Enric Juliana (Publicado en La Vanguardia-Reggio´s, aquí)
LA CRISIS ECONOMICA A DEBATE
La pavorosa crisis industrial de los años setenta puso a España al borde de la bancarrota, meses después de la muerte del general Franco. Tuvieron que adoptarse medidas de gran urgencia: los pactos de la Moncloa. Fue doloroso. Años después, Felipe González llevó a cabo nuevas reformas y tuvo que soportar tres huelgas generales, más un duro cisma con UGT, el sindicato hermano. Fue doloroso. José María Aznar planteó nuevas reformas y una huelga general minó su hegemonismo. También fue doloroso. Allí -y en el acontecimiento de El Escorial- comenzó su declive.
José Luis Rodríguez Zapatero pretende atravesar la actual crisis -mucho más temible e insondable que la de los años setenta- sin dolor en la Moncloa. Sin un dolor que inflame más de la cuenta al núcleo magmático del electorado del PSOE, aun a riesgo de romper amarras con todos los demás sectores sociales, incluidos aquellos que, desde estratos más fríos, simpatizan con el centroizquierda. En treinta años de democracia, ningún otro gobierno había tomado ese rumbo a lo desconocido. (En las elecciones generales del 2000, el amago frentepopulista de Joaquín Almunia obsequió al Partido Popular con la mayoría absoluta.)
En el debate sobre política económica celebrado ayer en el Congreso de los Diputados -el segundo en lo que va de año-, el jefe del Ejecutivo aportó muy pocas novedades programáticas. Zapatero, sin embargo, puso mucho énfasis en un concepto hasta ahora poco presente en el repertorio socialista. El presidente habló repetidas veces de la paz social. La paz social -ausencia de huelgas y de otro tipo de conflictos sociales- podría estar en peligro en España y el PSOE se ofrece como garante de la preciada tranquilidad de fondo. Ello tiene un precio, vino a decir Zapatero. El precio consiste en mantener intactas todas las prestaciones sociales y orillar el eufemismo de las reformas estructurales, esto es, toda medida tendente a modificar las reglas del trabajo asalariado.
Paz a cambio de mantener íntegro el catálogo socialdemócrata de los años de prosperidad. En la medida en que, hoy, ello supone un vertiginoso incremento del déficit público -seis puntos más en los últimos seis meses: del 3,8% al 9% o 10% del PIB-, hay que recurrir a la subida de impuestos. Y en la medida en que el Gobierno no quiere revivir viejas escenas de la lucha de clases con las denominadas grandes fortunas (riesgo de evasión de capitales y otros zafarranchos), el mayor esfuerzo fiscal ha de recaer en la clase media perfectamente controlada por Hacienda. Quince mil de los grandes. Quince mil millones de euros, aproximadamente el 1,5% del PIB, es el importe de la factura. “Lo peor puede que haya pasado”, vaticinó Zapatero.
Mariano Rajoy, que estuvo más ágil y afinado que en debates anteriores, salió del hemiciclo con la pancarta a punto: “Los errores de Zapatero nos van a costar 15.000 millones de euros”. Por primera vez en mucho tiempo, el PP tiene la oportunidad de atraer a su campo a votantes moderados del centroizquierda. No es seguro que lo consiga.
El líder del PP intentó no cargar las tintas del catastrofismo y aligeró la carga retórica de anteriores ocasiones, sin evitar una lujosa cita de Schumpeter, economista austriaco que en los años treinta escribió sobre la tendencia del capitalismo al colapso. (La cita fue la siguiente: “Esta es una de aquellas situaciones en las que un falso optimismo es una forma de deserción”). La referencia a la prestigiosa escuela de Viena no fue acompañada de propuestas concretas, Rajoy no quiere que, en el subconsciente de los electores, el PP quede irremediablemente asociado a las tijeras. De ello ya se encarga el aparato de propaganda del PSOE.
El discurso más duro fue el de Josep Antoni Duran Lleida. El líder de CiU arrancó con un directo al mentón: “Usted ya no genera confianza”. Más tarde acusó al presidente de cometer la insensatez de enfrentar a empresarios y trabajadores. Zapatero encajó el golpe y se esmeró en la acidez de sus réplicas, emplazando a Duran a concretar qué recortes del gasto emprendería CiU.
El PNV siente frío en Vitoria desde que ha pasado a la oposición. En una intervención muy medida, Josu Erkoreka ofreció cierta disponibilidad al pacto, que contrasta con la dureza de los últimos meses. La flexión es muy significativa. Joan Ridao, de ERC, tomó distancias, sin romper nada. Y Joan Herrera (ICV) se rindió a los puños en alto de Rodiezmo: “Es usted el presidente con el discurso más de izquierdas, ojalá fuera verdad”. Podría decirse que el presupuesto del 2010 ya está aprobado.