(Publicado en ABC, aquí)
En plena crisis del Partido Popular, en junio de 2008, Zapatero tuvo uno de esos arranques de chulería propios de su talante, miró con desdén a Mariano Rajoy y le soltó en el Congreso de los Diputados aquello de que «la verdad es que yo me siento muy satisfecho de seguir viéndole ahí, encantado como estoy porque es usted un líder débil, al que he vuelto a ganar en las elecciones, cuestionado por los suyos y con las encuestas en contra».
Un año y tres meses después, los socialistas reunidos hoy en la madrileña calle de Ferraz deben de acordarse de la tortilla. Y no me refiero exactamente al clan de la tortilla, que también, a la vista del papel de Felipe González y de los veteranos en las críticas a José Luis Rodríguez Zapatero. Me refiero más bien a la vuelta de la tortilla en cuestiones de crisis internas y de liderazgo producida en este tiempo. Si hace un año se cruzaban apuestas sobre el aguante y la supervivencia de Mariano Rajoy, ahora se cruzan igualmente, pero sobre Zapatero.
Y es que el líder del PSOE se enfrenta a los cuatro mismos problemas que tuvo Rajoy: 1) contestación interna, 2) medios afines en contra, 3) derrotas electorales, gallegas y europeas, para Zapatero y 4) encuestas desfavorables. Y su aguante y su supervivencia dependerán exactamente de los mismos factores que han fortalecido a Rajoy, de los buenos resultados electorales de las gallegas y de las europeas y del signo favorable de las encuestas desde otoño pasado.
En el caso de Zapatero, de las municipales y autonómicas de 2.011 y del signo de las encuestas. No se moverá nadie en Ferraz hasta que ambas cosas pinten realmente mal, ni siquiera con los medios afines en contra.
Y si los peores augurios se cumplen, lo que nadie descarta tampoco en Ferraz, es posible que la vuelta de la tortilla culmine con otra exhibición de talante, pero esta vez de Rajoy, con aquello de que «la verdad es que yo me siento muy satisfecho de seguir viéndole ahí».