandar. Sin fontaneros, mecánicos, electricistas, informáticos y demás técnicos debidamente formados, capaces de hacer un trabajo bien hecho, en vez de las chapuzas a las que estamos acostumbrados, sólo puede aspirarse a una economía de servicios y de funcionarios. Desde luego, nada para presumir de potencia mundial. Como no sea de parados.
Me quedan unas pocas líneas, pero me bastan para rematar el calamitoso estado de nuestra formación profesional: entre los responsables de ella están los sindicatos, que reciben importantes sumas por esos cursos. Eso es como hacer a un ciego crítico de pintura, pues nuestros líderes sindicales están exentos de dar el callo. Nada de extraño que tengamos que acudir a fontaneros polacos. Mientras tengamos dinero para pagarles, claro, pues al paso que vamos, todo se va a ir en subsidios de paro.