(Publicado en ABC, aquí)
EL empresario, con camisa ibicenca de hilo, viene recién duchado tras una tórrida tarde de toros en Málaga. En la terraza del hotel Maestranza corre una brisa suave y casi se rozan con los dedos las murallas iluminadas de la Alcazaba árabe. En los corrillos del cóctel se habla menos de la corrida recién acabada que de la floja temporada del turismo y de las perspectivas de la recesión, y un constructor en apuros financieros se queja de la demonización de su sector productivo. «Esto no va a despegar hasta que el denostado ladrillo levante cabeza. El Gobierno no es capaz de proponer una alternativa. En realidad, no es capaz de nada, salvo de repartir subsidios». Sale el tema del pacto social. El empresario de la camisa ibicenca, que ha estado en el entorno de las negociaciones, menea la cabeza con un gesto de pesar displicente.
«Mira, Zapatero se ha cabreado tanto con Díaz Ferrán porque quería despejarse la agenda socioeconómica en verano; a él lo que le interesa es la ingeniería política. Si cerraba el pacto social y la financiación autonómica ya se veía sin sobresaltos en el 2012. Todo lo que ocurra en el otoño y después, que va a seguir siendo malo, nos lo echaría encima. Diría: yo he puesto de acuerdo a patronal y sindicatos, a mí que me registren. Por eso le ha fastidiado tanto el fracaso de las conversaciones. Ahora tiene que gobernar, y ya veremos si puede o sabe».
«Para nosotros el problema es enfrentarnos a profesionales de la política. Los del Gobierno lo son, desde luego, y los sindicalistas también, mientras los dirigentes patronales sólo somos unos amateurs, empresarios metidos a representantes de empresarios. Y encima con sensibilidades distintas, porque todo el mundo tiene muchos intereses en juego. El primer día que sales haciendo una crítica te llaman quince para felicitarte; el segundo ya sólo te llaman cinco, y al tercero te llaman los veinte para decirte que no vayas tan lejos, no se vaya a cabrear el poder. Pero lo que no vamos a hacer es avalar un marco inmovilista, sin reformas absolutamente imprescindibles, sólo para que haya paz social. ¿El otoño caliente? Hombre, los sindicatos tienen que protestar ante la crisis, pero al Gobierno que les está dando todo no le van a levantar la voz: habrá movilizaciones contra nosotros y contra las autonomías del PP. Los malos, jeje, los culpables…»
«De lo que no nos libra nadie es de la subida de impuestos. Apuesta por el IVA, que es de los más bajos de Europa, y por el IRPF de rentas altas, que apenas sirve para recaudar pero compensa políticamente una subida indiscriminada que repercuta en los precios. Esto es lo que hay: nada de favorecer la creación de empleo, retórica para mileuristas y palos a la burguesía. Y el tejido productivo como un solar. Hasta el turismo, que es nuestra última fortaleza, se nos cae; pregúntale al dueño de este hotel cómo ha ido la temporada…»