(Publicado en ABC, aquí)
El Gobierno sufre el mismo mal que el PP en la pasada legislatura con la investigación del 11-M. Haberse situado en el punto de mira político del caso Gürtel en lugar de los acusados por corrupción. De la misma forma que el PP consiguió ser protagonista desafortunado en la investigación del 11-M y aquello se convirtió en «la teoría de la conspiración del PP» más que el mayor atentando de la historia de España con vuelco electoral incluido.
Hasta Rubalcaba ha flaqueado en su admirada capacidad comunicativa y utilizó ayer uno de los más desafortunados símiles de su carrera llamando «bomba de verano de Dolores de Cospedal» a la denuncia de las escuchas, justamente unas horas después de las bombas reales de ETA en Mallorca. Probablemente, porque el frío y calculador Rubalcaba fue traicionado por su subconsciente y se hizo un lío con la contradicción que estos días prende en la sociedad. Entre las bombas de ETA en Mallorca y la responsabilidad de un ministro que hace poco defendía la tesis de la negociación para finiquitar una ETA, según él, semi-acabada, y el asombroso celo policial en la detención de los «peligrosos» militantes del PP.
Con el 11-M, el PP mezcló la manipulación del PSOE en las horas previas a las elecciones del 2004 y los interrogantes de la investigación del atentado con infundadas hipótesis como una autoría oculta de ETA. Y se convirtió entre muchos ciudadanos en el principal sospechoso político de la investigación. Algo parecido a lo que le pasa ahora al Gobierno con la utilización política del caso Gürtel, aún más tras lo de la vicepresidenta y el fiscal general y lo de las esposas de Baleares.
Lo curioso de estas dos controvertidas investigaciones, 11-M y Gürtel, es que comparten un personaje clave, el autor del símil de la bomba, y es el único que ha salido indemne políticamente hasta ahora. Por qué será.