Fernando Ónega | (Publicado en La Vanguardia, aquí)|
Lo decía siempre Pedro Solbes: tenemos un país rico, pero un Estado pobre. ¿Seguro que pobre? Sí, señor: si se descuentan las transferencias a autonomías, la Seguridad Social y los compromisos adquiridos, no le queda casi nada para hacer política; unos 19 euros por cada cien que recauda. Esas cuentas, supongo, son las que Zapatero quiere enseñar a Rajoy, como si Rajoy no las conociera. Y el drama es este: vienen mal dadas, bajan los ingresos, se multiplican los gastos y se produce la quiebra. Hoy, el Estado español, además de pobre, técnicamente está a punto de entrar en quiebra. Cuando Zapatero decide subir impuestos, sabe que corre el riesgo de perder el gobierno, pero está preso de la realidad: o saca más dinero al contribuyente, o empieza a gobernar la bancarrota, lo cual también llevaría a echarle del poder. No tiene salida.
Suspense
Nadie se atreve a prever qué pasará con Baltasar Garzón. Los partidarios creen que imputarle por prevaricación es un abuso del Supremo. Los más críticos acopian argumentos para justificar el procesamiento. Y los conocedores de los vericuetos judiciales apuntan: cuidado con Luciano Varela, el magistrado que lo interrogó y, al parecer, lo intentó acorralar. Es el que mandó investigar las cuentas de Garzón en Nueva York.
Quiero decir dos cosas: una, que la subida está justificada, por impopular que sea decirlo. Otra, que debemos hacernos a la idea de que nos meterán bien metida la mano en la cartera. Lo que Zapatero y Salgado no saben es cómo ni qué impuestos tocar, y eso les lleva a esa penosa ¿patética? imagen de gobierno precipitado. ¡Otra vez la comunicación! En dos semanas el Gobierno ha tropezado en todas las piedras. Empezó por hablar de rentas altas para ir bajando el nivel, hasta que ayer Duran pudo decir que se ataca a las clases medias. Pasó por las rentas del capital, hasta que se descubrió que no llegan a la décima parte de lo que se quiere recaudar. Zapatero cometió la descortesía de dar detalles en Cerdeña, después del silencio en el Congreso. Se desaprovechó el momento en que los empresarios pedían aumento del IVA a cambio de cuotas a la Seguridad Social y se perdió una oportunidad de desactivar a la derecha. Y el último argumento de Elena Salgado es decir que pedirán 15.000 millones, pero antes nos han rebajado 20.000. Se arriesga a que el ciudadano le responda santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.
¿Qué queda de todo eso? Tristes resultados: ni un defensor en público de una medida de emergencia nacional; populista evocación bandolera del mito de arrancárselo al rico para dárselo a los pobres, y un poso de incitación a los recelos entre clases, porque no me atrevo a hablar de enfrentamiento. Y la oposición, con la caña de pescar: inundó el país de "Yo no tengo por qué pagar los errores de Zapatero" y sueña con provocar un motín del que salga Rajoy como el deseado redentor.
Suspense
adie se atreve a prever qué pasará con Baltasar Garzón. Los partidarios creen que imputarle por prevaricación es un abuso del Supremo. Los más críticos acopian argumentos para justificar el procesamiento. Y los conocedores de los vericuetos judiciales apuntan: cuidado con Luciano Varela, el magistrado que lo interrogó y, al parecer, lo intentó acorralar. Es el que mandó investigar las cuentas de Garzón en Nueva York.
Realidad
Desde la distancia, la ofrenda de la Diada ha mostrado otra realidad de Catalunya: una clase política que habla de la temida sentencia del Constitucional y una sociedad con preocupaciones más a flor de piel. Hubo más gente que se organizó para reclamar "menos ERE y más trabajo" que para reclamar independencia o que se mantenga íntegro el Estatut. En mi tierra dirían: "Estatuto, sí, pero a vaquiña polo que vale".
Exceso
Ante la gripe A, un respeto. Pero cuidado con la histeria. Aunque Trinidad Jiménez gestiona muy bien la crisis, no logra impedir la alarma en la que se recrean bastantes medios informativos. Llevamos 26 muertes, todas causadas por enfermedades previas. De vez en cuando conviene comparar. ¿Saben cuántas personas sin gripe mueren cada año en nuestro país? Cerca de medio millón.