(Publicado en ABC, aquí)
LA trayectoria errática del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero empieza a hacer mella en algunos dirigentes del Partido Socialista, quienes, sin hacer públicas sus quejas, empiezan a manifestar internamente su preocupación por la falta de resultados en la gestión de la crisis y los errores cometidos con ciertas medidas económicas. En concreto, este malestar tiene mucho que ver con la falta de una estrategia definida contra la crisis y la excesiva improvisación en la que incurre el Gobierno, sin articular además una línea de comunicación pública coherente y fiable. La torpe administración de medidas como el subsidio de 420 euros o el anuncio de una subida de impuestos que va rebotando de unos tributos a otros sin que nadie en el Ejecutivo ponga orden, está poniendo nervioso a un sector de la dirección socialista, que cree que está calando el mensaje de que las decisiones del Gobierno están teniendo efectos efímeros y responden a impulsos de improvisación. Lo cierto es que las encuestas respaldan la inquietud de estos dirigentes por el desenlace de esta legislatura, porque el enrocamiento de Zapatero en una política de subsidios y gasto público no está atrayendo el apoyo de la sociedad, mucho más interesada en tener oportunidades de empleo que facilidades para subvencionar su desempleo.
La inversión de Zapatero en sus políticas «sociales» no está siendo políticamente rentable y ya no queda margen para más gasto indiscriminado. Ahora toca subir impuestos para tapar un agujero insondable en las cuentas públicas y los dirigentes socialistas críticos saben que esa subida fiscal puede arruinar el discurso populista con el que el Gobierno la presentó. Ya no se habla de los ricos, ni del capital. Se va directamente al consumo, aumentando el IVA, después de que hace meses ya se incrementaran los impuestos del tabaco y la gasolina. Es decir, a los impuestos que no discriminan entre pobres y ricos. También esto lo saben los socialistas.
Por otro lado, no hay entusiasmo en la dirección socialista con la futura ley de economía sostenible, el último globo legislativo fabricado por La Moncloa y convertido, poco a poco, en la síntesis del voluntarismo presidencial de cambiar las cosas a golpe de ley, despreciando la realidad de la situación y las necesidades que impone la recuperación económica. En definitiva, preocupa en el PSOE que la agenda legislativa del Gobierno gire en torno a un proyecto tan vulnerable y hueco como el de economía sostenible, pretencioso en su objetivo de implantar, ni más ni menos, que un nuevo modelo productivo, y condicionado a apoyos parlamentarios inestables. Los resultados de las pasadas elecciones europeas, las primeras a nivel nacional que pierde Rodríguez Zapatero desde 2004, están muy presentes en el ánimo socialista. Si al poco de celebrarse muchos socialistas pensaban que podían remontar el revés electoral, después de estos meses sin levantar cabeza algunos empiezan a creer que el presidente del Gobierno no es una garantía para revalidar una victoria en 2012. Su equipo está mermado por la falta de coordinación y las tensiones internas y aunque intenten rebajar la gravedad de la situación política, muchos socialistas saben que su problema es la pérdida imparable de crédito ante la sociedad.