Escribe Raúl Ronzoni (Publicado en Mirador Nacional, aquí)
En el Río de la Plata, al menos por ahora que no hay demasiado para repartir, los políticos corruptos son niños de pecho si se los compara con los españoles. El viernes 9 de octubre, "Día del orgullo valenciano", quedará marcado a fuego en la historia de Valencia porque fue precisamente ese día en el que se tomó la decisión de separar de sus funciones al diputado y secretario general del gobernante Partido Popular (PP), Ricardo Costa. La decisión le fue anunciada por el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, quien busca salvar su pellejo con esta medida.
El hecho, que puede pasar inadvertido para argentinos y uruguayos, es la primera consecuencia política de envergadura del llamado "Caso Gürtel", al que se considera la mayor trama de corrupción en España desde que esta nación recuperó la democracia en 1976.
La explosión de la investigación judicial se expandió en los últimos días luego de nueve meses de un proceso reservado, al hacerse público parte del sumario en el que hay nada menos que 71 imputados entre los que se destaca una mafia empresarial comandada por Francisco Correa (en alemán Gürtel), que está en prisión junto con otros integrantes de sus empresas. Al mismo tiempo, varios políticos del PP de diferente peso y jerarquía en la estructura partidaria, esperan la decisión judicial que los exculpará o inculpará.
El caso viene a golpear con dureza al PP en el momento en que todas las encuestas de intención de voto lo muestran superando al gobierno nacional del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de cara a las elecciones nacionales que tendrán lugar dentro de dos años para elegir al sustituto del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Al mismo tiempo que se producía la destitución de Costa, Rodríguez Zapatero llamó a "ser respetuosos con el Estado de Derecho y dejar actuar a la Justicia"; expresó además su deseo de que los hechos no perjudiquen "la imagen de nuestro país en exterior ni la del conjunto de la clase política".
Un poco tarde, porque en España, un día sí y otro también, surgen investigaciones judiciales (en serio, rápidas, con procesos veloces y encarcelados) sobre empresarios, concejales, alcaldes o diputados que han recibido dinero para hacer o dejar de hacer en procesos licitatorios o en compras y ventas de propiedades del Estado. Es tal el grado de impunidad que los oropeles del despegue económico español habían fomentado, que uno de esos imputados guardaba el dinero de las coimas debajo del colchón, en su casa de un pequeño pueblo del interior de España. Obviamente políticos del PSOE de diferentes comunidades no son ajenos a este proceso de descomposición y varios de ellos ya han sido procesados o están siendo investigados.
Lo más grave de estas situaciones es que tanto los dirigentes del PP como los del PSOE atribuyen la aparición de esos casos a recíprocas maniobras políticas destinadas a perjudicarlos e insinúan o afirman que jueces y fiscales forman parte de esas maniobras. Como en el Río de la Plata.
El "Caso Gürtel" seguramente tendrá repercusiones de más importancia que surgirán de las más de 100.000 fojas del sumario porque el comienzo de la investigación surgió de José Luis Peñas, un militante del PP de una pequeña comunidad de Madrid, con quien trabajaba la esposa de Correa, que asqueado de ver maniobras de corrupción comenzó a grabar conversaciones con los involucrados hasta obtener más de 20 horas de registros en los que se basaron la policía, los jueces y los fiscales para desarrollar la investigación que se inició en el 2007.
A esas grabaciones se añaden ahora las que realizaron la policía y la Justicia luego de que se inició la investigación y por su contenido, si existiera la pena de muerte para actos de corrupción, habría que aprontar varios paredones.
También como en el Río de la Plata (y en el periodismo), el pobre Peñas recibe balazos desde el PSOE porque es más sencillo buscarle defectos al mensajero o matarlo, que leer el mensaje y asumirlo.
El grupo comandado por Correa era el responsable de la organización de eventos y actos con ramificaciones hacia otros ámbitos de la administración, que incluyen coimas en forma directa (en efectivo), depósitos en cuentas de bancos en el exterior, regalos de lujosos autos, relojes, vestidos y trajes, "periodistas en nómina", mujeres contratadas y otras prebendas a las que los políticos se prendían gustosos y hasta ahora impunes. Es precisamente por haber recibido regalos que están siendo investigados Camps, Costa y otros dirigentes del PP valenciano, a los que se añaden otros en Madrid y en Galicia. En Madrid, la alcaldesa Esperanza Aguirre (PP) ya separó de sus cargos a varios imputados que ella misma había colocado a su lado y con varias patadas en el culo demostró que tiene capacidad de mando y de decisión.
En medio de estos hechos que cada día crecen como espuma de cerveza en vaso largo, aparece la última etapa del segundo gobierno del ex presidente José María Aznar, durante el cual Correa y sus boys ingresaron a la administración y comenzaron a hacer sus negocios. Es así como los videos de la fastuosa, casi monárquica, boda de Ana, la hija de Aznar han pasado a ser la comidillla del mundo político porque en ellos aparecen varios de los actuales imputados y amigos de Alejandro Agag, yerno de Aznar, especialmente uno de ellos que habría recibido dos transferencias de dinero por valor de 580.000 euros cada una.
Como en el tango de Discépolo, en esa boda que se realizó como si fuera un acto oficial en El Escorial, estuvieron junto a familiares de los novios, el ex primer ministro británico Tony Blair, el presidente de Italia, Silvio Berlusconi, los reyes de España, Correa, Camps, Costa y los amigos del yerno de Aznar, entre muchos otros.
En este confuso panorama político-judicial también surge, aunque no como imputado, la figura de Mariano Rajoy, el líder del PP que aspira a suceder a Rodríguez Zapatero. Aunque Rajoy pretenda ahora pasar inadvertido, no pude hacerlo.
Es que Rajoy se caracteriza como el resto de los políticos españoles por embestir con energía contra sus rivales y actuar con tibieza y pereza en la interna de su colectividad política y cuando las papas queman, esconderse.
Si Rajo no toma el camino adecuado al llegar a este cruce de rutas, puede terminar como el mayor perjudicado de esta investigación si no toma decisiones que lo muestren ante la opinión pública como un dirigente distante de las tramas de corrupción y decidido a combatir a quienes lucran con el dinero de los españoles. Por ahora no aparece.
En España se terminó la época de las vacas gordas y Rajoy no sólo deberá luchar ahora contra quienes pretenden ocupar su lugar, sino desde su púlpito, predicar con el ejemplo para ganarse el apoyo de los electores que no quieren ser gobernados por corruptos. Los corruptos, sean de donde sean, a llorar al cuartito o mejor a las celdas.
La mayor trama de corrupción de la democracia española
En el Río de la Plata, al menos por ahora que no hay demasiado para repartir, los políticos corruptos son niños de pecho si se los compara con los españoles. El viernes 9 de octubre, Día del orgullo valenciano, quedará marcado a fuego en la historia de…