Se nos anuncia que van a subir los impuestos, sin embargo sigue siendo una incógnita cuales de ellos van a ser los protagonistas de este alza o, lo que no me extrañaría en absoluto, que fueran todos ellos los que aumentaran y, a los ciudadanos, a quienes nos tocara apechugar con un aumento masivo, que acabará de poner cero nuestras modestas economías. Pero no se trata de volver a incidir sobre el mismo tema, del que ya que hemos hablado en varias ocasiones, sino de cuestionar la necesidad y los motivos por los que ahora, en plena crisis, el gobierno del señor ZP se ve obligado (cuando acuden al incremento de las cargas fiscales es que ya no saben a dónde agarrarse) a tomar una medida tan impopular y tan inoportuna para su imagen política, precisamente en el ecuador de su segunda legislatura. Hoy hemos escuchado al señor Alonso, una persona moderada en su lenguaje, pero prístina en sus intenciones, pretender dorarnos la píldora hablando de cubrir necesidades sociales, de que todos los países de Europa se encuentran en la misma tesitura y de que los ciudadanos somos tan comprensivos que, sin duda, vamos a abrir encantados nuestros bolsillos a
Yo no sé si el Ejecutivo se ha enterado hoy de la llegada de la crisis; si la ha ignorado, durante un año o si, el incremento desmesurado del paro le ha pasado desapercibido así como de la gran caída de las ventas; la contención de la demanda; el reguero imparable de autónomos obligados a abandonar su trabajo; de los cientos de miles de empresas, pequeñas, medianas y grandes, que han tenido que dejar su actividad por falta de pedidos, por no recibir créditos de los bancos o por no poder adaptar sus plantillas a la dimensión que, este momento de recesión, hacía precisa; privándoles de la posibilidad de ajustar sus costes de producción, para poder competir con las empresas de la competencia que, por encontrarse en países del extranjero, donde tienen otro tipo de estructuras de trabajo, no tan anquilosadas, no tan obsoletas ni tan politizadas como las que tenemos en este país, sí lo han podido hacer. Nuestros Sindicatos no se ocupan de otra cosa que de conseguir subsidios del Estado y hacerle la pelota al Gobierno, olvidándose de que su misión es velar por los trabajadores, ocuparse de que tengan trabajo y evitar que las empresas se hundan por falta de ayuda estatal. Aquí, en España, se limitan a vegetar y a apoyar a los gobiernos de izquierdas que son los que los tienen atontados a base de llenarles los bolsillos para que se estén callados.
Lo cierto es que, cuando el señor Alonso nos habla de unos Presupuestos Generales del Estado, para el 2010, y nos asegura que van a ser austeros, restrictivos, moderados, ajustándose a las necesidades de las políticas sociales; nos preguntamos, con una cierta candidez, los motivos de que, durante todo el año 2009, las actuaciones del ejecutivo no se hayan ajustado a estas líneas de conducta, en cuanto a la moderación de los gastos públicos y, no nos referimos especialmente a aquellos imprescindibles como pudieran ser el subsidiar a los parados o el iniciar obras públicas, para proporcionar empleo a los parados, no, no señores, hacemos mención a una serie de gastos faraónicos que se han permitido en función de presiones de los nacionalistas, 11.000 millones o en gastos inútiles como el mantener dos ministerios inoperantes y uno que tampoco tiene competencias, como el caso de la chapuza del Ministerio de Igualdad, el de la vivienda, en la actualidad, vacío de contenido y el mismo de Educación que, como no sea para educar a los miembros del Ejecutivo, no sabemos que pinta si se tienen en cuenta los traspasos hechos a las distintas comunidades autónomas. Lo que sucede es que debiera haber aplicado con las comunidades derrochonas, despilfarradoras y chantajistas –como es el caso de la catalana –; el dicho aquel de “contra el vicio de pedir esta la virtud del no dar”; si es que el Gobierno hubiera querido actuar con sensatez para limitarse a atender las necesidades más perentorias en primer lugar. No obstante, como ya es práctica constante de ZP, antepone siempre sus perspectivas electorales al bien común de los españoles y, por ello, ahora nos encontramos ante una vuelta más de tuerca del Estado intervencionista, derrochón e imprevisor, a causa del agobio por el que está pasando ante la necesidad de cumplir con sus compromisos de pago, tanto internos como externos ( no olvidemos que el déficit ya está rondando el 10% del PIB).
Mientras España ostenta el record de parados, en tanto las empresas pequeñas tienen que cerrar por falta de ayudas y los ciudadanos están acabando con los agujeros de sus cintos intentando no pasarse en sus gastos; en Barcelona, el señor Carod Rovira, con toda impunidad y cara dura, se va gastando los millones de
Antes, señores socialistas, debieron de tomar las riendas del gobierno para evitar los despilfarros con los caudales públicos. En lugar de ocuparse de llenar de caudales públicos a bancos y cajas, los hubieran destinado, a través del ICO, a favorecer directamente a las empresas con falta de liquidez o, en vez de permitir que la avaricia del sistema bancario y financiero destinara el dinero recibido a cubrir sus propios agujeros, hubieran destinado interventores a vigilar el uso que se hacía del mismo, se hubiera evitado que muchas sociedades fueran a la quiebra por falta de créditos. ¿A quién deberíamos pedir responsabilidades por esta falta de previsión, por este asalto a los españoles y por la mala gestión de esta recesión?, ¿acaso nos sugiere, el señor Alonso, que se lo pidamos al PP que lleva 5 años apartado del gobierno? O es que ¿los ministros y el señor ZP no tienen nada que ver en que seamos la nación en la que la recesión haya causado más paro; estemos más lejos de superar la crisis y nos hayamos situado a la cola de Europa en competitividad, educación, deuda, abandono escolar y estemos, junto a Irlanda, en la misma antesala, aguardando a que nos propinen la patada final que nos excluya de pertenecer al grupo de naciones que se rigen por la moneda común, el euro? Yo lo tengo claro: a ZP y al PSOE. Ellos han defraudado a España.
Miguel Massanet Bosch